Dicen que a puñaladas iguales, llorar es cobardía. La afiliación masiva de tres mil nuevos panistas, que ya cuentan con derechos plenos, realizada en el CEN de ese partido y a espaldas de los liderazgos locales, es un indicio de lo cruenta que será la contienda interna que se avecina.
Hasta ahora, la afiliación de nuevos panistas había sido un proceso plenamente controlado a nivel local, incluso por los comités municipales.
Allí están historias como la del ex alcalde y ex diputado irapuatense Salvador Pérez Godínez, quien se cansó de esperar que fuese aprobada su credencial de panista. O la más reciente del ex secretario de gobierno y hoy precandidato externo a la gubernatura, Gerardo Mosqueda.
En base a esa prerrogativa, el crecimiento del PAN en Guanajuato ha sido un proceso gobernado por el grupo que ha ostentado el poder, con más o menos variantes, desde hace dos décadas y sus convenientes alianzas con las facciones que le son leales en cada municipio.
Ahí es donde radica el secreto de que se eternicen grupos y hasta familias en el poder de varios municipios, como Celaya, San Miguel Allende y Pueblo Nuevo, entre otros.
Esta situación había sido más o menos tolerada por diferentes dirigencias nacionales, sobre todo a causa de los buenos resultados electorales del panismo guanajuatense: si está compuesto, no lo descompongas, reza una vieja máxima política.
Esta vez, sin embargo, las cosas parecen diferentes.
La única manera de que el secretario de Salud, José Ángel Córdova Villalobos, pueda acrecentar sus posibilidades de competir en la elección interna del PAN, es rompiendo la hegemonía del bloque olivista, ahora resquebrajado por discordias internas.
La capacidad de operación del facultativo leonés sigue siendo limitada, a diferencia de algunos de sus aliados, como el alcalde de León Ricardo Sheffield y el senador sanmiguelense Luis Alberto Villarreal. Quizá por ello, las afiliaciones que están pasando la aduana del CEN parten sobre todo de municipios donde estos políticos operan o donde tienen operadores.
Es el caso de Salamanca, con el diputado Justino Arriaga Rojas; Irapuato, donde Sixto Setina busca la alcaldía; Pénjamo, el coto de Erandi Bermúdez, donde en cuestión de días se han dado incrementos en el padrón de socios activos de hasta un 20 por ciento.
Esta operación apenas inicia y aunque es probable que la alerta que dio en el último día de ejercicio el ex dirigente Fernando Torres Graciano y un preocupado Miguel Salim, dirigente municipal e inminente precandidato a la alcaldía en León, la frenen, seguramente buscará otros derroteros.
Muchas cosas se conjugan para prever que la hegemonía del Yunque y sus alfiles enfrentará su prueba más difícil en los próximos meses: la fractura entre Juan Manuel Oliva y el nuevo dirigente del PAN; la curva de aprendizaje que necesariamente deberá cursar Gerardo Trujillo antes de adquirir la capacidad de negociación de su antecesor; la alianza del propio Oliva con Felipe Calderón para impulsar la difícil empresa de hacer candidato a Ernesto Cordero.
Desde luego, se antoja más que difícil la tarea de incorporar a los suficientes panistas para poner en riesgo la ventaja que al día de hoy lleva Miguel Márquez en el aparato panista, pero esa no es la única batalla que se libra y espacios con equilibrios frágiles, como León, Irapuato o Salamanca, pueden hacer crisis en este intento.
Juntos, todos los factores que se vienen sumando en la inédita batalla por la candidatura a gobernador que se vive hoy en el PAN de Guanajuato, pueden configurar una tormenta perfecta que le plantee a este partido el reto más complicado de sus dos décadas de reinado incontestado, ya en la contienda constitucional.
La peor conspiración, ya se sabe, es la que enhebran las circunstancias.
