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jueves, abril 25, 2024

Veneno embotellado

Yo, Evelia Apolinar Jiménez, declaro que no tengo conflictos de interés.

Hace poco más de dos semanas el Dr. Hugo López-Gatell, Subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, llamó “veneno embotellado” a los refrescos y las bebidas azucaradas. La respuesta de los industriales no tardó y unas horas después la Asociación Nacional de Productores de Refrescos y Aguas Carbonatadas (ANPRAC) pidió al funcionario público que no “estigmatizara” a sus productos.

No hay día en que no se señale la carga que representan para la salud pública las enfermedades crónicas no transmisibles, como la obesidad o la diabetes, lo cual ahora está evidenciado por la pandemia de COVID-19. Un estudio publicado mostró que en México, el sexo masculino, la edad avanzada, padecer obesidad, presión alta o diabetes son factores que aumentan el mal pronóstico al contraer la enfermedad causada por el SARS-Cov-2 (DOI: 10.1183/13993003.02144-2020).

Tantas veces leemos y escuchamos que tener una mala alimentación y tomar bebidas azucaradas nos daña y puede causar estas enfermedades. Pero después de todo pensamos, ¿es tanto así? ¿los refrescos son tanto-tanto como “veneno embotellado”? Porque un poquito sí se puede ¿qué no? Y bueno, a los niños se lo rebajamos con agua, porque sí es malo, pero si es refresco de “manzana” y con agua, pues ya no lo es tanto, ¿o no?

Debería estar claro, si consumimos más calorías de las que gastamos, aumentaremos de peso. Es la primera Ley de la Termodinámica: la energía no se puede crear ni destruir. Y si comemos y bebemos más energía de la que gastamos ocurre con frecuencia, inevitablemente puede llevar a padecer obesidad, con todas las consecuencias y daños a la salud de las que hablamos todo el tiempo: más riesgo de desarrollar diabetes o algunos tipos de cáncer o presión alta o enfermedad de los riñones. Y claro, si como o bebo más calorías de las que gasto (en el propio metabolismo o con la actividad física), esas calorías consumidas en exceso, se “guardarán” en el cuerpo, primordialmente en forma de grasa. Otra vez, la primera Ley de la Termodinámica. Entonces, si no me paso de esas calorías de más, si sólo me tomo poquito refresco, si a niños y niñas se lo diluimos con agua, pues ¿no sería tan malo? ¿no? Porque así no “guardo” ese exceso de calorías y, por lo tanto, no acumulo grasa.

Pero resulta que no. Porque el daño causado por algunos nutrientes críticos, como los azúcares añadidos en los alimentos y bebidas industrializados, no ocurre exclusivamente por el sobrepeso causado por comer más energía de la que gastamos.

La industria alimentaria, particularmente la de las bebidas azucaradas, no endulza sus productos con azúcar común (sacarosa), sino que emplea como uno de sus principales ingredientes el jarabe de maíz alto en fructosa, un producto obtenido industrialmente a partir del maíz, que tiene la característica de endulzar más que el azúcar común y adicionalmente es más barato que el azúcar de caña.

Los jarabes con concentraciones altas en fructosa causan daños a la salud, aunque no se consuman en demasía, es decir, aunque la persona que los consume no tenga sobrepeso. Este tipo de azúcares industrializados provocan que el hígado “trabaje en exceso” para tratar de asimilar ese jarabe, los “transforma” en grasa y los “almacena” en el hígado. El resultado es la condición conocida como hígado graso (DOI: 10.1007/s10620-016-4054-0); con el tiempo, el hígado graso podría producir un daño similar al de las personas que tienen cirrosis por consumo excesivo de alcohol. Además de que los triglicéridos y el colesterol aumentan su concentración en la sangre, generando condiciones que pueden provocar prediabetes, diabetes y enfermedades del corazón.

También hay otros estudios que muestran que niños y niñas que consumen alimentos y bebidas endulzados con estos jarabes de alta fructosa, tienen alteraciones en la región del cerebro que se encarga de regular la memoria, el aprendizaje y el control de la ingesta de alimentos (doi: 10.3390/nu12040909). Y sí, los juguitos y las leches sabor chocolate o fresa que se anuncian para consumo de niños y niñas también son azucarados con jarabes de alta fructosa. ¿Veneno embotellado…? ¡Uf! ¡Sin duda!

Bueno, ¿y si los cambiamos por refrescos light, esos que indican “cero azúcar”? Pues resulta que hay información científica que asocia a los sustitutos del azúcar, con daño a la flora intestinal (microbiota intestinal, es el término científico para los millones y millones de bacterias, levaduras y hongos que viven en nuestro intestino); y este daño a su vez se asocia con mayor riesgo de hígado graso (DOI: 10.17179/excli2020-1226). Sí, con una forma diferente al de los jarabes con concentraciones altas de fructosa, los endulzantes no calóricos también causan daño al hígado. Entonces los refrescos light también son veneno embotellado.

Si además nos detenemos un poquito a revisar el consumo de recursos naturales o las toneladas de basura que genera esta industria de las bebidas chatarra, veremos el grave impacto ambiental que provoca. Muchas comunidades de nuestro país no tienen acceso a agua potable, un derecho humano básico. Mientras, para producir las botellas, los azúcares o endulzantes no calóricos y otros ingredientes, la industria utiliza entre 442 y 618 litros de agua para fabricar un litro de refresco (DOI:https://doi.org/10.1016/S2542-5196(20)30146-7).

Y bueno, con respecto a la queja de ANPRAC que no le gusta que “estigmaticemos” a sus productos, es necesario señalar que la estigmatización (absolutamente condenable, por supuesto) es un fenómeno social en el que personas descalifican y discriminan a otras personas, no a cosas. Así que afirmar que los refrescos y las bebidas azucaradas son veneno embotellado no es estigmatizar a las bebidas chatarra. Su consumo causa muchos daños a la salud de las personas, y pueden eventualmente conducir a la muerte. Debido al consumo de bebidas azucaradas, en nuestro país fallecen cerca de 41 mil personas cada año (el 7% del total de las muertes) (https://doi.org/10.1038/s41366-019-0506-x).

Los refrescos y las bebidas azucaradas dañan a las personas y al planeta. Y sí, sí son veneno embotellado.

Miembro del Colegio de Nutriólogos de León A.C. Es investigadora en Ciencias Médicas en el Hospital Regional de Alta Especialidad del Bajío. También es docente y consultora privada. Estudió Nutrición en la UIA León, es especialista en Nutrición Clínica Pediátrica por el Hospital Infantil de México, terminó la Maestría en Investigación Clínica en la Universidad de Guanajuato. Twitter: @EveApolinar

* Evelia Apolinar Jiménez.

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