Una noche cualquiera se va a aparecer junto a tu cama un gato con ojos verdes.
Muy brillantes.
De lo que no te podrás dar cuenta porque ya habrás apagado la luz de tu cuarto, es que el gato, todo el gato, es verde.
Desde las patas hasta la punta de sus orejas pasando por todos y cada uno de los pelos de sus bigotes.
El problema es que nunca sabrás cuando será esa noche.
Podría ser esta misma noche.
O la de mañana.
O la siguiente.
Algunos afortunados lo han llegado a ver y cuentan que no es un gato, que es una gata verde. Una gata toda verde.
Pero lo dicen sin pruebas, sólo de dientes para afuera.
Puras habladurías pues.
Lo cuentan como queriendo pasar, de los tantos y tantos que seguimos esperan-do, a algunos pocos, que habiendo pasado ya por ello, lo olvidan y pueden seguir con sus vidas, casi con total normalidad.
Viviendo sin pensar en el asunto, sin el miedo a apagar la luz de su cuarto por las noches y dormir.
Y muchos, como yo, pasados los años, terminamos por no poder conciliar el sueño por el temor a que pueda aparecerse el gato mientras dormimos y vaya usted a saber cómo tome el gato, el que te hayas quedado dormido justo en la noche en que se tomó la molestia de pasar a conocerte.
No sabes lo que deseo, para ti, que no vivas en esta devastadora incertidumbre.
Que te suceda muy pronto y te olvides del asunto.
A mí me lo advirtió mi abuelo unos días antes de su muerte. Y a mi abuelo hasta ese día el gato no se le había aparecido.
Ahora yo te lo advierto a ti, que eres mi único pariente cercano.
Y hasta hoy sigo sin saber del gato, nada.
Pero cada noche me acuesto, más y más asustado.
edgarsalguero@hotmail.com
