León, Gto. Productos de uso restringido en Europa y Estados Unidos, varios de ellos considerados carcinógenos, son los que se utilizan en la campaña del dengue en Guanajuato. Según especialistas consultados, los esfuerzos son insuficientes y están mal canalizados pese a que en 9 años se han gastado cerca de 500 millones de pesos.
Información proporcionada por la Secretaría de Salud de Guanajuato indica que desde 2007 a 2016 se utilizaron: permetrina, esbiol, butóxido de piperonilo, bifentrina, clorpirifos, malatión, proporxur, bendiocarb, lambdacialotrina y temefos, todos ellos prohibidos en varios países por su toxicidad.
Algunas de estas sustancias pueden producir enfermedades como cáncer, malformaciones genéticas, problemas en la conducta, daños hepáticos, entre otras enfermedades. Varios son considerados plaguicidas altamente peligrosos por la Pesticide Action Network International y la Unión de Científicos comprometidos con la sociedad. Otros han sido catalogados por la OMS como “probables cancerígenos” o se ha restringido su uso en zonas urbanas en la Unión Europea y la Agencia de Protección Ambiental (EPA) de Estados Unidos.
Pero no sólo causan daños a la salud sino que impactan en el medio ambiente, pues tienden a afectar la flora y la fauna en donde se aplican.
El dengue es una enfermedad vírica transmitida por mosquitos hembra principalmente de la especie Aedes aegypti. albopictus. A estos insectos se les conoce como vector. Se conocen cuatro serotipos distintos del virus: DEN-1, DEN-2, DEN-3 y DEN-4. Cuando una persona se recupera de la infección adquiere inmunidad de por vida contra el serotipo que fue infectada. Sin embargo, la inmunidad cruzada a los otros serotipos es parcial y temporal. Las infecciones posteriores causadas por otros serotipos aumentan el riesgo de padecer el dengue hemorrágico.
En México se han presentado los serotipos 1 y 2, aunque desde el año pasado comenzaron a detectarse del tipo 3 y 4. Normalmente un serotipo domina por un lapso de 5 años.
Gasto millonario
De 2007 a 2016, el gobierno del estado ha gastado 434 millones 942 mil 511 pesos en productos químicos, equipos, sueldos y campañas de prevención, según se dio a conocer por medio de la Unidad de Transparencia. Los sueldos han costado al erario 332 millones 654 mil 605 pesos.
El año en que más se ha desembolsado recurso ha sido el 2014 pues se destinaron 99 millones 905 mil 780 pesos al programa de fumigación.
Sin embargo, año con año han disminuido los montos destinados a salarios, pues pasaron de erogarse en el 2008, cuarenta y dos millones de pesos a veinte millones en el 2016. Las contrataciones de personal han disminuido, en el 2008 se contrataron 1015 y en el presente año sólo fueron empleadas 414 personas.
El gasto en químicos ha sido de 90 millones 423 mil 628 pesos en los nueve años y sólo se han adquirido a dos distribuidoras: Productos de higiene y protección y Codequim. El químico en el que más se ha gastado es el malatión, con un costo total de 31 millones 498 mil 600 pesos en tan sólo cuatro años.
En cuanto a la difusión para prevención se han gastado sólo 4 millones 130 mil pesos en una década, cuando en teoría se debe dar prioridad a la campaña de prevención que a la fumigación.
La fumigación, el último recurso
En Guanajuato las fumigaciones se realizan en tres ciclos: abril-mayo; julio- agosto y octubre- noviembre. Por medio de transparencia se solicitó información sobre los criterios que se utilizan para fumigar una zona más que otra y la respuesta emitida es que esto se debe a las zonas de riesgo que se tienen identificadas, sin dar más detalles de la metodología. Según la Secretaría de Salud de Guanajuato, las fumigaciones se realizan “una aplicación por semana durante un mes de tres ciclos completos”.
