Guanajuato, Gto. Aunque los tiempos han cambiado y el reconocimiento de los derechos de las personas de la comunidad de la diversidad sexual han tenido avances significativos, vivir en el seno de una familia conservadora donde la liberación sexual más allá de un tabú es un “pecado”, no han permitido que Román haga pública su orientación sexual.
Así es la vida de Román, quien nació en el seno de una familia ultraconservadora, algo muy común en uno de los estados del país donde la doctrina religiosa tiene mucha influencia en el desarrollo de la vida cotidiana.
Esto implica, de acuerdo con Román, crecer en un entorno rodeado de sermones y una formación que busca lograr el crecimiento acorde a la tradición conservadora.
Sin embargo, estas “enseñanzas” son obsoletas cuando tu identidad de género está definida, cuando para ti el amor no significa la unión únicamente entre un hombre y una mujer.
“Fue difícil crecer escuchando a mamá decir, viste que el hijo de sutanita resultó ser jotito, escuchar eso, cada vez me generaba más temor de poder decirle a mamá sobre mis preferencias”, narra Román.
Cuenta que en muchas ocasiones intentó hablar con sus padres sobre su orientación sexual, pero los pensamientos de perder a su familia, al no encajar en el modelo de vida que le habían inculcado, reprimía ese anhelo ser libre.
Pero no solo en la familia nuclear, el conservadurismo era el pan de cada día, pues en las reuniones con los tíos, los primos, los abuelos, este tipo de ideologías eran el postre de las comidas.
Román cuenta que con las luchas libradas por las personas LGBTIQ, generaban el rechazo de la familia, quienes criticaban “el descaro” que tenía la comunidad al salir a protestar.
Eran frecuentes las expresiones de “cómo se atreven a salir así vestidos a la calle”, “ve se están besando una mujer con otra” al encontrar una pareja por las calles y culpar a su familia por no inculcar a temprana edad un correctivo.
“Como poder pensar en llegar un día con una pareja y con toda libertad decir a la familia, les presento a mi novio, pues podría generar el repudio de mis padres, que eso podría significar dejar de hablar con mis hermanos”.
Román es el segundo, tiene un hermano y una hermana, y aunque la relación siempre ha sido buena, principalmente con su hermano mayor, su identidad sexual es un secreto que no ha podido confesar.
Señala que no es que sus hermanos tengan el mismo pensamiento de los padres, pero el poder contarles la verdad de nada valdría si de todos modos sería un secreto de confesión.
“Claro que he tenido parejas, pero siempre es a escondidas, y es frustrante, ver como a mis ellos sus familias los apoyan, conocer a la madre, al padre y ser felices por la alegría de su hijo, algo que en mi casa es impensable”, expresa.
Román comentó que muchas de sus relaciones han terminado debido a que las relaciones se han llevado a escondidas y no poder manifestar el amor que siente por no tener problemas con su madre.
Hoy Román, de 26 años de edad, aunque ya no vive con sus padres, prefiere evitar los diálogos sobre su formación familiar, una interrogante recurrente en la familia, pues el anhelo de los padres ver a sus hijos con una esposa, esposo en el caso de su hermana, tener la casa llena de nietos.
“Imagínate esto, si ya de por sí la homosexualidad es un pecado en casa, ahora el pensar que algún día podría casarme, adoptar una niña, no, es complicado, no me gustaría ver el rechazo que mis papás tendrían hacia ella”.