Esta semana concluye el paso por la política del ex rector universitario Juan Carlos Romero Hicks. Fue un ciclo afortunado que abarcó doce años, desde su destape como aspirante a la candidatura, un proceso también “adelantado” en su momento.
Después vino su incorporación al PAN, junto con su estado mayor universitario, vía express; el ejercicio de una gubernatura más bien anodina; y su aventura federal, cobijado por el volumen de votos que la entidad aportó a la elección de Felipe Calderón, un suceso en el que Romero casi nada tuvo que ver, pero que supo aprovechar.
Su paso por la agencia que maneja el gerenciamiento de la investigación científica en México fue incluso más insustancial que su gubernatura. Vivió una sequía de recursos que puede no haber sido su responsabilidad, pero su desconocimiento del campo en que se desempeñó no contribuyó precisamente a encontrar soluciones.
Muy seguramente regresa a Guanajuato, donde no cuenta con base política y ni siquiera universitaria. Como tantos otros, Carlos Medina o el propio Eliseo Martínez que fue el rival al que venció en el año 2000 para postularse a la gubernatura, regresará a la vida privada.
En la Universidad de Guanajuato su vuelta no inquieta, pues se encuentra jubilado. Incluso el rector de campus Luis Felipe Guerrero Agripino, quien hasta hace poco buscaba desesperadamente su respaldo para el proyecto de ser rector general, ya lo desconoció. No habrá un tsunami romerista que se cierna sobre la casa de estudios, cuando mucho es una olita.
