El lamentable asesinato de José Eduardo Moreira Rodríguez está relacionado con los fuertes indicios de la muerte del supuesto líder del cártel de Los Zetas, Heriberto Lazcano Lazcano, cuyo cuerpo no aparece por ningún lado. Según una narcomanta colgada en las calles de Piedras Negras, fueron Los Zetas quienes lanzaron previamente la amenaza de muerte contra los Moreira en venganza por la ejecución de Alejandro Treviño Chávez, sobrino de El Zeta 40, quien es una cabeza de la hidra criminal.
El hecho que despertó la ira del narco ocurrió durante un enfrentamiento en Ciudad Acuña con el Grupo de Armas y Tácticas Especiales de Coahuila, una suerte de SWAT a la mexicana, el mismo día del asesinato del joven José Eduardo.
Hace algunos años, Miguel Ángel Treviño, ahora conocido como El Zeta 40, pertenecía a la banda de Los Tejas en Nuevo Laredo, Tamaulipas. Durante la década los años 90, previo a la llegada del cártel del Golfo a la ciudad fronteriza, Los Tejas tenían un pacto de no agresión y respeto de territorios con Los Chachos, banda donde se formó como criminal La Barbie.
En algún punto, Los Tejas se alinearon con el cártel del Golfo y Los Chachos con el cártel de Sinaloa. Fue entonces que aquellos códigos de honor se torcieron y derivaron en las historias de violencia que este país ha atestiguado. La lucha por los territorios entre cárteles, que ahora se comportan como corporativos empresariales, se replicó en las distintas plazas, lugares que antes conocíamos como ciudades, pueblos o estados.
En el huracán de especulaciones entre ambos hechos, algunos columnistas sugirieron que el asesinato de Moreira Rodríguez era un mensaje del crimen organizado al Presidente electo, Enrique Peña Nieto, para obligarlo a negociar. O un mensaje macabro para Humberto Moreira porque quizá el actual gobernador, Rubén Moreira, está haciendo bien las cosas en el combate al crimen organizado.
La presión política era tal que la Marina abatió, sin saberlo, a quien fuera el líder del cártel de Los Zetas hasta hace algunos meses y lo presenta como si fuera la actual cabeza. Porque la PGR anunció en septiembre una división interna en dicho cártel entre Lazcano y Treviño. El golpe de la Marina a Los Zetas representa una respuesta a la afrenta hecha a la familia del ex gobernador y ex presidente del PRI, Humberto Moreira, y al gobierno de Coahuila.
Lamentablemente, como en el caso de la captura del supuesto hijo de El Chapo Guzmán, la Secretaría de Marina volvió a dar de tumbos con los fuertes indicios de la muerte sin cuerpo de Heriberto Lazcano; con las discrepancias entre los generales de su ficha interna del capo y la ficha de la DEA; con el robo del cadáver de la funeraria; con el oso de reconocer que no sabían a quién habían abatido afuera del parque de beisbol en Sabinas.
Triste, porque hasta los cables filtrados de WikiLeaks del Departamento de Estado hablaban muy bien de la Marina y la mencionaban como más confiable que el Ejército mexicano en la guerra contra el crimen organizado.
Muerto o no (eso será un misterio entre la opinión pública), Lazcano está fuera del cártel de Los Zetas, ya estaba fuera desde meses antes del domingo. Alguien informó a la Marina de su ubicación, pero no de su nombre.
En este juego de teorías, incluso cabe la posibilidad de que se encuentre vivo y sea un testigo protegido en el sistema de justicia de los Estados Unidos. Una renuncia como en los viejos tiempos de la política y sus eufemismos donde después del traspié de algún funcionario importante venía la renuncia “por motivos de salud”.
Periscopio
En el gabinete del jefe de gobierno electo del Distrito Federal hay cuatro nombres seguros: los hermanos Julio César y Luis Ernesto Serna; Ramón Amieva y el ex delegado en Coyoacán, Raúl Flores.
Columna publicada en el diario El Gráfico