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jueves, abril 25, 2024

El lastre de la eterna juventud

Hace poco hablaba con una colega inglesa sobre el eterno estado de juventud en donde a veces nos colocan en nuestros respectivos ámbitos laborales; tan distintos y tan iguales, por cierto. El problema con esto es que se entiende como juventud es que, por lo general, desacredita. No hay nada que nulifique más al otro que hacerlo sentir eternamente en una etapa inmadura en donde todavía ‘tiene mucho que aprender’. Tengo más de 40 años y siempre pensé que después de pasar al cuarto piso dejaría de cargar con el lastre de la juventud y escuchar, en medio de una discusión con un funcionario público, la clásica frase de ‘alguien tan joven como usted’ lo que en realidad significa ‘déjeme le enseño cómo son las cosas porque usted todavía no sabe nada’. Como siempre con los funcionarios públicos, uno no sabe si soltarse a reír o tirarse a llorar. Pero no es la primera vez que me pasa y no creo que sea la última, la juventud es tan contextual y frágil, tan construida e inestable que la edad que uno tiene es lo de menos.

A pesar de los diversos significados que en la academia se le ha dado a la juventud, todos ellos coinciden en definirla como una etapa de transición, un momento indefinido en donde la niñez se abandona y el individuo se ‘prepara’ para cumplir con ciertos marcadores y rituales sociales (i.e. independencia financiera, matrimonio etc.) que te hacen merecedor a la adultez y con esto a la autoridad/voz que la adultez otorga. Piense en la juventud y en la ansiedad social que nos causa esta etapa en la vida. Es común que nos preocupen mucho más los fenómenos sociales cuando son encabezados por jóvenes: las drogas, la ma/paternidad fuera del matrimonio, la delincuencia, los movimientos sociales, ¿por qué? Porque la juventud, como una transición, nos descoloca y confunde. Mary Douglas explica como lo que se vive o entiende como ‘peligroso’ es aquello que se encuentra en un estado de transición; sencillamente porque la transición no es un estado ni el otro, es indefinible. Cualquier interrupción a una transición (por muy imaginada que sea) se vive como una transgresión al orden, a lo que debe de ser. La juventud como etiqueta para desacreditar al otro es muy poderosa, porque el mensaje es que el otro no ha cumplido todavía con esa transición, no tiene voz ni autoridad, pero lo peor de todo es eso que dice Douglas, su estado indefinible: ni se le protege como a un niño ni se le escucha como a un adulto.

Cómo y cuándo hablamos de juventud, a quién y sobre todo para qué calificamos al otro como joven. Es increíble nuestra obsesión por clasificar y etiquetar: a los jóvenes, a los viejos, a los adolescentes. Hace poco mis hijos me comentaban que habían escuchado de sus amigos que la pubertad era un momento en donde peleabas mucho con tus padres. Me asustó mucho que creyeran que crecer significaba enojarse conmigo ¡Achis! Con el amor que nos tenemos, con lo bien que la pasamos juntos, lo único que me faltaba es que les vendan la idea de que odiarme es la puerta a la aventura de la vida. Lo mismo pasa con la vejez cuando se desacredita al otro porque ‘ya no está al tanto de la tecnología actual’ o al niño cuando se le trata de una forma condescendiente. Todas las fronteras, las del cuerpo, las de la tierra, las de lo malo y lo bueno, las de la edad, no son más que líneas imaginarias que nos hacen sentir estables y pertenecer… aunque esto signifique sufrir de una forma estable y pertenecer a costa de excluir al otro.

Abril Saldaña
Abril Saldaña
Doctora en sociología por la Universidad de Manchester en Inglaterra. Es actualmente profesora-investigadora de la Universidad de Guanajuato, Campus León. Sus intereses de investigación son género y sociología del cuerpo y ha publicado artículos sobre trabajo doméstico, mestizaje, racismo y desarrollo sustentable/ecofeminismo. Su página personal es: http://ugto.academia.edu/AbrilSaldañaTejeda Correo electrónico: abrilsaldana@gmail.com Twitter: @Abril_SaldanaT

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