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viernes, abril 26, 2024

De Mara, a la pelirroja escocesa (cuarta parte)

Como sabemos, la aventura de Lola Fenton al Polo Sur se desarrollaba durante el interminable verano austral. Y a ella, a Lola, la devoción mostrada por los emperadores y los demás pingüinos le pareció al menos, simpática. Muy simpática. Simpática a secas. Hasta que, una tarde de jueves preguntó por dónde se iba al Polo Sur. Al sitio exacto donde el noruego Amundsen el 14 de diciembre de 1911, en compañía de unos amigos, habían dejado dos banderas sobre una tienda de campaña de las incómodas. Tomado unas cuantas fotos que demostraran su hazaña. Y después de un atolondrado brindis en el que Amundsen olvidara en cuál de las incontables bolsas y bolsillos con los que contaba su incómoda vestimenta, había guardado el discurso preparado para tan irrepetible instante en la historia de la humanidad. Con incontables lágrimas que nada más salir de sus celestes ojos, se congelaban a puñados sobre sus rosadas mejillas heladas, tartamudeando, se conformó con decir las inmortales palabras por las que es recordado: “Aquí estuvimos, y después… Nos fuimos.” Precipitándose después y entre los seis, como desesperados, agarrar sus chivas y regresar cuanto antes a Noruega para no perderse la cena de navidad preparada con tantos buenos deseos por sus esposas. A sabiendas de que, de no llegar a tiempo, aquellos buenos deseos podrían transformarse en todo lo contrario.

Así de simple.

¡Pues que los pingüinos, no se habían enterado del tal Amundsen!

¿Estaban mintiendo los pingüinos? Puede que sí. Puede que no. Pero las sonrisas maliciosas de todos, pero sobre todo de las pingüinas, desconcertó hasta los tuétanos, a Lola Fenton.

Entonces, las cosas dejaron de ser simpáticas; y se tornaron oscuras. Pese al espléndido sol que, reflejado hasta-la-nausea por los hielos eternos, no dejaba dormir ni al sol ni a la sombra.

Desesperada por la nula colaboración, Lola, en un descuido de sus hasta poco antes devotos admiradores, agarró camino sola y pese a no contar ni con una mísera brújula de juguete con la cual guiarse, se lanzó a buscar ese punto geográfico desde el cual, mires hacia donde mires; miras hacia el norte.

¡Y llegó!

Y allí, hizo lo contrario que allá. Y esta vez, considerando qué, las y los pingüinos no representaban igual peligro que los osos polares, decidió que bastaría con llevarse las dos banderas. Dejando el asta que hasta ese momento las había sostenido, y con ellas, con las dos banderas, y según las actitudes que tomaran sus efímeros devotos admiradores, primero los saludaría gentilmente, agradablemente, con garbo. Pero de ponerse aquellas y aquellos, en un plan de antipatía, rencor o malquerencia, se abriría camino entre ellos, a punta de implacables y sonoros banderazos llevándose de ser necesario en su huida, a uno o dos camarógrafos del National Geografic, que anduvieran por ahí estorbando.

¡Y lo logró!

Regresando Lola Fenton a su adorado Memphis a tiempo. Justo a tiempo para disfrutar del banquete ofrecido en honor del nuevo miembro de la familia Fenton. Charly, que hasta poco antes era conocido como el homónimo del famoso comediante desaparecido tiempo atrás.

Lo que le traía, a Charly, no a Lola, la burla de propios y extraños. 

Continuará…

edgarsalguero@hotmail.com

Edgar Salguero
Edgar Salguero
PINTOR Y AHORA CUENTISTA, LLEGÓ DESDE COSTA RICA A GUANAJUATO HACE 45 AÑOS.

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