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viernes, abril 19, 2024

Guadalupe Cayente Moreno; el suplicio de una madre sin justicia

San Miguel de Allende, Gto. Guadalupe Cayente Moreno, madre que entre el dolor profundo de haber perdido a su hijo y la impotencia por las nulas acciones para que el hecho se esclarezca, clama una sola cosa: justicia.

Guadalupe Reyes Moreno
Guadalupe Reyes Moreno, no encuentra la paz ante la falta de justicia por el asesinato de su hijo menor, Leonardo, a manos de quienes debieran protegerlos. Foto: Miguel Castro.

Vive en la comunidad Corralejo de Abajo en el municipio de San Miguel de Allende. Su casa es humilde; son tres habitaciones de adobe y una más de tabique rojo, todos con techo de lámina.

La figura de Guadalupe es pequeña y se ve menguada todavía más por el sufrimiento que padece desde el pasado 12 de diciembre de 2018 cuando Leonardo, el menor de sus hijos, fue asesinado por elementos de las Fuerzas de Seguridad Pública del Estado.

Se cumplen ya 90 días de la muerte de Leo, como le llama su madre. Son cerca de las dos de la tarde, es 13 marzo. El sol abrasa y el camino de terracería avanza cuesta abajo hasta la comunidad.

Corralejo de Abajo es apacible y pequeña, se conforma por cerca de 50 casas, enclavadas en una cañada; a un costado fluye el Río San Marcos.

Al lugar lo envuelve un silencio puro, como estampa fija de exposición de múltiples paisajes.

En ella habitan cerca de 193 personas, muchos de ellos son migrantes como lo fue Leonardo Reyes Cayente, desde los 17 años, por más de cinco años trabajó en Estados Unidos debido a la falta de oportunidad que había en su pueblo.

Guadalupe espera con su dolor a cuestas, con el semblante agobiado pero con coraje suficiente para seguir pidiendo justicia.

Su llanto es visible, las lágrimas corren por su rostro, Guadalupe se sienta para dialogar y responde de inmediato a la pregunta: “¿Cómo está?”.

“En mi vida con mucha tristeza. Haga de cuenta que como si no hubiera pasado nada, no nos han dado una respuesta, como que los encubren, a uno lo ignoran. Somos pobres, vea nuestra casa cómo está, somos pobres, pero no como ellos dicen, somos pobres, pero no es cierto lo que ellos dicen, no con las costumbres que dicen.

Guadalupe Cayente Moreno 2
Guadalupe, su esposo y su hijo viajaron desde Texas en la camioneta que había comprado Leonardo, para pasar las fiestas de fin de año en su tierra. Foto: Miguel Castro.

“Nosotros no estábamos aquí. Teníamos tres días de haber llegado de Estados Unidos, mi hijo manejo desde San Antonio, Texas hasta aquí.  Veníamos mi esposo, él y yo con el gusto de él de llegar a su comunidad como cada año desde que tenía solo 17 años, él traía su camioneta que le costó, que aún la estaba pagando, se la destrozaron, no se vale, no se vale lo que hicieron con mi hijo”, lamenta mientras la vence el llanto.

Guadalupe con 53 años, su rostro afligido por la tristeza y el llanto como testigo de su dolor pareciera que envejeció prematuramente, insiste en que no entiende lo que pasó.

Unas horas antes, el 12 de diciembre del 2018, día de la virgen de Guadalupe, Leo había participado en un torneo de futbol y luego había llegado a la casa, por la tarde con un balón que había ganado por su buen desempeño en los partidos.


Más tarde les preparó la cena, señala que estaban todos reunidos. El padre, sus demás hermanos, cuñadas y sobrinos de Leo departiendo en la mesa entre bromas y risas; la madre recuerda que la abrazó con mucho cariño y se dirigió a uno de sus hermanos diciéndole -cuídala hermano, cuídala porque te la gano-, no sabían que era la última vez.

Momentos después, Leonardo avisó su madre que subiría a la lomita a buscar señal para llamarle por teléfono y presumirle a su novia en Estados Unidos, lo que le había pasado durante el día, “Ahorita vengo mamá no tardo voy a buscar señal”, recuerda que le dijo.

Leo subió a su camioneta y quizá por una corazonada su madre quiso detenerlo, “no vayas Leo ya es noche hace frío, mejor mañana temprano vas, quédate Leo” fueran las últimas palabras que pudo dirigirle su madre en vida a Leonardo.

Arrancó en su camioneta, en su humilde cuarto se quedaron tres sobrinos que compartirían la cama con él para dormir.

La noche que lo mataron, sus sobrinos se quedaron esperándolo con la puerta de la habitación que compartían abierta. Foto: Miguel Castro.

“Lo querían mucho mis nietos, jugaba con ellos se divertían con él, era un muchacho bueno mi hijo que no hacía mal a nadie al contrario apoyaba a la gente de la comunidad, que también lo quería mucho porque les ayudaba en su tarea era participativo era querido mi hijo”, Guadalupe Cayente Moreno.

En el pueblo nunca había pasado nada, la comunidad es pequeña, tranquila, se cuidan unos a otros y se ayudan entre todos. Por eso Guadalupe dormía plácida cuando llegó uno de sus hermanos preguntando por los muchachos “¿Están todos? ¿Esta Leo? “me desperté pensando que pasaría”, relata.

