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jueves, abril 25, 2024

Vivimos amontonados

Nuestras ciudades han crecido sin orden ni concierto con el medio ambiente. Importa más el éxito del dinero: fraccionamientos por doquier, avenidas de concreto y vialidades para el automóvil, centros comerciales abigarrados y los espacios públicos privatizados.

La masificación ha sido el signo de nuestro tiempo: espectáculos de todo tipo, transportes embotellados, popularidades políticas, todo, absolutamente todo ha sido creado para las masas consumistas.

Por eso, el cerrojazo de la pandemia ha frenado el incremento constante en nuestras existencias comunes. Hay, desde luego, resistencias, desacatos, desobediencias e insubordinaciones ante autoridades que solo lo son de nombramiento pero no de capacidades. Pero el alejamiento personal ha dejado ver nuestras taras urbanas.

El modo en que tenemos organizado el trabajo se ha hecho añicos, los servicios han quedado pasmados y en el filo, la educación evidenció lo que ya se veía, su fracaso escolarizado, las relaciones familiares y sociales en riesgo continuo.

Y todo por un contagio que se transmite por hablar, cantar, platicar, gritar, estornudar, toser o besar.

Ya resulta vital restringir nuestras aglomeraciones, todas aquellas prácticas que propician la masificación. Los antros quiebran y es menester regularlos con rigor; los restaurantes, comideros y hospedajes deben higienizar sus tareas como nunca, las fábricas no pueden exponer a sus laborantes, el transporte no debe ser el sardinero de siempre, los espectáculos no han de ser ya sin control de asistencia porque tenemos que proteger el bien superior: la vida en comunidad.

Arturo Miranda Montero
Arturo Miranda Montero
Profesor y gestor asiduo de la política como celebración de la vida juntos.

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