- Publicidad -
viernes, abril 26, 2024

Ha pasado casi un mes

Abrigada desde el cómodo interior de la improvisada oficina en que ha convertido lo que alguna vez fue un cuarto de costura, a través de la gran ventana transparente enmarcada por un elaborado vitral en donde se exhiben lujuriosos, en una intrincada mezcolanza, colibríes, magnolias y mariposas amarillas, azules y rojas, Marietta se siente a salvo de la humedad y el frío que la pertinaz lluvia caída durante la madrugada ha dejado.

Pero no así de la melancolía.

Buscando por buscar, Marietta ha encontrado más de veinte sinónimos de la palabra, y todas le quedan más que pintadas. Con las demás se identifica. Pero la melancolía se le ha metido por los poros de la piel, y no se va.

No se quiere ir.

El reconcomio empieza a parecerse cada vez más a lo que la melancolía a regañadientes parece ir dejando poco a poco tras de sí. Porque de nuevo, buscando por buscar, como sinónimos aceptables, la preocupación, el nerviosismo y la intranquilidad podrían ir encontrando en los sentimientos de Marietta, su acomodo.

Sin llegar todavía a la congoja o la mortificación. Y espera -más bien desea- que la suspicacia, el descontento y la desesperación se mantengan a distancia. Lejos. Muy lejos. Hasta qué, en un momento dado no le quede más remedio que recurrir a alguno de ellos.  Que estén por ahí solamente. ¡Que esperen! Sólo por si acaso.

Pero Marietta empieza a creer que el resquemor y la incredulidad, poco a poco ganan terreno.

Ahora la lluvia regresa.

La neblina rodea la casa y el viejo perro tirado a sus pies, sobre la desgastada alfombra se remueve inquieto envuelto en una pesadilla que lo atormenta todas las noches o cada vez que el cansancio le gana.

Siempre la misma pesadilla.

En la que por más que lo intenta, por más que se esfuerza, por más que deje escapar su llanto de silbidos entrecortados, y ladre desesperadamente, no puede saltar la barda de alambre de púas, que lo separa de su prenda amada. Cada vez que, a ésta, las picardías del amor desinteresado la rondan.

Marietta no cree que la invada el resentimiento o la animosidad. Al menos no del todo. Más bien, una especie de disgusto se mece sobre los recuerdos del fuego de la chimenea que ya no ha vuelto a encender, desde que llegó a estar convencida de que los calores de la pasión, que parecían eternos, la habían convertido en un lujo innecesario.

Pero disgusto le suena muy duro. ¿Tal vez aflicción sirva mejor? ¿O mortificación?  ¿Qué tal y lo dejamos en soledad?

Amargura por supuesto sería una innecesaria exageración.

Sobre el escritorio donde una taza del té de romero que todo alivia, olvidado por ella, permanece frio. También se encuentra un improvisado portarretratos. Muestra una borrosa fotografía. Parece rescatada de algún naufragio, y que no por borrosa impide ver a una mujer muy bella que luce una sonrisa que la embellece aún más.

Se llama Lucrecia.

Igual que Marietta, Lucrecia hizo pedazos los innecesarios e incomprensibles papeles que la ataban. Y en los desencuentros de los amores que se acaban, el de ellas floreció como un estruendo. Como un barullo. Como una algarabía.

Pero la creencia de lo eterno termina, casi siempre, en decepción. Entonces aparece la desilusión, el desaliento, la tristeza. Y ahora que ha pasado casi un mes, a Marietta, le toca llorar por dentro. Que así duele más. Mientras, a través de la ventana mira como la perezosa lluvia cae con desgano. Toma un sorbo del frío té de romero que todo alivia, y algo parecido a una triste sonrisa enciende su mirada. Marietta piensa y piensa que piensa, y por más que piensa no puede dejar de pensar, que, aunque parecía haberse marchado, lo único que andará por ahí y se quedara siempre cerca; es la melancolía.

Bajo sus pies, el viejo perro despierta.

edgarsalguero@hotmail.com

Edgar Salguero
Edgar Salguero
PINTOR Y AHORA CUENTISTA, LLEGÓ DESDE COSTA RICA A GUANAJUATO HACE 45 AÑOS.

ÚLTIMAS NOTICIAS

ÚLTIMAS NOTICIAS

LO MÁS LEÍDO