Pruebas. Tráiganme pruebas.
Pruébenmelo. Me atengo a la
presunción de inocencia.
—Al Capone; Chicago, 1927
Desde la subjetividad de cada uno de nosotros se construyen diversas percepciones y no sólo es cierto que cada cabeza es un mundo: también es un cosmos de deseos, fantasías y creencias.
Han sucedido en el país tres cosas terriblemente graves, pero a mucha gente —tal vez a la mayoría— no le parecen tan terribles. Hasta hacen chistes sobre la situación. La sociedad mexicana es inconmovible.
1. Primero: me parece histórica y políticamente muy grave —a futuro— que nadie en el Estado mexicano, ninguna entidad de las que tienen que ver con la administración de la justicia, con la investigación de los delitos que se persiguen de oficio (sin que la víctima asuma la carga de la prueba), se haya puesto a investigar en serio si en la campaña del PRI hubo dinero de la economía criminal. Le dieron largas al asunto. Las autoridades electorales del TEPJF, no sin descaro, dijeron que en todo caso la procedencia del dinero no afectaba el resultado de la elección. El dinero no tiene olor, como decía Horacio, pecunia non olet.
En fin, las clásicas chicanas y marrullerías de los expertos abogados mexicanos ideadas para encubrir. ¿Que ya se nos había olvidado lo que es un abogado mexicano? Se llegó a simular una indagación de Soriana y de Monex un poco para taparle el ojo al macho, pero a nadie —a ningún funcionario honorable, con sentido del Estado— se le ocurrió investigar a fondo si en los gastos de campaña de Peña Nieto había aportaciones de los chicos malos.
Como era de esperarse, se lavaron las manos.
Para no todos es una desgracia que el lavado de dinero equivalga a avalar la sangre, el dolor, las torturas, las decapitaciones, los secuestros: el sufrimiento. En todo ello hay una gran complicidad y una enorme hipocresía por parte de los grandes consorcios financieros y los gobiernos de Washington y del Reino Unido. Porque lo saben y se callan. Lo permiten. Cómodamente, desde un escritorio, unos señoritos británicos deciden meter a la lavadora hasta 7,000 millones de dólares en México durante un lapso de cinco años como si el Estado mexicano no existiera. Sólo porque saltó el tema en alguna sesión de alguna comisión del Senado norteamericano se enteró “el gobierno del Presidente de la República” de que el blanco global del mundo, el muy imperialista HSBC, reconoció haber estado lavando los billetes sucios.
3. Televisa es gobierno. Ya está instalada, como una Reina, en Los Pinos. Sus programas parecen ya como transmitidos desde la casa presidencial. Este fenómeno de cómo un consorcio televisivo llega al poder sería de lo más interesante como tesis de “ciencias de la comunicación” de la Universidad Anáhuac. La colusión Peña Nieto-Televisa es digna del más rigurosos estudio por parte de sociólogos y comunicadores porque una maniobra tan maquiavélica y de tal envergadura nunca se ha dado en ninguna parte del mundo, ni siquiera en la Italia de Berlusconi. ¿Por qué sucedió esto que el IFE no quiso ver, como si no bastaran como evidencia las transmisiones mismas de propaganda a favor de Peña Nieto encubierta como “Noticieros Televisa” desde años atrás? ¿Qué no hay grabaciones de esos spots disimulados? Si las hay, pero los consejeros del IFE decidieron hacerse pendejos.
¿Por qué pudo suceder en México esta maniobra mediática de toma del poder? ¿Por qué sería imposible en la televisión británica o en la alemana? Tiene mucho que ver con la clase política mexicana y su descomposición.
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