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viernes, abril 26, 2024

¿A dónde va el PC cubano? Primeras impresiones sobre la apertura del VI Congreso

La imponente revista militar anterior al congreso del Partido Comunista Cubano, postergado durante nueve años, y el discurso de Raúl Castro, máximo dirigente militar y ahora político, de Cuba, tienen un mismo sentido. Una parte de la burocracia, la más eficiente y justificable –la militar— dadas las condiciones de Cuba quiere reforzar, en efecto, el aparato del Estado, el verticalismo decisionista y la disciplina para encarar el intento de hacer cuadrar el círculo de combinar planificación (en realidad, piensa en el planeamiento, que no es lo mismo) y mercado, que depende en Cuba del mercado mundial y es, por definición, caótico, volátil, incontrolable.

Para eso llama al orden al Partido, que  con su “inmovilismo fundamentado en dogmas y consignas masivas” (según el propio Raúl Castro), sus privilegios en el momento de ocupar puestos para dárselos a personas no calificadas y su usurpación del poder de decisión que corresponde a los Jefes (así los califica) de las empresas, ha trabado muchas veces la aplicación de las orientaciones y de las resoluciones.

En el discurso de Raúl Castro campea la decisión de combatir burocráticamente contra los sectores menos modernos y eficientes de la burocracia: el sector estatal y el de los burócratas partidarios exégetas de los textos sagrados tomados del “socialismo real”. El discurso tiene un sentido à la Deng Xiaoping, con un barniz específicamente cubano más libertario, y está marcado por un fuerte pragmatismo y por la despreocupación teórica socialista. Eso le hace hablar, con respecto a la libreta de abastecimientos, que plantea suprimir en un próximo futuro, del “nocivo carácter igualitarista” del principio que la instituyó (dar a todos un piso de consumo asegurado) o sostener que “en la Revolución está todo dicho” (eliminando así – en aras de la aplicación disciplinada de las directivas— la discusión con la población, la recolección de ideas e iniciativas de éstas, la discusión en el propio partido, o sea todo lo que hace crecer políticamente en la preparación del socialismo).

El discurso implícitamente condena el igualitarismo y sustituye el derecho de todos (a un consumo decente subsidiado, por ejemplo) por el asistencialismo vertical y paternalista (subsidios orientados sólo a los desprovistos de todo, tal como funciona en cualquier Estado capitalista moderno).

Reforzar la disciplina y el verticalismo en las empresas, dar más poder a los “Jefes”, no retardar y mucho menos aún encajonar las resoluciones que vienen para ser inmediatamente aplicadas, poner al partido en una posición subordinada frente al aparato del Estado (pues aquél no podrá “guiar” a éste si no tiene una libre e intensa vida interior), convertir a los medios de información en mejores y más eficaces difusores de las posiciones oficiales (cuando el no ser receptores de las inquietudes y propuestas populares los hacen casi ilegibles): tales son las propuestas.

Son medidas de aparato en busca de una eficiencia de aparato y encaran, siempre como aparato, las relaciones a nivel del Estado con  otros aparatos, como el de la Iglesia católica, que tienen peso de masa, político y mediático a nivel internacional (y no así con las otras Iglesias).

El discurso de Raúl, además, pasa como por sobre ascuas sobre la situación internacional, pero sin sacar conclusiones de la misma para la defensa de Cuba.

Habla, por ejemplo, correctamente, de la profundidad de la crisis mundial, pero no deduce que habrá que enfrentar la terrible carestía de combustibles y alimentos y los plazos en que se deberá hacerlo; habla de las catástrofes ecológicas, pero no para preparar mejor la defensa civil ni fijar políticas y cita la rebelión del mundo árabe pero sin una visión autocrítica sobre la  posición adoptada primeramente según la cual todo respondía a un plan imperialista. Es evidente que, además de la urgente tarea de remozar la dirección del Partido y del Estado y de preparar esos nuevos dirigentes con métodos y concepciones diferentes, también  deberá acelerarse el rearme marxista de los analistas cubanos, pues éstos ven gobiernos y Estados pero no pueblos y problemas, y  no unen las perspectivas de Cuba con el entorno mundial en que se mueve la isla.

 

Guillermo Almeyra es miembro del Consejo Editorial de SinPermiso.

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