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jueves, marzo 28, 2024

Hay recuerdos que nunca pueden ser borrados y no tienen por qué serlo.

Nadie traiciona a nadie si los recuerdos llegan como siempre llegan provocados por tantas increíbles e inesperadas razones o sinrazones, por casualidades o equivocaciones, por las lluvias con las que te arrullas en la oscuridad solitaria de la madrugada, o por las lluvias por las que tanto has esperado, y nunca llegan.

Puede que vayas caminando por una calle, por una plaza, por un jardín. Estás sentado en la oscuridad protectora de una sala de cine. Lees algún libro mientras la taza del café se enfría sin avisarte.

Distraída; tu mirada se pierde irresponsable entre la multitud en la que tu cerebro, de repente se fija en una organización de células muy parecida, hasta en el vestido de color verde menta que también llevaba mil años antes, alguien apenas distinta a la que ahora hace que tu corazón, igual que hace mil años, dé un vuelco.

Un perfume parecido. Un grito en la oscuridad. Cualquier ruido. Un tropiezo inesperado mientras caminas bajo la lluvia o bajo el sol. El periódico que se te va de las manos y cae. Alguien que llora desconsolado porque su equipo perdió. Alguien que también llora porque el suyo ganó. Un niño al que miras arrancar la cabeza, a una muñeca robada.

Una vaca que cruza de manera indolente y descuidada la carretera. Una pesadilla. Una distraída erección que te despierta por la madrugada cuando tu cama es demasiado ancha. La inutilidad de ir al trabajo. Los besos que robas. Los besos que das. Los besos que nunca te dieron. Los besos que se pierden.

Un auto que estaciona. Tú llevas prisa, pero tienes que esperar. O puede que mientras acompañas a tu madre enferma y soportas en silencio la telenovela de moda. Un cheque sin fondos. Una navidad sin regalos. La exagerada abundancia de un combo de las cadenas de hamburguesas gringas.

Las putas llaves que no encuentras. O las encuentras, pero ya no sabes para que las buscabas. Un inesperado aroma a cedro rojo. Un comercial en la tele que creías que ya no pasaban. Un anuncio que nunca habías visto y te provoca una carcajada. Un grafiti obsceno en la pared a obscuras. La muerte de un Papa. La revelación incuestionable del nuevo.

Una nube parecida a un corazón.

Una sequía a la que no se le ve fin.

El llanto contenido de tu corazón, cuando presiente que la traición está en camino.

Así llegan los recuerdos. Por cualquier motivo. Sin ninguna necesidad. Pero llegan y aunque sea por un instante te hacen compañía. No hacen daño a nadie. Se quedan sólo por un rato. Y no hay razón para intentar borrarlos. Ni aunque se pudiera.

Edgar Salguero
Edgar Salguero
PINTOR Y AHORA CUENTISTA, LLEGÓ DESDE COSTA RICA A GUANAJUATO HACE 45 AÑOS.

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