- Publicidad -
miércoles, abril 17, 2024

Alonso

A eso de las doce y media, bajo un aguacero que repiqueteaba ensordecedor sobre el techo de láminas de cinc, Alonso alcanzó a oír, apenas, la noticia en la radio.

Hablaba de la muerte totalmente inesperada ocurrida durante la madrugada, de una joven de apenas catorce años. Muerta en su cama y encontrada por su madre, la señora Esperanza Olmedo, cuando intentaba despertarla para que se preparara para ir al colegio.

La niña se llamaba Milagros.

Dijo también la radio.

En la mesilla de noche contigua, un frasco de esas pastillas que sirven para dormir fue encontrado vacío. Esperanza Olmedo prohibió categóricamente que tal hecho fuera siquiera nombrado fuera de aquellas cuatro paredes y lo logró.

Casi.

Alonso tenía veinte años era albañil y había conocido a Milagros de pura casualidad cuando un par de semanas atrás, su padre, albañil él mismo, lo había mandado a reparar una fuga de agua en la casa de la señora Olmedo.

Milagros abrió la puerta.

Mirarse el uno a la otra desato entre ambos una tormenta de sentimientos como pocas veces se da. Además del convencimiento pleno de que las cosas que entre ellos se dieran, se dieran como se dieran, solo podrían acabar mal.

Muy mal.

La señora Olmedo, entendió en un segundo lo que entre su hija Milagros y el albañil ese, podría darse, y se propuso, a como diera lugar, evitarlo costara lo que costara, y lo logró.

Casi.

Porque como siempre el amor, que se parece tanto al agua que nada detiene, buscó por donde pudo y los unió a Milagros y Alonso, aunque de manera efímera y a la vez eterna, a sabiendas de la tragedia por venir.

Alonso apagó la radio.

Desde fuera cualquiera creería que Alonso, o no había escuchado la noticia, ò no era algo que a él le importara.

Desde fuera, a cualquiera le parecería que Alonso sólo escuchaba la lluvia.

Desde fuera, cualquiera, mirándolo ahí sentado, con las manos apoyadas en las rodillas y la mirada buscando inútilmente en el piso alguna esperanza, una equivocación, una mentira, creería que Alonso sólo estaba ahí sentado distraído y ausente.

Desde fuera.

Pero por dentro, si es que fuera posible para cualquiera, ver lo que Alonso sentía por dentro, sabría que él también, pero de una manera más triste, solitaria e incomprensible para muchos, también había muerto en el justo momento en que apagó la radio.

Entonces, ese alguien cualquiera, silenciosamente se alejaría despacito tratando de hacer el menor ruido posible, respetando la soledad y la melancolía que desde ahora Alonso llevaría con él por el resto de su vida.

Comprendiendo entonces las lágrimas que resbalaban lentamente desde sus ojos y terminaban estrellándose contra el piso de tierra.

Además de tantos sueños, ilusiones y esperanzas rotas.

edgarsalguero@hotmail.com

Edgar Salguero
Edgar Salguero
PINTOR Y AHORA CUENTISTA, LLEGÓ DESDE COSTA RICA A GUANAJUATO HACE 45 AÑOS.

ÚLTIMAS NOTICIAS

ÚLTIMAS NOTICIAS

LO MÁS LEÍDO