Desde hace al menos dos siglos septiembre ha sido “el mes de la Patria”. La lucha por la independencia y su consumación marcaron el inicio de la construcción de nuestro país como hoy lo conocemos. También ha mostrado el carácter de la mexicanidad que se caracteriza por un espíritu de esfuerzo y de lucha por los ideales.
En 1985, septiembre se vistió de luto por el terremoto en la Ciudad de México; 32 años después, la tragedia se repite; primero en Oaxaca y Chiapas y luego en Morelos, Puebla y la Ciudad de México. El 19 de septiembre se consolida como un día de profundo dolor para los mexicanos al convertirse en una fecha doblemente trágica.
Hace 32 años me tocó vivir el terremoto de la Ciudad de México; vi el rescate de algunos heridos y de centenas de cuerpos sin vida; vi los derrumbes por todas partes, el ambiente lleno de polvo, las calles fracturadas y desniveladas; viví la consternación y el dolor de la pérdida de compañeros de la universidad en el Hospital General y el Hospital Juárez. Sentí el miedo a quedarme dormida y no despertar nunca más.
Hoy -desde Guanajuato y a través de distintos medios- veo escenas como aquellas de hace muchos años; me identifico en el rostro de tantas personas que son testigos presenciales y puedo entender bien lo que sienten en estos días. Imagino el profundo dolor que experimentan los deudos de tantos que perdieron la vida. Me duele profundamente.
En medio de la tragedia que hoy impera en varios estados del país, emerge la gran solidaridad del país entero. De la misma manera que ocurrió hace 32 años, la ciudadanía se ha volcado a contribuir; miles de personas se han convertido en rescatistas; otros miles se han constituido en proveedores de sandwiches y agua para los rescatistas.
He sabido de grupos de especialistas de distintos tipos que ofrecen sus servicios gratuitos: arquitectos, ingenieros civiles, médicos, trabajadores de la construcción, mineros. También he visto publicaciones en las que se ofrecen servicios de tanatología y psicología para intervención en crisis; hay cuentacuentos, algunos que acompañan a otras personas, rescatadores y cuidadores de mascotas.
Por supuesto, destacan los equipos de personas que se han especializado en este tipo de siniestros: los “Topos” y grupos diversos de protección civil. Muchos han ofrecido maquinaria pesada y herramientas especializadas para los trabajos de rescate. Hay quienes han usado sus autos o sus motos para transportar brigadistas.
Hay centenas de miles de ciudadanos en todo el país que han abarrotado los centros de acopio de víveres, medicamentos, herramientas, ropa, cobijas, etc. En cada estado se están recabando toneladas de cosas para ayudar a quienes se encuentran protagonizando tanta desgracia.
El carácter del Pueblo de México sigue mostrándose como hace doscientos años; la solidaridad, valentía y entrega son elementos de la mexicanidad que han prevalecido a través de los siglos. En tiempos de crisis tan severa, se muestra nuestra fortaleza; podemos darnos cuenta de que juntos podemos hacer tanto.
Los valores familiares, la voluntad de ayudar a quien lo necesita, la organización popular, la generosidad de dar más allá de lo que se puede, la oferta de los talentos de cada quien para el bien de otros, han sido elementos que en estos días han salvado vidas y han confortado a quienes han perdido todo.
Los mexicanos hemos dado muestra de que unidos todos podemos resolver muchas cosas; la reconstrucción física y emocional del país, requiere del reconocimiento de nuestras fortalezas para sostenernos. Espero que en los próximos días, todos podamos darnos cuenta de nuestra fuerza y que aquilatemos la unidad como el elemento determinante de nuestro resurgimiento.
*Antares Vázquez Alatorre es médica dermatóloga y doctora en Innovación Educativa. Profesora universitaria e investigadora, coordinadora estatal de Organización de Morena Guanajuato
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