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viernes, abril 26, 2024

Toño Vidal

Es inevitable. Ocurre desde hace ya algunos años que, Toño Vidal, al despertar por las madrugadas, sepa de antemano dos cosas; una que el reloj de la mesilla junto a su cama está marcando las tres con cuarenta y siete, y dos, que recibirá el nuevo día, sentado frente a la computadora las más de las veces, haciendo nada.

No importa ni el día de la semana, ni el mes, ni la temporada del año. Y eso, literalmente, lo tiene harto y cansado. Pero no sabe que, hacer.

Antes de que la desesperación, termine por sacarlo de la cama, cuando todavía se aferra a la estéril esperanza de que algo interceda ante su insomnio, y por una vez al menos, regrese el sueño.

Mientras, a su lado, siente la respiración sosegada y tranquila de su mujer que duerme en paz. Y pierde cualquier asomo de lograr recuperar el sueño.

Entonces no le queda más remedio que hacer a un lado las sábanas calientitas. Tratando por supuesto, de causar el menor revuelo posible, y dirigirse al cuarto donde lo espera, en cuanto dé un clic casi al azar, el milagro de la brillantez en la pantalla que lo puede llevar a cualquier lugar que elija.

Y eso, en realidad, no le gusta.

No conoce gran cosa sobre tecnología.

Ni quiere aprender.

Sabe lo mínimo para buscar algunos documentales, leer algunas noticias de lo que pasa en cualquier lugar del mundo, ver alguna película, escribir algunas ideas que rondan su cabeza, en fin, matar el tiempo.

Además de escribir largas cartas a un amor imaginario, del que por supuesto, no tiene una dirección para enviarlas, ni, de tenerla, se atrevería a mandar alguna.

Sabe que todavía hace pocos años, la gente como él, porque también sabe que no es el único, se comunicaba a través de la radio de onda corta. Y le gustaría mucho, ver si así, pudiera llegar a conocer a su mujer ideal. Lo que Toño Vidal no sabe es que el uso de la onda corta es una práctica que, de seguir vigente, estará muy limitada en cuanto a la posibilidad de conocer ahí, por ese arcaico medio, a su mujer ideal. Además de que es más que sabido, que las mujeres guapas detestan comunicarse. Sea por onda corta. O larga. O internet.

Y es que, sin estar preparado para ello, un día cualquiera se quedó sin nada.

Dio tantas y tantas largas al asunto, que ese día, Carmela dándose media vuelta, le dijo: “Es mejor que no nos veamos más.” Aunque dos o tres años antes, en la cama, ella le advirtió: “Antonio, tú nunca te decidirás. Un día no me quedará más remedio que dejarte. Y te quedarás si mí. Y eso me preocupa.” Después, lo abrazó como tantas otras veces. Porque algo cierto, y no sabe, ni se explica el porqué, es que Carmela lo quiso, y ahora daría lo que fuera porque siguiera queriéndolo. Sabe que con un hálito que quedara, él, con esforzarse un poco, la enamoraría de nuevo.

Y eso lo llena de esperanza. A sabiendas de que la esperanza, raramente colma los anhelos de los que la tienen. Que es más bien una ilusión.

Y que las ilusiones; casi nunca se realizan.

 

 

Edgar Salguero
Edgar Salguero
PINTOR Y AHORA CUENTISTA, LLEGÓ DESDE COSTA RICA A GUANAJUATO HACE 45 AÑOS.

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