Según la Norma Oficial Mexicana para la vigilancia epidemiológica, prevención y control de enfermedades transmitidas por vector, en su punto 7.1.4. las entidades federativas son las encargadas de “realizar estudios para detectar, presencia, densidad y distribución de vectores a fin de estimar los riesgos entomológicos de transmisión y evaluar el impacto después de intervenciones antivectoriales”. La Secretaría de Salud de Guanajuato informó que dicha dependencia no es la encargada de realizar los estudios, sino el Centro Nacional de Programas Preventivos y Control de Enfermedades (Cenaprece). Y debido a las características de la plataforma federal en la que se registran la información relacionada con las campañas, sólo se pueden entregar los reportes bimestrales de 2016 y no los históricos, respondió la SSG.
La NOM establece en el capítulo 6.2.1.4. que “se deben promover y vigilar acciones concretas, sencillas y económicas para modificar aquellos aspectos que incrementan el contacto de los vectores y la población”.
En el punto 6.2.2.6. se responsabiliza “a la autoridad municipal a que lleve a cabo y coordine campañas de descacharrización periódicas, especialmente antes de la época de lluvias con énfasis en el acopio de neumáticos en desuso y su disposición final”.
Estas medidas se deben realizar antes de considerar la fumigación, según se establece en el apartado 6.3. pues se propone empezar “con las acciones que ejerzan el menor impacto ambiental, tomando siempre como última opción el uso de agentes químicos sintéticos. Las metodologías a usar son el control físico (mejoramiento de la vivienda y manejo del ambiente para desfavorecer el desarrollo de los vectores de enfermedades), químico, biológico, biorracional y regulatorio”.
Dosis mal aplicadas en la campaña del dengue
Según se especifica en la Guía Metodológica para las acciones de control larvario para la aplicación del larvicida, en el caso del temefos se debe aplicar “1 parte por millón, es decir 20 gramos por cada 200 litros de agua”(sic), cálculo mal realizado, pues debería de ser .20 grs. por lo que se está aplicando una dosis 100 veces mayor.
En el documento se les explica a los aplicadores cómo calcular el volumen del contenedor de agua en el que se va a depositar el temefos, sin embargo, los fumigadores traen consigo bolsas con el larvicida, sin considerar las dimensiones de tinacos, tambos, aljibes, etc.
En el manual también se pide que los aplicadores den las siguientes indicaciones que tampoco se dan a los moradores de las casas.
En las guías metodológicas de nebulización espacial y de rociado residual intradomiciliario se dan indicaciones sobre el equipo que deben emplear los fumigadores, pero algunos testimonios gráficos indican que no usan protección.
Estrategia equivocada
El dengue es considerada una de las principales enfermedades transmitidas por vector. En los últimos diez años se ha convertido en uno de los problemas de salud pública más importantes en México y el mundo.
Según un estudio epidemiológico del dengue realizado en México entre 1990 y 2011, tomando como referencia datos reportados por la Secretaría de Salud, la tasa de incidencia de dengue ha permanecido constante; sin embargo, la tasa de incidencia de fiebre hemorrágica por dengue (FHD) ha crecido a partir de 2002, incurriendo más en la población juvenil, además de que incrementó la duración de los brotes a lo largo del año.
Para el investigador Jaime Thirión Icaza la propagación del mosquitos se debe a la “creciente urbanización acelerada no planeada, que trae consigo demanda de servicios públicos básicos insatisfechos de agua potable, drenaje y recolección de basura, incremento de la pobreza, aumento en el tráfico comercial de mercancías, incesante migración de mexicanos y extranjeros, flujo de turismo nacional e internacional”, según publicó en su libro El mosquito aedes aegypti y el dengue en México.
Nicolás Schweigmann, profesor e investigador de la Universidad de Buenos Aires y director del Grupo de Estudios sobre Mosquitos del Departamento de Ecología, Genética y Evolución se pregunta “¿Tiene sentido fumigar para prevenir? No, no tiene sentido. Lo que tiene sentido es limpiar, sacar los cacharros, ordenar. La fumigación sólo sirve cuando hay mosquitos infectados, esto está demostrado en todos lados. Fumigar cuando no corresponde debería considerarse mala praxis”, dijo durante una conferencia impartida.
