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viernes, marzo 29, 2024

En el olvido y abandono obelisco al Padre Jarauta

Guanajuato, Gto.- En el olvido y abandono se encuentra el obelisco que se levantó en la plaza de Valenciana, en memoria del cura y guerrillero español Celedonio Domeco de Jarauta, en el lugar donde fue fusilado el 18 de julio de 1848, por oponerse al tratado Guadalupe Hidalgo, por el que México perdió más de la mitad de su territorio.

Monumento al padre Jarauta. Fotografía: Alfonso Ochoa.

En un hermoso artículo publicado por la revista Proceso el 18 de diciembre de 1999, del poeta y escritor José Emilio Pacheco, titulado “¿Dónde está el Padre Jarauta?”, en el que se hace referencia al olvido en que quedó al no figurar entre los héroes nacionales, a pesar de que se opuso de manera tenaz hasta el último momento a la invasión gringa y al infame tratado a través del cual México fue mutilado.

En Guanajuato la resistencia al olvido total del heroísmo del cura español es el obelisco de cantera, de poco más de tres metros de altura, que se “construyó a iniciativa de Francisco H Montoya y a la cooperación de varios patriotas en julio 18 de 1891”, se señala en una de las losas del monumento, el que tiene un avanzado grado de deterioro, pues a los lados del obelisco el espacio se usa como estacionamiento.

Hace más de cinco años el doctor en historia José Luis Lara Valdés, llamó la atención en el abandono en que se encuentra el obelisco recomendando que se protegiera de la posibilidad de que algún automóvil lo impacte; nada se ha hecho, muy probablemente la autoridad municipal no sepa ni quien fue el padre Jarauta.

El padre aragonés, quien huyó de España a la Habana Cuba después de la primera guerra carlista, pasó a Veracruz en donde ofició de cura y en donde se levantó en armas contra la invasión yanqui; fue un guerrillero muy activo.

Tal vez Jarauta fue el único que pensó en el destino que esperaba a los mexicanos del otro lado de la nueva frontera: “¿Veréis con sangre fría vendidos a nuestros hermanos de California, Nuevo México y Chihuahua (la parte que se amputó al estado)? ¿A esos valientes que constantemente se han batido con una vanguardia vuestra para sostener la religión, las costumbres y la nacionalidad de México? ¡No, mil veces no!”, se señala en el artículo de José Emilio Pacheco, que fue la respuesta del español al tratado de Guadalupe Hidalgo.

Contra el padre fue movilizado Anastasio de Bustamante, viejo oficial realista que desde la presidencia y en complicidad con Lucas Alamán tramó el asesinato de Vicente Guerrero. En una hora de total confusión, el gran periódico del liberalismo, El Monitor Republicano, exigía castigo para “el indigno eclesiástico, el apóstata, el aventurero, el pérfido”

El padre se adueñó de Guanajuato y logró el apoyo de los mineros para fortificar los cerros y la Alhóndiga de Granaditas. Bustamante reunió a sus tropas en Silao y atacó al mismo tiempo todos los puntos defendidos por los rebeldes, se señala en el artículo del poeta fallecido en 2014.

En los feroces combates destacó Leonardo Márquez, el futuro “Tigre de Tacubaya” y lugarteniente del imperio. Márquez tomó el cerro de la Gritería pese a la obstinada defensa del padre Jarauta y lo condujo hasta la Valenciana Allí Bustamante cumplió las órdenes del general Mariano Arista, ministro de la Guerra, y lo fusiló el 19 de julio de 1848, se señala en el artículo de Proceso de 1999.

En las efemérides de Lucio Marmolejo, se afirma que los habitantes de Guanajuato apoyaban las acciones del español, pues además otro lugarteniente de la resistencia fue Manuel Doblado, quien escapó de la muerte, para posteriormente tener un papel muy importante en la historia de Guanajuato y del liberalismo y en la guerra contra el segundo imperio.

Los restos de Celedonio Domeco Jarauta están depositados en la basílica colegiata de Guanajuato; valdría la pena recordar al cura español, ahora que está tan vigente el tema de la relación con los Estados Unidos de América e impedir que continúe el deterioro del monumento que se levantó en recuerdo a su sacrificio.

El artículo de José Emilio Pacheco, concluye con una elegía popular al sacerdote guerrillero que a continuación se reproduce:

“Jarauta causó terror
al yanqui en la odiosa guerra,
porque hizo morder la tierra
al enemigo invasor
¿Cuál fue su premio? Dolor,
haber sido fusilado,
fue su fin muy desgraciado
y ya jamás lo veremos;
aunque por más le gritemos:
—¿Dónde estás, Jarauta amado?”

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