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viernes, marzo 29, 2024

CRÓNICA: La soledad de la capital en tiempos del coronavirus

Guanajuato, Gto. La ciudad vive días diferentes, es un abril como los otros: caluroso, pero las calles están solas, hay muy poca gente transitando. Son las 3 de la tarde y camino a la farmacia a comprar unas pastillas, sin violar la sana distancia que la pandemia de coronavirus ha impuesto desde hace semanas.

Y no es que la gente este metida en las cantinas, en sus casas comiendo, buscando la sombra, como dicen; solo los perros y los policías siguen cuando el sol aprieta, es abrazador. Hay muy poco ruido, se oyen hasta los trinos de pájaros que llegan de los árboles del Jardín de la Unión.

Tampoco hay mariachis ni norteños, solo canta la pareja de ciegos que diariamente se ponen cantar a unos metros de la puerta de la Presidencia Municipal; ella canta una de Shakira.

A unos pasos de la botica, un chavo como de 45 años, que trabaja en la bodega del ISSEG, me cuenta que en su trabajo está muy dura la cosa, que son cerca de 80 trabajadores y no les han dado ni siquiera tapabocas para trabajar.

“Y sudamos un montón, porque estamos llevando y trayendo, levantando cajas con medicinas, no se cuantas chingaderas. ¿Y que el coronavirus no se trasmite por el sudor?”, me pregunta sin esperar respuesta.

De regreso de la farmacia, igual, la calle de Luis González Obregón y Sopeña con muy poca gente, el Jardín de la Unión en calma, es extraño escuchar los trinos de los pájaros. Es un Guanajuato diferente, hace muchos años que no se tenían días como los de este abril de 2020, la ultima vez fue precisamente cuando la epidemia de influenza, a finales de abril y principios de mayo del 2009.

“A los chavos les vale madre, porque dicen que a ellos no se les pega, pero yo ya tengo 45 años, y tengo un montón de familiares diabéticos; por eso y ojalá y le salgan bien las cosas al cabeza de algodón, y detengan el virus antes que nos llegue de lleno, eso es lo que yo pienso”, dice un trabajador del ISSEG.

Es muy bello Guanajuato con sus calles solas, tranquilas, como el Guanajuato de los años 60 del siglo pasado, todavía de los 70, cuando el calor de abril y los horarios de trabajo dejaban calles se quedaban en silencio, vacías.

Y recibo un mensaje en el teléfono, me avisan que murió Ruben Fonseca, el novelista brasileño, creo que tenía casi cien años; tuvo una larga vida y murió en un momento en el que las cosas se están poniendo muy feas para los viejos y no solo por el coronavirus, sino también creo que por el miedo y la ignorancia.

“Hay que pensar positivamente, no dejarse vencer, ánimo”, me dijo un joven que vende pulseritas, el otro día que baje al deposito de la corona a comprar una tercia de botes de modelo, me cayó bien el buey.

“Sí para que se vaya el coronavirus tenemos que soportar a los norteños, los mariachis, el reggaeton y la música de banda que invade el centro de la ciudad, a las estudiantinas y a los vendedores ambulantes, a las hordas de turistas mexicanos, gringos y japoneses, ni modo, que regresen; pero no va a ser así, hay quien dice que ese mundo ya se acabó.

Hay que esperar y aguantar, tener paciencia, como decía Kalimán, a quien por cierto hace un buen rato que no lo veo, tal vez el si este cumpliendo estrictamente con el quédate en tu casa”.

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