Por: Humberto Barajas
La evolución de los medios de comunicación ha sido asombrosamente vertiginosa gracias a los avances de la tecnología, que en la actualidad ha relegado al armario de los cachivaches a otras formas de periodismo que eran ricas en contenido, y que antaño tuvieron gran relevancia. Es el caso de las tiras cómicas, un género que todavía hace pocos años era muy apreciado por la gente, especialmente en los suplementos dominicales de los diarios.
Personajes como Benitín y Eneas, Tintín, Doña Tremebunda, Popeye el Marino, Fantomas y muchos otros, acompañaron por décadas con sus aventuras las fantasías de chicos y grandes a través de los llamados cómics, un género literario que se desarrolló durante una extensa época, desde su aparición en la prensa a mediados del siglo XIX hasta que la tecnología se impuso con su avasalladora presencia y acabó por desaparecerlos hace unos cuantos años.
Y precisamente de las tiras cómicas que hicieron época nos referiremos ahora a una que tuvo inclusive el mérito de dar identidad, fama y hasta gloria a todo un pueblo. Se trata de aquella historieta titulada Don Catarino y su apreciable familia, donde el protagonista, un hombre simple y llano, originario de Silao, decide mudarse a la Ciudad de México con toda su familia: su esposa Ligia y sus dos pequeños hijos Ulogio y Tanasia, y juntos corren simpáticas aventuras.

El éxito conquistado por la tira logró que ésta se convirtiera en un comic de continuación, donde inclusive los personajes salían recurrentemente del escenario que acostumbraban, para participar en aventuras absurdas protagonizadas en lugares lejanos como Europa, África, o las islas del Pacífico, donde ocurrían historias como el colonialismo mexicano en un territorio de caníbales a los que Don Catarino les impone un español lleno de faltas de ortografía.
En el tiempo de aparición del comic los lectores de diarios, principalmente miembros de la clase media urbana, preferían las tiras cómicas estadounidenses, mas la aparición y permanencia de Don Catarino y su apreciable familia demostró que era posible el uso del lenguaje mexicano chusco y coloquial en una historieta, en una época en que los giros dialectales que se diferenciaban del español estándar eran juzgados incultos en México.
El comic en cuestión rescata el lenguaje coloquial del mexicano del campo y de la provincia, con frases y dichos populares poco utilizados en las ciudades, y son frecuentes en los textos las formas chuscas de expresarse y la picardía de las acciones en las que participan los protagonistas. Inicialmente las historietas tenían carácter cómico, de ahí el nombre: cómic-strip (tira cómica).
La tira de Don Catarino y su apreciable familia surgió en los estertores de la Revolución Mexicana, en una época en la que se intentaba construir en el país una identidad cultural basada en elementos autóctonos considerados muy nacionalistas, pero al mismo tiempo se pretendía integrar a la cultura nacional otros propios del modo de vida estadounidense. En la historieta, con textos de Carlos Fernández Benedicto (que usa el seudónimo de Hipólio Zendejas) y dibujos de Salvador Pruneda, se advertían influencias de las publicaciones cómicas norteamericanas.
Don Catarino se publicó en el suplemento dominical de El Heraldo de México desde el 1° de enero de 1921 hasta mediados de la década de los años 50. La tira desapareció en 1923 por la clausura del periódico debido al apoyo que este medio mostró a la rebelión delahuertista. Tras un breve paso por El Demócrata en 1926, la historieta llegó a las páginas de El Nacional, donde permanecería hasta su desaparición definitiva.
Aunque la lectura de Don Catarino se restringió a los lectores de diarios y nunca alcanzaría un público masivo, su éxito como tira cómica produjo la aparición en 1922 de una columna en El Heraldo titulada Las memorias de Don Catarino, donde el personaje opinaba sobre los aconteceres de la vida nacional. Todavía a mediados de la década de 1950 surge un comic book editado por el mismo Pruneda, publicación que sin embargo no logra obtener el éxito que se esperaba, y sólo logran salir al mercado unos cuantos números.
Los Catarinos de Silao
Silaoense es el gentilicio que se aplica a los nacidos en Silao de la Victoria, aunque también son conocidos como “limeros” y “mezquiteros” por la gran producción que de estos árboles se da (o se daba) en esa región del bajío guanajuatense. Pero hay otra denominación con la cual se les conoce, y que tiene que ver con la tira cómica titulada Don Catarino y su apreciable familia, que se hizo muy popular en México en la época post revolucionaria, aunque luego desapareció.
Por muchos años a los silaoenses se les llamó “catarinos” en alusión al singular personaje creado por Carlos Fernández Benedicto y Salvador Pruneda en 1921, y este gentilicio hicoporístico parecía agradarles a los también llamados “limeros”, que lo adoptaron sin empacho. Hay todavía hay en Guanajuato un equipo de la Liga Estatal de Beisbol con este nombre, y hace unos 20 años en una de las calles céntricas de Silao aún se podían apreciar en un gran muro los retratos de Don Catarino y su apreciable familia.