Por su parte, Juan Luis Durán, jefe de Salud Pública de la Facultad de Medicina de la UNAM lamenta que se gasten 719 millones de pesos a nivel federal para el combate de chikunguña y dengue, “no los usamos para la mejora de la calidad de la vivienda, medida que serviría para el control de la enfermedad”.
“Se hace lo mismo que siempre se ha hecho y lo mismo que siempre se ha hecho no ha evitado el dengue. Hacen lo mismo que no sirve. Se deben diseñar intervenciones que en verdad tengan efecto”, dijo en una entrevista a Reforma.
Rosa María del Ángel, Profesora Titular del departamento de Infectómica y Patogénesis Molecular del CINVESTAV explica a Zona Franca que el problema del dengue es muy difícil de controlar, por “el movimiento de personas o el movimiento de larvas de mosquitos, el mosquito vuela muy poco, del sitio del que emerge del huevo y de la larva, a donde vive, no recorre más de 100 metros, es un virus muy domiciliario”.
Del Ángel dice que “la fumigación sólo acaba con el mosquito adulto y solamente nos dedicamos a la fumigación, no vamos a acabar con el mosquito, debemos atacar todas las fases del mosquito. En ese sentido las labores de fumigación han fracasado, porque no se ha dado una atención completa”.
Américo David Rodríguez Ramírez, Investigador en Resistencia a Insecticidas e integrante de la Unidad de evaluación de insecticidas, dijo a Zona Franca que “este método de aplicación de insecticidas (nebulización espacial) no es el más adecuado, pues los mosquitos reposan principalmente adentro de las casas, más aún a la hora en que se fumiga. El insecticida aplicado espacialmente desde equipo pesado montado en vehículos, no entra en cantidades suficientes al interior de las casas, lo cual favorece la aparición de resistencia ya que se están aplicando dosis subletales, que sólo eliminarán a todos los susceptibles pero van a seleccionar individuos heterocigotos, que a una concentración adecuada, serían eliminados por el insecticida”.
El daño de los plaguicidas
Lilia América Albert, experta en toxicología ambiental, explica en un artículo, que no hay datos actuales ni confiables sobre la cantidad de plaguicidas que se usan en el país; “es posible que actualmente se estén usando alrededor de 100 mil toneladas anuales, lo que supondría que en México se usa, en promedio, cerca de un kilo de estos productos por habitante al año”.
La doctora en Ciencias en Química por el Cinvestav, hace ver que la mayoría de las investigaciones que se han realizado en México no evalúan “las consecuencias adversas para la salud pública o el equilibrio ambiental, sobre todo a largo plazo, que pueden derivar de dichos residuos”.
También considera que este retraso en el país se refleja en las leyes, pues “a pesar de que estos productos se han usado ampliamente desde fines de los años cuarenta y sus riesgos ambientales y para la salud se empezaron a conocer en el mundo a partir de 1962, hasta el momento el país no cuenta con una legislación integral, congruente, actualizada y eficaz para regular su uso”.
Por su parte Fernando Bejarano González, Director y fundador de la Red de Acción en Plaguicidas y sus Alternativas en México, ha señalado en distintas publicaciones, que la organización que encabeza ha detectado “134 ingredientes activos de plaguicidas altamente peligrosos que han sido autorizados para uso agrícola por la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) y el Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria (Senasica), lo que representa poco más de la tercera parte de los 369 ingredientes activos registrados en el país”.
Eduardo Salazar Solís, director de la División de Ciencias de la Vida de la Universidad de Guanajuato explica a Zona Franca que los organofosforados están relacionados con los gases de guerra y que están saliendo del mercado, por ello son de los productos más baratos, tienen una toxicidad aguda e inmediata, pero también se descomponen más rápido. Para la campaña del dengue se utilizan en el estado 3 químicos de este tipo: temefos, clorfiripos y malatión.
