Poco a poco ha trascendido: el último de los aspirantes a consejeros votados en la asamblea panista del pasado 10 de abril, el que quedó en el lugar 122 de 122, fue, ni más ni menos, el secretario de Desarrollo Agropecuario del gobierno estatal: José María Anaya.
El funcionario, propuesto por el comité municipal de Cortazar, superó incluso al hermano incómodo Jaime Oliva, quien recibió el repudio de todas las corrientes ortodoxas: del propio Juan Manuel Oliva, de Fernando Torres Graciano y de Ricardo Torres Origel.
Cómo se recordará, Anaya defeccionó de su protector Javier Usabiaga en plena precampaña del 2006, para sumarse a Oliva y obtener como premio una secretaría que tiene poco impacto en la realidad estatal, pero maneja un sustancioso presupuesto de subsidios que terminan convertidos en factor de “operación política.”
Sin embargo, el agromapachismo de Chema parece haber servido de poco en el 2009, cuando el PRI y el PRD le arrebataron, juntos y por separado, varias alcaldías al PAN, las cuales el funcionario se había comprometido a rescatar.
Ahora allí están los resultados: Anaya ha perdido respaldo con los ortodoxos y los disidentes, además de que tiene pendiente aclarar el oscuro uso de los subsidios en el campo, algo que deberá hacer, seguramente sin fuero, a partir del próximo año.