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miércoles, abril 30, 2025

Sin apoyo ni protección, miles de niños en Guanajuato crecen solos tras el encarcelamiento de sus padres

Guanajuato. En Guanajuato, cientos de niñas, niños y adolescentes viven en total desprotección tras la detención de sus madres, padres o cuidadores, sin embargo no existe en el estado un protocolo que garantice su bienestar ni rutas claras de atención, denunció Laura Villanueva Franco, especialista en derechos de infancia.

A esta población se le conoce como NAPES (Niñas, Niños y Adolescentes con Referentes Adultos Privados de la Libertad), y pese a su creciente vulnerabilidad en la entidad.

Foto: Cortesía

“Cuando una mujer es detenida, nadie verifica qué pasa con sus hijos. No hay un procedimiento oficial que asegure su cuidado ni el cumplimiento de sus derechos”, explicó.

Villanueva Franco explicó que en muchos casos, los menores quedan bajo la tutela informal de una abuela, tía o vecina, sin respaldo legal que les permita inscribirlos en la escuela, autorizar tratamientos médicos o solicitar apoyos como becas escolares.

Agregó que además del abandono institucional, enfrentan violencia estructural y discriminación. A esto se suma la falta de acceso a atención psicológica, especialmente necesaria para procesar el duelo por la separación forzada.

“Hemos documentado casos donde se les niega el ingreso a escuelas por ser hijos de personas privadas de la libertad, sin considerar su situación emocional o el principio del interés superior del menor”, lamentó.

Foto: Cortesía

La especialista dijo que tampoco existen mecanismos oficiales para acompañarlos en visitas a centros penitenciarios ni políticas de sensibilización entre autoridades educativas, de salud o seguridad.

Aunque Guanajuato no es el único estado con esta problemática, se encuentra rezagado frente a ejemplos como el Estado de México, donde ya se implementa un protocolo de atención, o Guatemala, que ha reconocido legalmente a esta población.

Laura Villanueva subrayó la urgencia de articular mesas de trabajo interinstitucionales y construir diagnósticos que permitan dimensionar el problema.

“No sabemos cuántos niños están en esta situación. No los estamos viendo, no los estamos cuidando. Y muchos han normalizado entornos violentos desde pequeños”, concluyó.

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