Por: Amicus DH, A.C.*
La situación de vulnerabilidad de los migrantes es una realidad que se ha reconocido internacionalmente, toda vez que el hecho de no encontrarse en su país o ser procedentes del extranjero los expone a diversas violaciones a sus derechos humanos. Igualmente, su condición de vulnerabilidad proviene de las dificultades propias del idioma, de su falta de representación política, de los obstáculos para acceder a la justicia, del desconocimiento de las costumbres y la cultura, entre otros.
La migración tiene un origen multifactorial. Los motivos que la impulsan son diversos y van desde la búsqueda de mejores oportunidades de vida hasta la protección internacional frente a las persecuciones y violencia en sus países; a su vez, puede deberse a la intención de reunirse con sus familias o ser producto de desastres naturales, del abandono o de la persecución por bandas del crimen organizado.
La frágil situación de las personas que se ubican en el contexto de la migración, suele agravarse en razón de su exposición a factores como la discriminación basada en su raza, sexo, orientación sexual, identidad de género, posición económica, religión o cualquier otra condición social. En virtud de ello, las migrantes que atraviesan nuestro país se enfrentan día a día con una problemática latente y particularmente preocupante: la violencia sexual en contra de las mujeres.
Ahora, referirnos a la violencia sexual cometida en contra de mujeres migrantes es referirnos a un fenómeno que, a pesar de su gravedad, no se ha visibilizado lo suficiente entre las autoridades y su propia población. Sin embargo, para las mujeres migrantes es una realidad a tomar en cuenta al momento de preparar su viaje a los Estados Unidos, ya que la información existente señala que éstas han interiorizado la violencia sexual como un obstáculo que seguramente deberán afrontar en su paso por México.
Así, una de las prácticas más usuales de las mujeres antes de comenzar su camino, consiste en la inyección de un anticonceptivo que dura cerca de tres meses, de forma que puedan evitar un embarazo en caso de ser violadas; desafortunadamente y con mucha razón, a dicho medicamento se le conoce coloquialmente como la “inyección anti-México”. Desgraciadamente, ello responde a la enseñanza que han dejado las atroces experiencias en el cruce de nuestro país.
Sumado a lo mencionado, muchas mujeres, niños, niñas y adolescentes que emprenden la travesía suelen hacerlo solos. Esta circunstancia aumenta las probabilidades de ser presas de la trata de personas o sufrir agresiones sexuales por parte de criminales e incluso de parte de autoridades.
La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) ha expresado una preocupación constante respecto a este contexto de agresiones sexuales y discriminación que enfrentan las mujeres migrantes a su paso por México. Como parte de sus labores ha tenido noticia de desafortunados eventos, entre los que encontramos la violación a un grupo de mujeres por parte de asaltantes en un tren; o el caso de una mujer de 15 años que, tras negarse a tener relaciones sexuales con un funcionario del Instituto Nacional de Migración en Tabasco, quien a cambio ofrecía regularizar su situación migratoria, fue víctima de tocamientos lascivos en su cuerpo por parte de dicha autoridad.
La información existente nos refiere distintos casos, entre los que vale destacar el de una mujer que fue secuestrada y violada multitudinariamente por ocho hombres. También, se tiene noticia de una mujer que viajaba con sus dos hijas, de tres y seis meses de edad y que, tras haber sido secuestrada, fue recluida en una casa donde aparte de asignársele tareas domésticas, era violada frente a sus hijas casi diariamente; la mujer declaró que en el lugar existían cuartos a los que no tenía acceso, de los cuales provenían gritos de otras mujeres, presenciando únicamente cuando sus cuerpos envueltos eran retirados del lugar; la persona logró escapar e intentó solicitar ayuda en una oficina del Instituto Nacional de Migración para ser repatriada, donde le dijeron que la encargada se encontraba de vacaciones.
Las historias relatadas encuentran un punto en común que las hace prácticamente invisibles: la falta de información, estadísticas y datos oficiales en relación a los delitos que sufren los migrantes. Poco a poco, se han ido generando bases de información, mayoritariamente como trabajo de las Organizaciones de la Sociedad Civil. Por ejemplo, en el informe Derechos humanos de los migrantes y otras personas en el contexto de la movilidad humana en México de 2013, la CIDH cita a Amnistía Internacional, organismo que indicó que 6 de cada 10 mujeres son víctimas de violencia sexual a su paso por México. Otra causa que se suma a la imperceptibilidad de los delitos es la falta de denuncias por parte de estas mujeres, situación que se genera a partir del miedo a ser deportadas, de la necesidad de llegar a los Estados Unidos o del propio estigma que este tipo de delitos suele generan en las mujeres.
Para atacar lo anterior, debe partirse de la generación de información, es decir, de la recopilación de datos y la producción de estadísticas oficiales, que permitan la implementación y evaluación de políticas públicas, así como su prevención y atención; asimismo, acompañarse de capacitación en perspectiva de género a funcionarios de migración, policía, fiscales y jueces, herramienta que les permitan identificar el contexto de riesgo en el que se perpetran estos actos.
Adoptar medidas de protección paras las migrantes es urgente. Lo primero es ser conscientes de que se encuentran entre nosotros, puesto que a veces pareciera que viven en las sombras y son vistas a través del velo de la indiferencia.
Amicus, “Derechos Humanos por el cambio social”.
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