Salazar explica que el costo para registrar un plaguicida va de los 130 a los 150 millones de dólares, “por eso México no tiene un plaguicida, ni nadie en Latinoamérica, sólo grandes conglomerados industriales internacionales que tiene división química, farmacéutica”. Las patentes duran máximo 15 años y las compañías buscan vender el nuevo producto para recuperar la inversión.
El director de división en la UG, dice que no debe haber alarma por las fumigaciones, pues los daños dependen de la dosis y tiempo de exposición. Sin embargo, “los riesgos vienen del cóctel de sustancias a las cuales estamos expuestos y que no vienen solamente de una aplicación, es una combinación: de gases atmosféricos, de la contaminación del agua por metales”, pero también debe considerarse el estrés, los alimentos, pues en ellos también hay plaguicidas, hormonas, antibióticos. Además destaca que la desnutrición o mala nutrición también contribuye a que las personas sean propensas a verse afectadas por los productos químicos, “somos cuerpos débiles con medios contaminados”.
Salazar Solís hace énfasis en tomar en cuenta todos los factores “vivimos en un mundo complejo y tenemos que saber qué nos puede predisponer“.
Conocer el daño de los químicos es posible “con estudios epidemiológicos, ¿pero quién hace esos estudios? todo es costoso, todos estos problemas los debemos abordar de manera integral, ninguna de las entidades, ni ninguna de las personas tenemos ni todos los elementos, ni todo el conocimiento. Entonces, necesitamos formar grupos para atender una problemática que es general, que es de toda la población. Y tendría muchas aristas: la capacitación de la población, la legislación adecuada”.
La exposición a un plaguicida se relaciona con el tiempo, la cantidad absorbida, la concentración, la vía de absorción al cuerpo, y la susceptibilidad de la persona. Si bien, no se puede atribuir que algunas enfermedades se deban directamente a la exposición de los químicos utilizados durante la campaña del dengue, diferentes estudios han documentado señalan que hay relación entre éstos y ciertos padecimientos. Sin embargo, la autoridad no ha realizado ningún estudio epidemiológico para conocer los efectos adversos de las sustancias empleadas.
Zona Franca solicitó el listado de las 15 enfermedades que causaron la muerte a los guanajuatenses entre el 2007 y el 2016, entre ellas se encontraron tres relacionadas con la exposición a pesticidas: tumores malignos; malformaciones congénitas, deformidades y anomalías cromosómicas y daños al hígado. En dicho periodo se percibe cierta estabilidad en los casos, en total hubo:
Sustancias empleadas
Todos los químicos empleados en Guanajuato en la campaña del dengue, son considerados como “plaguicidas altamente peligrosos” por la Pesticide Action Network International. La Red de acción en plaguicidas y sus alternativas para América Latina considera que “no hay un plaguicida de síntesis química inocuo o inofensivo”. Otros organismos como la EPA, OMS o la Unión Europea, les dan diferentes clasificaciones que a continuación se detallan:
Permetrina
La permetrina es un piretroide que se clasifica dentro de la categoría B de riesgo en el embarazo, no hay estudios suficientes, pero debe usarse con mucho cuidado. Residuos de la sustancia han sido encontrados en leche materna en mujeres que habitan regiones en que se ha fumigado contra la malaria en Sudáfrica, aunque sus efectos sobre lactantes aún es desconocido.
Se discute mucho su uso en plantaciones pues mata insectos indiscriminadamente, se le relaciona con daños a la vida acuática, es tóxica para los gatos.
En la Unión Europea se prohibió en el año 2000 tanto la comercialización y su utilización en todos sus usos, porque se considera que cauda graves daños a la salud y al ambiente. La Organización Mundial de la Salud lo clasifica en el grupo II, como “moderadamente peligroso”.
Ha sido usado en Guanajuato de 2007 a 2009 y 2011.
Bifentrina
Estudios en laboratorio han mostrado que este plaguicida piretroide es extremadamente tóxico para insectos (incluyendo a las abejas), peces, crustáceos, zooplancton y otros animales acuáticos. Se encontraron niveles altos de este químico en cuencas de California.
Es considerado como un posible cancerígeno y mutágeno según la EPA, es neurotóxico y provoca daño hepático.
