Renato Iturriaga
Basurero municipal de Guanajuato capital. Foto: Renato Iturriaga
El viernes 25 de agosto las autoridades municipales de Guanajuato convocaron a un recorrido al basurero municipal, eufemísticamente nombrado como Sitio de Disposición Final. Asistieron diversas autoridades, periodistas y también fuimos integrantes del Frente Ciudadano por el Manejo Integral de los Residuos de Guanajuato.
Para la gran mayoría de la población, por lo menos antes del incendio, y confieso que era mi caso también, el problema de la basura terminaba en el contenedor verde a unos pasos de casa.
Todos hemos visto a trabajadores del municipio vaciando el contenedor. En el mejor de los casos, vemos personas sumergidas, en el contenedor, “volando” la basura al camión. En el peor, recogiendo basura peligrosa y en estado de putrefacción, dispersa dentro y fuera del contenedor. La constante falta de guantes y calzado adecuado es la puntilla de las pésimas condiciones de trabajo. Esto es una ventana, un preámbulo, al infierno dantesco que es el Sitio de Disposición Final. Lamentablemente, en general volteamos para otro lado.
En el sitio nos informaron que en la ciudad se producen alrededor de 130 toneladas diarias de basura. Y sí, mientras estuvimos ahí llegaba camión tras camión dejando todo tipo de residuos. ¡Incluso uno lleno de podas de árboles!
La gran mayoría de las dieciséis hectáreas que se quemaron están ya cubiertas, se ven solo algunos taludes que permiten imaginar la pesadilla que fue. No es totalmente claro que hay dos o tres metros debajo de nuestros pies.
La ciudad desde el primero de mayo, no ha dejado de producir basura que ha sido depositada en el mismo sitio y de la misma forma. Desde entonces son aproximadamente 15 mil toneladas que forman una buena montaña de desechos.
En los pueblos pesqueros, cuando llegan los barcos, lo hacen rodeado de una nube de pelícanos, gaviotas y todo tipo de aves marítimas buscando algún pescadito. Esta bucólica escena tiene su contraparte en el basurero. La montaña de basura es moldeada por una máquina. Forma terrazas para suavizar taludes y hacerlos más estables. Cientos de garzas revolotean buscando los desechos orgánicos que aparecen con el paso del buldócer.
La parte alta de la montaña es una enorme plataforma donde se depositan los residuos. En ella conviven perros y vacas buscando un poco de comida y decenas de pepenadores buscando su sustento y el de sus familias. Hacen lo que NO hacemos nosotros desde el principio, separar y clasificar la basura.
En un momento saque una foto, había una reportera al lado y me pregunta: ¿Qué viste?

Pobreza, injusticia e irracionalidad. Una imagen del fin del mundo, devastador. Esta indignación debe convertirse en acción y exigencia. Exigencias ecológicas y sociales, contenidos en los derechos humanos, ahora vulnerados. Muchas de estas acciones y exigencias están contenidas en el pliego petitorio del Frente. Menciono solo una de ellas.
De las 130 toneladas diarias de basura aproximadamente la mitad son desechos orgánicos. Mezclarlos es de las peores tonterías que se pueden hacer. Al no tener un sitio diferente y la infraestructura necesaria que los trate separadamente del resto perdemos un recurso valioso, la composta. Al mismo tiempo se transforma el resto de los residuos en inmundicia y degrada notablemente las condiciones de trabajo de los pepenadores. Dicho de otra manera, los desechos orgánicos separados son un recurso valioso, mezclados son una fregadera.
Debemos de exigir a las autoridades una logística que trate de los desechos orgánicos. Mientras ello ocurre, debemos ya tener mayor consideración, por los y las pepenadoras. Si separemos en casa los residuos orgánicos, no vamos a resolver la miseria y las enormes injusticias alrededor de la basura, pero si les haremos la vida más fácil a las personas que nunca vemos. Ahí de favor.