- Publicidad -
viernes, abril 19, 2024

De Mara, a la pelirroja Escocesa

Primera parte

_ No me lo vas a creer. Pero desde hace años, tenía muchas ganas de preguntarte por aquella tarde en la que te fuiste sin decir ni media palabra acerca del escándalo que provocó, el que Mara, te mandara al carajo en medio de la pista de baile, y prefiriera abiertamente, quedarse con Rafael y no contigo.

_ Créeme que yo tampoco me lo puedo explicar. Al llegar a la acera, de haber tenido a la mano algo, cualquier cosa con qué, habría dado la media vuelta y los habría matado a los dos. Pero se me pasó rápido el coraje, y preferí callar. Suena lo que digo a canción anti-despecho. Pero fíjate que no. Te puedo asegurar que, en cosa de segundos, me convencí de que todo había acabado. Y que habría sido estúpido, insistir. Además, justo en ese momento un autobús muy extraño se detuvo enfrente. La puerta se abrió y desde su asiento de chofer negro, en un idioma para mí totalmente desconocido, el chofer negro me preguntó que por donde se iba a Las Vegas. Sin tener ni la menor idea de cómo, lo cierto es que no sólo entendí la pregunta, si no que la pude contestar. Le contesté que no tenía ni la más puta idea. A partir de ese momento, Charly Fenton, el chofer negro, se negó en adelante a hablar en otro idioma que no fuera un enrevesado español, que yo no podía entender, pero que él creía hablar perfectamente. Por demás esta decirte, que subí al autobús extraño, y desde entonces junto a Charly Fenton he recorrido distancias que, sumadas, contarían como varias vueltas a la tierra. Pero primero lo primero. ¿Cómo llegamos a Las Vegas? No lo sé. Pero llegamos. Por supuesto que yo ni pasaporte llevaba. Al llegar al Paso, sólo me senté en el último asiento, y siguiendo las instrucciones de Charly Fenton, fingí ser un cactus con características esquizoides. Cuando el vista aduanal subió a revisar, al llegar hasta donde yo estaba me miró por largos e incómodos minutos. Antes de bajar y dirigiéndose a Charly Fenton, dijo, “Al principio pensé que se trataba de un cactus con síndrome de Asperger mal diagnosticado, pero veo que se trata de un cactus con características esquizoides. It´s all right.  Buen Viaje.”  Y nos dejó ir.

Después; llegamos a Las Vegas.

Puedo decir, sin temor a equivocarme que una de las mejores maneras de vivir en Las Vegas es estafando a los casinos y a quién se deje. También, y si te agarran queriéndolos estafar, es la manera más rápida e incómoda de morir. Pero mis caracterizaciones de lo que a Charly Fenton se le ocurriera que yo personificara cada vez eran mejores y distraían a más y más. Y ahí de pie, junto a las mesas de apuestas, nadie reparaba en mí mientras Charly Fenton hacía trampa.  Una única vez en estuve a punto de arruinarlo todo. Fue una noche de año nuevo cuando se esperaba de mí, que pretendiera ser un loro parlanchín operado de las amígdalas. Todo iba bien. Encaramado en el hombro izquierdo de Charly Fenton, y después de varias horas, un poco aburrido, de repente la algarabía propiciada por la locura de los festejos por la llegada del nuevo año me sacó de mí adormilamiento intempestivamente. Provocando que, al descuido, me uniera al festejo cacareando como un finísimo gallo de pelea, originario del famoso criadero de gallos de pelea fundado en 1952 por el Charro Avitia, en lo que después de años y años que parecieron eternos, se llamó Tlaquepaque. Lo que enojó al croupier no fue mi tronante cacareo de gallo joven. Sino el que se suponía que recién había sido dado de alta, después de haber pasado por una larga y peligrosa operación de las amígdalas. Lo de ser un loro parlanchín recientemente operado, ni siquiera fue tomado en cuenta.  No tuvimos tiempo de nada. A las doce con cinco minutos, a bordo de una motocicleta robada, nos dimos a la fuga, dejando detrás nuestro, en la distancia, las engañosas, ilusorias y deslumbrantes luces de Las Vegas. Llegamos a Seattle. No nos gustó. Después llegamos a Nueva York. Tampoco. Después a Nueva Orleans. Que fijación esa de andarle poniéndole a cuanta ciudad fundaban, lo de “nueva”. Terminamos en Memphis, Tennessee. Que gastadero de letras para no pronunciarlas. Pero bueno, allá ellos.

La hermana de Charly Fenton era una dulzura. Un portento de mujer. Pelirroja natural a rabiar. Y yo aullaba por ella. Unos labios rojos y sensuales, del color de las fresas de Irapuato. La piel blanca y nacarada. Verdes los ojos. Diminutito el talle. Amplias las caderas. Torneados los muslos. Auténtica escocesa de origen.

De ahí, su abundante cabellera roja.

(continuará)

edgarsalguero@hotmail.com

Edgar Salguero
Edgar Salguero
PINTOR Y AHORA CUENTISTA, LLEGÓ DESDE COSTA RICA A GUANAJUATO HACE 45 AÑOS.

ÚLTIMAS NOTICIAS

ÚLTIMAS NOTICIAS

LO MÁS LEÍDO