Si es cierto, así sea mínimamente, que Juan Manuel Oliva quiere impulsar a la diputada Alejandra Reynoso para que aumente su presencia en la sucesión interna del PAN, entonces le urge cambiar de operadores políticos.
Este viernes, usando todo el peso del despacho del Ejecutivo, Román Cifuentes y Jorge González lograron reunir apenas a veinte panistas, de los cuales varios de ellos no eran consejeros, para que escucharan las propuestas de Reynoso en Salamanca.
Quizá el mayor síntoma del agotamiento en el que está cayendo la aventura en la que Cifuentes ha embarcado a Oliva para tratar de pelear espacios de poder en el PAN de los próximos años, lo da la presencia del secretario José María Anaya en la conspiración salmantina: Chema no sólo no es consejero, sino que fue el último de la lista de los votados el 10 de abril, castigado tanto por el oficialismo como por la disidencia de la que formó parte hace algunos años y a la que traicionó a cambio del puesto que ocupa.
Con adversarios como éstos, Fernando Torres Graciano y Gerardo Trujillo bien pueden dormir tranquilos.
