- Publicidad -
miércoles, abril 24, 2024

De Mara, a la pelirroja escocesa (parte 3)

_ “Esa es mi hermana bipolar.”  

Dijo Charly Fenton luciendo en sus labios carnosos de negro sano, una de sus espléndidas y solariegas sonrisas, después de escuchar la estrepitosa manera en que algo golpeó por dentro contra la enorme puerta de madera centenaria. 

Desde adentro, un adolorido “ouch” llegó hasta nosotros en la voz cantarina y delicada de una mujer joven e inexperta en tareas de índole práctico y mundano. Un forcejeo con visos de imposibles sacudía la puerta centenaria en lo que parecía un esfuerzo inútil, malogrado e infructuoso. De repente, el sonido de un cerrojo deslizándose casi hasta con delicadeza, explicó la, hasta ese momento, inutilidad del monumental esfuerzo antes descrito. 

_ “Esa es, de nuevo, Lola, mi hermana bipolar.” 

La palabra bipolar me sonó a peligro, riesgo, eventualidad, aventura y conflicto. 

Al percatarse de mi ceño fruncido ante la palabra bipolar, Charly Fenton acudió en mi ayuda aclarando el verdadero sentido que tal palabra, que, en el caso de Emma Fenton, significaba. Unos años antes, ávida por la búsqueda de aventuras que definirían su tormentosa existencia, Lola Fenton declaró ante su asombrosa progenie su irrevocable intención de conquistar en soledad, ambos polos. Es decir: El Polo Norte, y El Polo Sur. Hizo tal anuncio, una mañana de domingo en que, por ahí de las tres de la tarde, hora nada extraña, en el caso de la familia Fenton para desayunar, causando tal revuelo, entre la multitud de pelirrojos y pelirrojas, que para cuando todos dejaron de aplaudir, ya eran las siete de la noche. Y es que tal vez, cuando antes dije que la casa de la familia Fenton era enorme, no estabas poniendo atención. Pero si lo dije.  Por ejemplo, el comedor de la casa. Cabían en él, setenta y nueve personas cómodamente sentadas. Eran ochenta sillas. Pero una siempre quedaba vacía por si acaso. Lola Fenton trepada en la hasta poco antes silla vacía, exteriorizó su deseo de.  

Tenía entonces siete años, siete meses y siete días desde la helada madrugada en que su madre la lanzó al mundo, un veintinueve de febrero de un año bisiesto. Obviamente. 

Y no hubo nadie que dudara de la palabra de la niña precoz. 

Exactamente diez años después, Lola Fenton regresó del Polo Norte llevando entre sus manos como prueba de su hazaña, el asta de la bandera dejada por Peary el 6 de abril de 1909. Habiéndose percatado de la cantidad de osos polares que peligrosamente deambulaban por el barrio, coloquialmente hablando, eligió dejar la bandera en el piso, y mientras regresaba hasta Memphis Tennessee, defenderse de los osos a punta de astazos únicamente. Evitando en lo posible el que, alguno de ellos lograra con las uñas, hacerse con la vetusta tela y de esa manera, de un jalón; atraparla. Atraparla a ella, a Lola Fenton, con consecuencias por decir lo menos imprevistas y hasta en una de esas peligrosas para su salud. Y dolorosas. Muy dolorosas. 

Y no hubo nadie que dudara de la palabra de la adolescente precoz.  

Ocho años después, hermosa y exquisitamente bronceada, dado que había decidido realizar su segunda hazaña en solitario, durante el prolongado verano austral, regresó del Polo Sur. Ateniéndonos a una electrizante y amena serie de relatos llenos de humor y picardía, recopilados y publicados bajo el desconcertante título:  

“LA HASTA AHORA DESCONOCIDA (AL MENOS PARA MÍ) VIDA SEXUAL Y AFECTIVA DE LOS PINGÜINOS, CUANDO LES QUEDA TIEMPO DESPUÉS DE PASÁRSELA HUYENDO DE LAS FOCAS, LEONES MARINOS Y LOS INCANSABLES CAMARÓGRAFOS DE NATIONAL GEOGRAFIC.”  

Queda bastante claro, que la travesía para ella fue muy amena y divertida. 

La mencionada recopilación fue realizada gente considerada seria, muy seria, en esto de las publicaciones independientes.  

Parece ser que Lola, de alguna manera y parecido a lo que poco después ocurriría con su hermano Charly, antes Chaplin, después Fenton como ella misma; quiso ser adoptada por los pingüinos, emperadores y de los otros, en lo que al principio pareció un acto irreversible de amor totalmente desinteresado. Pero poco a poco la horrenda verdad se fue develando. Las únicas aves que no vuelan ocultaban, bajo sus inútiles alas, un propósito perverso. 

Continuará

edgarsalguero@hotmail.com 

Edgar Salguero
Edgar Salguero
PINTOR Y AHORA CUENTISTA, LLEGÓ DESDE COSTA RICA A GUANAJUATO HACE 45 AÑOS.

ÚLTIMAS NOTICIAS

ÚLTIMAS NOTICIAS

LO MÁS LEÍDO