Luego de que Javier Sicilia terminara su discurso en el Zócalo de la ciudad de México, el poeta y portavoz de la Marcha por la Paz y la Justicia pidió cinco minutos de silencio.
Sonaron las campanas de la catedral Metropolitana y entonces, el poeta David Huerta leyó “Contra Muros”:
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“CONTRA MUROS”, de David Huerta
Contra los muros se encienden los nervios,
un cuerpo avanza y otro se dobla, retrocede
con una vibración de quemadura y estallido.
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Contra los muros, el impacto y la llaga,
el sudor y la lágrima, la exhalación del miedo y el velo crispado del dolor,
el frenético buscar y rebuscar del dinero,
las armas cortas y largas, la bocanada de la sombra.
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Contra los muros se aprietan los miembros del cuerpo atemorizado
y bajo el cielo se alzan los remolinos y las manos se abren y las injurias
se diseminan entre la confusión y el vértigo.
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Contra los muros vuelve a nacer la espiga del sueño,
luego de una larga caminata se construye
la serie luminosa de los conocimientos,
los brazos y las piernas adquieren el aspecto
de cosas duras y angustiosas, apenas esperanzadas,
las presencias y los objetos fluyen hasta los lugares sagrados:
las fuentes frescas, las luces nutritivas.
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Contra los muros, el recuerdo del fuego maldito
en la carne doliente de los niños
y la silueta de una muchacha sobre la multitud. México sigue soñando
pesadillas, contra los muros, exhausto, sin aliento.