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lunes, mayo 5, 2025

“Domingo Negro”, 20 años de dolor en Celaya

Celaya; Gto.- Son las 9:50 de la mañana del domingo 26 de septiembre de 1999, ahí se detuvo el tiempo en Celaya, sobre todo para quienes vivieron la tragedia, testigos de las tres explosiones, más todavía para los que perdieron un ser querido o quedaron heridos de por vida, esas son las huellas al conmemorarse 20 años de aquel “Domingo Negro”.

Foto: Recopilación.

A 20 años nadie tiene la cifra real de víctimas, pero algunos fijan 72 personas muertas, 350 lesionadas y tres desaparecidas. Innegablemente una tragedia que no debe repetirse, que marcó un antes y un después en la vida cotidiana de la ciudad.

Cicatrices del Alma
“Hijo, hoy te vi nacer y hoy me iba tocar verte morir”. Gerardo Arellano Martínez, comandante honorífico de Bomberos, recuerda las palabras de su madre de aquel día, sus ojos se cristalizan y enrojecen, hace una pausa para evitar llorar. “Ese día (26 de septiembre) también es mi cumpleaños, pero volví a nacer”.

“El Pocholas” uno de los fundadores del GNP (Grupo Nalgas Prontas) de Bomberos, recuerda que terminó su turno como Bombero Voluntario y fue a la Central de Abastos para comprar elotes para prepararlos en su cumpleaños. Se regresó a comprar chile piquín y limón cuando observó el humo de la primera explosión, se reportó a la Central en la calle Pípila y fue uno de los primeros en llegar a la zona del siniestro.

“Hijo, hoy te vi nacer y hoy me iba tocar verte morir”. Gerardo Arellano Martínez, Bombero

Una segunda explosión lo arrojó hasta el otro lado de la calle. “No supe ni cómo llegue hasta el otro lado, tuve la fortuna que no perdí el conocimiento, traté de moverme, me arrastré me sangraba la pierna y me hice un torniquete con mi cinturón, eran chorros de sangre, pero eso me permitió salvar mi vida”:

Ahora en la esquina de la calle Antonio Plaza y Felipe Ángeles, hay dos taquerías y un negocio de pollos rostizados, pero justo en esa esquina, Guillermina Domínguez, como hace 20 años, vende jugos y recuerda que, embarazada corrió junto con otra de sus hijas y logró salvar su vida cuando comenzó a quemarse el local.

“luego me enteré cuantas personas murieron, cuantos conocidos, duele es muy triste, siempre será sin importar el tiempo que pase”, Marcela Moreno. Foto: Ricardo Aguilar.

“El piso parecía como si hubiera aceite, hasta pareciera que se movía. Creo que mi instinto de madre me hizo correr con mi hija. Ya no supe más, luego me enteré cuantas personas murieron, cuantos conocidos, duele es muy triste, siempre será sin importar el tiempo que pase”.

Se dice que fueron tres explosiones, la más fuerte cuando el fuego alcanzó las dos toneladas de pólvora almacenada en la bodega del negocio donde se vendía pirotecnia, pero el fuego comenzó en la vitrina donde se exhibían todos los artefactos, quizá porque de algún modo, lo incitó el calor del comal de las tortas calientes que también vendían.

Emilio, gerente de una tienda de dulces, recuerda que no fue la primera vez que había fuego en el local, nada grave en las anteriores, porque los dueños hasta hacían demostraciones de los cuetes que vendían, era común, como era normal que se tuviera permiso para la venta de pirotecnia, pero desde aquel día, en ningún local ahora se venden.

Hoy la tragedia parecer haberse olvidado. Foto: Ricardo Aguilar.

“Yo llegué con mi mamá para abrir el negocio, pero le pregunté si trabajábamos o no, porque ya estaban los bomberos frente al negocio, le echaban ese polvo que traen a la vitrina, la empujaron para adentro y después vino una explosión, solo recuerdo que me volteó cuando sentí como un golpe y después, sangraba de la cabeza. Ahí a media calle, se murió un empleado”.

Entre las víctimas mortales, fueron cuatro socorristas de Cruz Roja, el bombero Juan Manuel Segoviano Mendoza, dos reporteros y entre los desaparecidos, Ignacio Ojeda, propietario de la abarrotera, pero de aquellos lesionados quienes sufrieron amputación de extremidad, poco son los que sobreviven después de 20 años.

“La moralidad no prescribe y aquellos heridos que no pueden sostenerse se debe apoyarlos”, es el exhorto de Fernando Amate, cronista de la ciudad, al lamentar que la veda que priva en la ciudad desde aquel día no se respeta, aún y cuando marcó un antes y después en la ciudad, en la vida cotidiana de las personas.

“Es una tragedia enorme, un error humano que no debe repetirse. Nos quedamos con el dolor toda la vida, el luto es pasajero para digerir ese dolor, pero no se debe medrar de manera política con la tragedia, aún ahora, la ciudadanía pide lo mismo, es un reclamo permanente de justicia y que terminen de cerrarse los capítulos, como es el estricto seguimiento a la veda de la pirotecnia”.

En el lugar donde ocurrieron las explosiones se prometió construir una capilla, también se prometió atención de por vida a los lesionados, subsidio y condonación del impuesto predial y agua potable, pero era una lucha de todos los años para que se hiciera valer a través de un movimiento social para todas las víctimas que encabezaron Florencio López Ojeda, ya fallecido y el abogado Juan Martínez.

Foto: Ricardo Aguilar.

A 20 años, este jueves, la memoria alcanza para recordar a los fallecidos en una misa dedicada a las víctimas,  oficiada por el Obispo de Celaya Benjamín Castillo Plascencia, a las 10:00 de la mañana en la Catedral pero después de dos décadas, difícilmente una celebración eucarística podría transmitir a una nueva generación el dolor que todavía revive en la ciudad cuando retumba el estallido de cuetes que se venden de manera clandestina y que comienzan a ahogar los sollozos que cada año se escapan del pecho de aquellas 420 familias víctimas del “Domingo Negro”.



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