Guanajuato, Gto. El estado de Guanajuato cuenta con más de un millón 228 mil alumnos en educación pública, según datos del Sistema Interactivo de Consulta de Estadísticas Educativas de la Secretaría de Educación Pública.
Acompañando el aprendizaje de ese millón de alumnos, hay casi 55 mil profesores, divididos entre 15 mil varones y 40 mil mujeres. Es decir, el 73 por ciento de los docentes en Guanajuato, son mujeres.

En el marco del Día del Maestro, Zona Franca reflexionó sobre los retos que tienen las personas que se dedican a enseñar y acompañar en su aprendizaje a las nuevas generaciones, entrevistando a dos profesores de educación básica: un maestro de primaria pública y una maestra de preescolar particular. Ambos con más de diez años de experiencia en la docencia.
En el caso de la educación pública, José Alberto Espinoza, subdirector académico de la Primaria Ignacio Allende en Guanajuato capital, reconoció como retos el aplicar nuevos métodos de enseñanza y también nuevos conceptos y habilidades para las nuevas generaciones, como el cambio climático y el uso de las nuevas tecnologías.

“Los niños del ayer ya no son los niños del ahorita por todo lo que se ve en redes sociales, en los medios de comunicación, o situaciones que se presentan en las familias. Ese reto se disfruta y se va llevando día a día: al ver a los niños llegar y salir y al poco a poco irlos llevando y ver cómo van avanzando en el ciclo escolar”, comentó.
Alberto Espinoza tiene diecinueve años en la docencia: ha sido profesor frente a grupo, apoyo técnico y ahora subdirector académico. Decidió ser docente influido en la vocación de sus propios maestros de primaria.
Durante la pandemia, la primaria en la que es subdirector: la Ignacio Allende, mantuvo al 99% de su alumnado. Entre las estrategias que señala que les ayudaron, comenta está el buscar estrategias y mantener una comunicación constante con los padres de familia. Y tras el regreso a las aulas, apoyarse con actividades extracurriculares, “retomando” el esquema de las extintas Escuelas de Tiempo Completo: taller de robótica, taller de fotografía y diseño digital, taller de guitarra, etc.
Por último, destaca el trabajo de sus compañeros maestros quienes están al frente del grupo.
“Son los que deben ser reconocidos, valorados. El trabajo también de aquí, de la escuela, es trabajar con diferentes contextos con el compromiso de los padres de familia. Tenemos un porcentaje muy alto de padres comprometidos con los docentes, pero otro porcentaje que está empezando a ver a la escuela como ‘el lugar donde podemos dejar al niño por un tiempo’, y no hay altas expectativas para ese niño. Esa es la parte: el trabajo que hacen (los docentes) con los niños que requieren apoyo, que van un poquito más rezagados en aprendizajes, también es muy bueno reconocerlo”.
Destaca que el acompañamiento en el aprendizaje no debe ser únicamente labor de los docentes: también deben participar los padres de familia o tutores.

María, quien actualmente es maestra de preescolar en una escuela particular, lleva alrededor de 15 años siendo docente en el sector privado. Trabajó dando clases en primaria por más de diez años, un año en la Universidad y dos años en Preescolar.
Después de pasar un tiempo en una escuela con un modelo de educación “libre” o no escolarizado y regresar a la educación “tradicional”, rescata de su experiencia el acompañar el aprendizaje de una forma no “aprensiva” con los estudiantes y mantener una balanza entre permitir la libertad de adquisición del aprendizaje, pero con límites. Al explicar cómo es el modelo “libre”, reconoce que encuentra muchas similitudes con el nuevo modelo de 2022 que propuso la Secretaría de Educación Pública.
“Son importantes las reglas, es importante que haya una organización, pero no tiene que ser tan rígida. Respetando esa particularidad de los niños: el ritmo de trabajo de ellos, el que no todos tienen que aprender igual. Sobre todo porque todos somos personas (niños y adultos) y todos merecen ese respeto al ritmo, a las cualidades”.
Uno de los retos que percibe dentro de la educación particular, es el acompañar las necesidades de cada estudiante.
“A veces el tiempo no te da, porque cada estudiante aprende de forma diferente. Y a lo mejor creo que ese es un gran reto: que el docente pueda hacer los ajustes de acuerdo a las necesidades de cada niño”.
Señala que es más frecuente encontrar alumnos con trastornos de aprendizaje, como el Déficit de Atención e Hiperactividad, o con condiciones, como el espectro autista, que implican diseñar las maneras adecuadas de acompañar su aprendizaje.
Al igual que la experiencia del subdirector Alberto Espinoza, María también destaca la importancia del acompañamiento de la familia en el aprendizaje: cuando los padres acompañan a sus hijos, es más fácil que el aprendizaje se dé.
“A veces la familia no tiene tiempo, no tiene la disposición para acompañar a su hijo, eso lleva a que el niño no aprenda de una manera acorde a lo que él puede hacer. Sí es muy importante que haya un equilibrio si alguna situación no está del todo estable: si tiene un problema el niño…si hay una separación, por ejemplo, la primera necesidad en primer momento del niño es atender la cuestión emocional y posteriormente el aprendizaje”.
“Cuando un niño pasa por una crisis es necesario atender primero eso porque muchas veces el aprendizaje no es posible. Igual cuando vienen con sueño, con hambre, es necesario cubrir esa necesidad, aunque yo le pida al niño que esté atento, el niño va a tener sueño y no me va a escuchar. Son de los retos a los que nos enfrentamos en la escuela particular”.
María reconoce que la Secretaría de Educación le ha dado mucho peso a adquirir herramientas emocionales, pues se trata de un área fundamental para que el aprendizaje pueda darse.
Por último, desde su experiencia también advierte que los niños y niñas en preescolar (aproximadamente un 60% de ellos) presentan dificultades en sus habilidades motoras:
“No sé si tenga que ver sólo con la pandemia o si tenga que ver con cambios de hábitos, o de la vida que hay ahora. La inseguridad ha generado que los niños no tengan a lo mejor la posibilidad de salir a jugar como antes, como a mí me tocó hacerlo en el campo; poder subir árboles, poder andar en la calle frente a la casa, jugando fútbol o a las muñecas. (…) Lo que observo sobre todo en los niños de preescolar, es que les faltan habilidades motrices, que son base para aprender a leer y a escribir”, comenta.
Otra hipótesis que da, es el uso de celulares o aparatos electrónicos (a temprana edad), pues se usa cada vez menos el juego para fortalecer la motricidad gruesa y fina.
Si bien, un beneficio que percibe del contexto en el que aprenden las nuevas generaciones, es la posibilidad de aprender de una manera diferente a través del amplio acceso a la información que permite la digitalidad.