Un estudio canadiense sugiere que este tipo de pesticidas podrían estar relacionados con los problemas de comportamiento en niños, según publicó la Scientific American. Está prohibido su uso en la Unión Europea.
Ha sido usado en Guanajuato de 2011 a 2014.
Esbiol
El esbiol es un compuesto sintético llamado aletrina que es altamente tóxico con los peces y las abejas considerado como moderadamente tóxico en Ecuador y la EPA lo considera moderadamente neurotóxico.
Ha sido usado en Guanajuato del 2010 al 2011.
Butóxido de piperonilo
El butóxido de piperonilo es un activo de insecticida, como efectos provoca toxicidad hepática, así como trastornos gastrointestinales y depresión leve del SNC, la EPA lo considera como posible cancerígeno.
Está prohibido en la Unión Europea
Ha sido usado en Guanajuato de 2010 a 2011.
Clorpirifos
Guanajuato ha usado este pesticida organofosforado en los años 2013, 2015 y 2016 para fumigar. Este compuesto se encuentra en la Lista de Sustancias Peligrosas de la Agencia de Protección al medio ambiente de Estados Unidos, por lo que no se recomienda en zonas urbanas y mucho menos al interior de las casas. Está prohibido su uso en Dinamarca, Finlandia, Lituania, Letonia y Suecia. En el resto de la Unión Europea, el permiso para usarlo vence en el 2018.
El mayor riesgo se da después de fumigar, la EPA recomienda un período de espera de 24 horas antes de entrar a donde se ha aplicado el clorpirifos.
La exposición por poco tiempo a niveles bajos puede causar mareos, fatiga, secreción nasal, lagrimeo, salivación, náusea, molestia intestinal, sudor y cambios en el ritmo cardíaco. La exposición oral de corta duración a niveles más altos puede causar parálisis, convulsiones, desmayos, debilidad muscular en las personas, cambios de conducta o hábitos de sueños, cambios de humor y efectos en el sistema nervioso y en las extremidades.
El clorpirifos es considerado una sustancia química peligrosa y está sujeto a regulaciones en la ley de agua limpia, Clean Water Act y la ley federal de control de contaminación de agua, Federal Water Pollution Act.
En casos de ratas, ratones y perros, al entrar en contacto con esta sustancia, han perdido peso y algunos de sus órganos internos crecieron considerablemente y tenían otros cambios en los tejidos que no eran normales. En humanos, hay estudios que lo relacionan con diferentes cánceres, especialmente de pulmón y rectal. Algunos más lo relacionan con el linfoma no Hodgkin, leucemia y cáncer en el cerebro y próstata. Hay evidencia de toxicidad del sistema inmulógico, incluyendo efectos en linfocitos, timocitos, células T, factor de necrosis de tumor y autoinmunidad.
En trabajadores expuestos repetidamente al producto: disminución de la memoria y de la concentración, desorientación, depresión severa, irritabilidad, confusión, dolor de cabeza, dificultades para hablar, reacciones lentas, pesadillas, sonambulismo, mareos, insomnio.
Una investigación realizada en Estados Unidos muestra que los niños y bebés recién nacidos, son más susceptibles a sufrir intoxicaciones.
Ha sido usado en Guanajuato en los años 2013, 2015 y 2016.
Malatión
El malatión es un plaguicida organofosforado, considerados peligrosos por su alto grado de toxicidad, tanto para la salud humana, como para los ecosistemas. Está prohibido su uso en la Unión Europea, Sri Lanka, Indonesia y países de la ex Unión Soviética.
Este compuesto ha estado relacionado con intoxicaciones en diversas partes del mundo: en Pakistán en la campaña contra la malaria de 1976, con 2.800 envenenados y 5 muertes por Isomalathión. En 1992, en Arizona, 300 niños debieron ser hospitalizados con dolor de cabeza, náusea y dificultades respiratorias al tener contacto con este producto; en Salamanca, Guanajuato, hubo una fuga que afectó a 297 personas y que obligó el cierre de la empresa Tekchem en septiembre del 2000.
