En nuestra historia de vida, la primera sociedad que conocemos desde que nacemos es la de nuestra familia. En esta primera sociedad aprendemos a comunicarnos, tratarnos, relacionarnos, nos culturizamos. También se generan las primeras experiencias, desde la parte física y emocional, que son sumamente importantes y vitales que determinan parte de nuestra calidad de vida.
Cuanto más equilibradas y saludables sean las dinámicas de nuestra familia, mejor fortaleza interna y salud emocional tendremos tanto de niños como de adultos.
Unas dinámicas familiares poco equilibradas y no atentas a las necesidades de los niños, pueden generar desigualdades y traumas que se arrastran de por vida. Cuando los roles en las familias vienen marcados por una jerarquía dominante sustentada en el miedo, la coacción y el control, todos los miembros sufren graves desequilibrios internos.
Algunas pautas que permiten generar vínculos sanos son:
– EMPATIA: Tratar de poner atención en lo que la otra persona piensa, lo que siente y cómo poder ayudarla, fomenta entre los familiares confianza, sensación de seguridad y poder comunicarse de forma más adecuada, ya que siempre será más sencillo expresar algo cuando vemos que otra persona nos está mostrando comprensión.
– COMUNICACIÓN: Se trata de escuchar a los demás, y asegurarnos de que el mensaje que queremos que llegue a la otra persona sea el adecuado, hablar de manera asertiva, es decir utilizando el lenguaje adecuado de acuerdo con la situación y nuestro sentir.
– SER JUSTOS Y EQUITATIVOS: No crear favoritismos ni priorizar siempre a uno por encima de otro, eso puede crear desigualdades entre los integrantes. Respetar las ideas u opiniones y tomarlas en cuenta.
-CREAR ACUERDOS: Cunado existan desacuerdos y discusiones y una vez hemos expuesto los argumentos lo mejor es intentar llegar a acuerdos siempre que sea posible, pero en ocasiones no se conseguirá y dejar de lado la discusión puede ser también una forma de resolverla y actuar en bien de todos.
– SER RESPETUOSOS CON LA INDIVIDUALIDAD: respetar la individualidad de cada integrante de la familia, es decir sus gustos, particularidades, aficiones y opiniones. Recordemos que la diversidad enriquece un ambiente en particular, además nos ayuda aprender de los otros.
– PASAR TIEMPO JUNTOS: Buscar puntos en común, actividades conjuntas que puedan hacernos disfrutar en familia es indispensable para mejorar estas relaciones, esto fomenta la interacción entre los integrantes de la familia, además de ser un factor de protección en prevención de riesgos psicosociales.
Es importante mencionar que estas recomendaciones no son una fórmula mágica ni exacta, ya que todas las familias funcionan de diferente manera tanto su dinámica y la forma de adaptar soluciones, sin embargo, estas recomendaciones son parte de ir creando un hábito y crear vínculos saludables.
En algunos casos, las familias tienen problemas mucho más arraigados, de los cuales se han ido agravando con el tiempo y será necesario la ayuda de un profesional o psicólogo que pueda orientarlos. Si este es tu caso te puedes poner en contacto con nosotros y nos comunicaremos contigo para ofrecerte las mejores herramientas.
