Lo que acabó de ocurrir esta mañana en un salón del hotel Fiesta Americana de León, viene a redondear el surgimiento de una nueva situación política en Guanajuato, al afectar de manera decisiva a la fuerza partidista dominante: el Partido Acción Nacional.
El entercamiento del gobernador Juan Manuel Oliva en generar una competencia interna dentro de su propio grupo, derivó, como muchos preveían, en una dolorosa derrota para el mandatario, más contundente por el hecho de que no tenía ninguna necesidad de librar esa batalla.
El triunfo del coordinador panista en el Congreso local, Gerardo Trujillo Flores, por más de dos a uno, sobre la diputada federal Alejandra Reynoso Sánchez, probablemente no tenga impacto alguno en la recta final del gobierno olivista, pero marca el fin de la hegemonía del mandatario en su partido.
Ese final tenía que llegar fatalmente. Lo que hizo Oliva al aceptar la provocación en la que lo montó su secretario particular Román Cifuentes -a quien le quedó muy grande la silla que dejó vacante Gerardo Mosqueda como el hombre que habla al oído del gobernador-, fue adelantarlo seis meses.
