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sábado, abril 27, 2024

De Quinto a Marco Tulio Cicerón

“Los hombres se asemejan a los dioses cuando hacen el bien a la humanidad”. M.T. Cicerón.

Previo a las elecciones del 1 de julio, a estas fechas las campañas políticas cobran gran fuerza en un esfuerzo de los partidos y sus candidatos de convencer al electorado y llevarlos a votar a su favor en la jornada electoral. Salvo tonos y matices, las campañas, al parecer, giran sobre lo mismo: La descalificación, las propuestas miles de veces planteadas y ya escuchada desde hace muchos años y el uso de las nuevas y cada vez más sofisticadas TIC’S (tecnologías de información y comunicación), principalmente internet, como instrumento de difusión.

No es mi propósito el de hacer un análisis de las campañas electorales ni de los candidatos de los partidos. Tampoco acerca de los efectos que tienen en la opinión pública o sobre su aportación a la democracia. Para eso están los expertos. Lo que me gustaría es compartir con todo respeto la lectura de una carta que le envía Quinto Cicerón a su hermano Marco Tulio Cicerón, con motivo de su campaña política para cónsul de Roma.

Por supuesto que es un contexto histórico, político y social muy diferente, así como la forma de gobierno de la antigua Roma, ya que la epístola data del año LXIV a. c. y algunos de los consejos que le da a su hermano son cuestionados. Sin embargo, llama la atención el pronunciamiento de aspectos muy aplicables a nuestros días. Su espíritu, la política como arte, el trato al electorado y el cumplimiento de sus promesas, siguen vigentes después de tanto tiempo.

Quinto Cicerón invita a su hermano a no olvidar quién es ni cuál es su objetivo. “¿De qué ciudad se trata? ¿Quién eres tú? ¿Para qué cargo eres candidato? Es preciso que al bajar al Foro te digas a ti mismo: Soy un hombre nuevo; soy candidato al consulado y se trata de Roma”. En pocas palabras, la invitación es a no perder el piso y a reconocer la magnitud del cargo al que se aspira considerando las características de la ciudad, estado, municipio o país.

Le aconseja: “…tu campaña debe ser magnífica, brillante, espléndida, popular….Durante esta campaña, habrás de cuidar mucho que exista una buena opinión de tu política, que se deposite en ella serias esperanzas…debe pensar la multitud que nunca serás hostil a sus intereses porque mostraste con tus palabras que eras “popular” en la Asamblea y ante los tribunales”.

En el marco de las actuales campañas nos preguntamos si las esperanzas son verdaderamente serias, si los intereses ciudadanos serán prioridad para los que ganen, si las campañas son brillantes, si las ideas son magníficas y representan el tema de discusión.

Quinto le recomienda conocerse a sí mismo, tener prestigio y fuerza en su palabra. “… y dado que en esta ciudad la mayor perversión es olvidar la virtud apenas se instala la corrupción, trata de conocerte bien a ti mismo en estos aspectos. Quiero decirte que trates de entender que eres el más adecuado para que tus competidores tengan que temer en un juicio…”No solo como candidatos, sino como seres humanos, el autoconocimiento, como proceso permanente, es fundamental para el crecimiento personal. Esto redunda, evidentemente, en el crecimiento y mejoramiento de nuestro entorno.

El tema de los jóvenes que habían olvidado los candidatos, ya lo consideraba Quinto Cicerón: “Trabaja también para cautivar a jóvenes partidarios nobles y, para asegurarte aquellos que ya están contigo, bien merecen alguna consideración. Ya cuentas con una gran cantidad de ellos: hazles saber cuánto los estimas. Y si acabas logrando el apoyo de los indiferentes, ellos te serán muy valiosos”.

Respecto a los simpatizantes, partidarios y amigos, Quinto le dice a su hermano: “Tres cosas existen para forzar la simpatía y conducir a los hombres a hacer campaña: el reconocimiento por los servicios prestados, la esperanza y el afecto natural. Por lo tanto se deben precisar los medios susceptibles de generar cada uno de esos sentimientos”.

Agrega: “En los tres casos, evalúa las posibilidades de cada uno para saber en qué medida se le debe cultivar, lo que pueden esperar y lo que pueden exigir”. Le conmina a ocuparse de la ciudad en su conjunto, los hombres de los municipios, la gente del campo. “Los candidatos, y particularmente tus competidores, ignoran a esta gente. Tú no los ignores, y te será fácil conocerlos”.

El filósofo, político y escritor Marco Tulio Cicerón venció las elecciones para cónsul de Roma con una amplia mayoría de las preferencias, quizá no solamente por las recomendaciones de su hermano menor, sino también por su integridad, inteligencia e interés real por las necesidades e intereses del pueblo.

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