Hasta mediados de 1998 el Malatión tenía uso permitido en los Estados Unidos sobre 140 cultivos y plantaciones, pero en julio de ese año la EPA revocó su utilización en 50 de ellos.
El malatión provoca alteraciones de los genes y de los cromosomas humanos que pueden provocar numerosos trastornos orgánicos, entre ellos cáncer, puede actuar sobre el hipotálamo, afectar la memoria. Se han registrado casos de polineuropatía crónica, daño a los sentidos, trastornos de la conducta, afectar la vista, provocar una total ausencia de los músculos esqueléticos en el feto cuando la madre había utilizado repetidamente una loción capilar que contenía Malathión para el combate de los piojos aún cuando era en grado medicinal.
Entre 1957 y 1971 niños japoneses en edad escolar experimentaron un tremendo incremento en los casos de miopía que se correlacionó con el creciente uso de insecticidas organofosforados, incluido el malatión.
Sigue siendo, sin embargo, uno de los plaguicidas más utilizados pese a sus riesgos. La creciente evidencia sobre los efectos adversos de este organofosforado podría hacer que se repita la historia del DDT, uno de los primeros organoclorados usados a gran escala y que finalmente se prohibió.
El Malatión también ha sido asociado con defectos congénitos en animales domésticos y de laboratorio.
Ha sido usado en Guanajuato desde el 2013.
Proporxur
Es un insecticida altamente tóxico, posiblemente cancerígeno, afecta el sistema cardiovascular, es un neurotóxico. Es muy tóxico para las abejas, muchas especies de aves y moderadamente tóxico para los organismos acuáticos. No se utiliza en la Unión Europea.
La EPA se ha negado a aprobar su uso en interiores debido a su potencial toxicidad en niños.
Ha sido usado en Guanajuato desde el 2013.
Bendiocarb
La Organización Mundial de la Salud clasifica al bendiocarb como un plaguicida Clase II, lo que indica que es moderadamente peligroso para los seres humanos si se ingiere o si se absorbe a través de la piel. Para la exposición oral está en la Categoría I de Toxicidad Aguda de la EPA, que corresponde a la más alta de las cuatro categorías que existen para este efecto. No está autorizado su uso en la Unión Europea. Se usó por primera vez en Estados Unidos en 1980. Su registro fue cancelado en septiembre de 1999 y todos los productos que contienen bendiocarb perdieron el registro en diciembre de 2001. Es muy tóxico con las abejas.
Puede causar enfermedades renales y hepáticas y problemas respiratorios.
Ha sido usado en Guanajuato en el 2012.
Lambdacialotrina
Es un pesticida del grupo de piretroides, puede resultar peligroso para los crustáceos en época de reproducción, es extremadamente tóxico a peces y abejas y ligeramente tóxico a aves.
Ha sido usado en Guanajuato del 2008 al 2010.
Temefos
Es un organofosforado que en Estados Unidos no está autorizado en uso doméstico, ni en cultivos alimentarios, ni en agua potable. Existe una resolución que ordenó retirar del mercado europeo el temefos. La toma de decisión sobre este plaguicida se inició en la UE en mayo de 2000 cuando fue identificado como un principio activo biocida, se resolvió su retiro en un plazo medio que se extinguió el 1 de septiembre de 2006.
La EPA señala que el temefos sólo se debe aplicar cuando no haya áreas adyacentes sensibles (zonas residenciales, cuerpos de agua no objetivo, hábitat de especies amenazadas o en peligro, cultivos no objetivo). Como en Estados Unidos los usos residenciales o en cultivos alimentarios no están registrados, la EPA no manifiesta preocupación por la exposición en bebés y niños.
El temefos pertenece a la clase de insecticidas organofosforados que ejerce su acción tóxica a través de la inhibición de la colinesterasa en los sistemas nerviosos central y periféricos y, por tanto, está implícita la neurotoxicidad.
No se han hecho estudios suficientes para determinar si existe riesgo en la población.
Ha sido usado en Guanajuato del 2008 al 2009.