El tío de Leo les contó que había visto policías rodeando una camioneta en la lomita a donde Leo había ido en búsqueda de señal.

De inmediato la madre pensó en su muchacho, corrió rápido a abrir la habitación de Leo y sólo percibió la figura diminuta de los tres chiquillos que se quedaron esperando a su tío. De inmediato se alistaron para salir corriendo hacia el lugar.

Poco antes de llegar a lo lejos vieron la escena descrita por el tío, y en diversas ocasiones escucharon disparos.

Guadalupe relató que la familia atestiguó disparos, risas y burlas entre policías que rodeaban la camioneta de Leonardo. Foto: Miguel Castro.

Arrastrándose entre la hierba ella, su esposo, su hermano, su nuera y otro de sus hijos estuvieron observando desde una distancia prudente unos por un lado ella y su nuera por otro.

“Vimos la camioneta de Leo, tiradas en el suelo para que no nos vieran, estaba una patrulla hacia el frente y otra por detrás tenían en medio la camioneta de Leo, decían cosas, puto Reyes, perro, uno dijo ya valió verga, vámonos a retirarnos decían”, relató.

“La camioneta estaba buena, luego ya cuando sacaron las fotos que publicaron los mismos policías, la camioneta estaba deshecha tumbaron un huizache tumbaron un nopal la camioneta estaba entera cuando nosotros la vimos”, agregó.

“Movieron la camioneta, en ese momento prendieron las luces de la patrulla y uno grita apaga eso, era de noche no se veía nada estaba oscuro, se escucha la voz de una mujer también policía se reían, empezaron a alumbrar con lámparas y nos retiramos de ahí muertas de miedo creíamos que también nos iban a disparar, nos fuimos de ahí todos con miedo”, recordó la madre.

La familia decidió ir a la cabecera municipal de San Miguel de Allende, con la esperanza de que Leo apareciera en algún hospital, en la cárcel o en algún otro lugar sin embargo no lo encontraron, tampoco encontraron respuestas, la mañana los sorprendió en la entonces Subprocuraduría de Justicia las respuestas tardaron.

“Tuvimos que hablarles a los licenciados ya luego supimos todo lo que la policía decía; que iba con otros dos, que los habían atacado, puras mentiras, nosotros vimos lo que pasaba lo que sucedía ahí, no es cierto lo que ellos dicen, Dios lo sabe nosotros lo sabemos”

A partir de ahí para Guadalupe es todo dolor, sufrimiento, impotencia, coraje, desesperación y desolación, tiene miedo: “si algo me llega a pasar a mí, a mi familia le echo la culpa a ellos, a los policías, ¿a quién más?”, señala.

La única promesa que la autoridad le ha cumplido a medias es devolverle la ropa de su hijo. Foto: Miguel Castro.

“Que paguen con cárcel todos los daños causados, mi hijo no era malo uno sabe lo que tiene en su casa mi hijo no tenía necesidad de andar de asaltante de carretera él trabajaba, él era bueno, ¿dónde están los otros?  que decían que lo acompañaba, dicen que fue un enfrentamiento ¿dónde están los policías heridos?  mentiras ellos hicieron todo, solo ellos”, afirma convencida.

La versión oficial es mucho muy diferente a la de Guadalupe. Tras el homicidio, la Comisionada de Seguridad en Guanajuato, Sophia Huett, declaró que los elementos de las Fuerzas de Seguridad Pública del Estado actuaron “conforme a protocolo”, pues habían sido atacados a balazos por Leonardo, e incluso mencionaron que el joven portaba armas dentro de su camioneta.

La exigencia de Guadalupe es la misma que le hizo al Gobernador Diego Sinhué cuando lo interceptó en una gira de trabajo en Texas, que se haga justicia y ni ella ni nadie vuelvan a pasar por lo que está pasando.

Y asegura que hasta donde dios le dé licencia, estará de pie luchando hasta lograr justicia, con fe en Dios tener apoyo y fuerza y “tope donde tope”, ella seguirá, lo jura por ella y por su hijo.

La foto de Leonardo enmarcada en madera se ha vuelto símbolo de la lucha de su madre por encontrar justicia. Foto: Miguel Castro.

De imprevisto se levanta de la silla y trae consigo una fotografía de Leo enmarcada en madera, que ya es el símbolo de su lucha, entre sus manos ha recorrido la entonces Subprocuraduría de Justicia, la Subprocuraduría de los Derechos Humanos, el Consulado de los Estados Unidos, todos ellos ubicados en esta ciudad.

La madre y la fotografía se han reunido con diversos funcionarios y personas, busca que la Fiscalía General de la República atraiga el caso, pero nada, son sólo promesas las que ha obtenido.

Solo una se la cumplieron a medias, la devolución de las pertenencias de su hijo, le entregaron su playera, su chamarra y su cartera vacía solo con las identificaciones que traía, sus tarjetas bancarias pero el dinero que contenía alrededor de dos mil dólares y cinco mil pesos mexicanos, no se sabe dónde quedaron.

De vuelta a donde sucedieron los hechos, narra paso a paso lo vivido ese día, el llanto la vuelve a dominar en plena lomita donde Leo salió a buscar señal y ya no volvió a casa con los suyos.

Roberto Gutiérrez Torres
Roberto Gutiérrez Torres
Reportero Zona Norte del Estado. "Seremos estrategas minuciosos buscando siempre el objetivo" robertogtz64@gmail.com / @Roberto_GtzT

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