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sábado, abril 27, 2024

Lo que el Papa nos dejó

“Quién ha descubierto a Cristo debe llevar a otros hacia Él. Una gran alegría no debe guardarse para uno mismo. Es necesario transmitirla”. Benedicto XVI

Cuando alguien nos deja un presente, es porque lo trae consigo. Palabras de esperanza, la fe que nos contagió, la paz en su mirada y la alegría en su corazón son algunas de los regalos que Benedicto XVI nos dejó a los mexicanos en su visita a nuestro país. Ya sea que lo veamos como un guía espiritual para los católicos o, para quienes no lo son, simplemente como una persona buena que viene a visitarnos, el Papa nos trajo un mensaje de paz en momentos difíciles para nuestra nación.

Como muchos mexicanos, al principio de resistí a su visita. La comparaciones con el carisma de Juan Pablo II, el miedo de asistir a algunos de los recorridos debido a la posible inseguridad y la tendencia a dejarnos llevar por comentarios negativos fueron caldo de cultivo para alimentar la apatía y no buscar la manera de verlo, escucharlo, sentir su presencia divina. Sin embargo mi corazón de decía que el Vicario de Cristo estaría en mi tierra, que un mensajero de paz nos visitaría y que no era posible que me mantuviera indiferente.

Conforme se acercaba la fecha de la visita, mi percepción iba cambiando. Me di la oportunidad de abrir y escuchar mi corazón, y un día antes de la celebración de la Misa en el Parque Bicentenario, me decidí a participar. Como miles de feligreses “de a pie”, hice la travesía para estar presente en el evento: conseguir los boletos, viajar en autobús un día antes, caminar 3 kilómetros, pasar la noche en el parque y vivir la experiencia de participar de la Eucaristía presidida por el Santo Padre. Todo valió la pena.

Asistí con un corazón abierto y agradecido. La misa en el Parque Bicentenario, escuchar la palabra de Dios en voz del Papa, compartir con miles de fieles una fe que nos mantiene unidos y hacia adelante, fueron aspectos que nos fortalecen, nos alientan y nos consuelan.

Independientemente de si lo vimos en persona, o por televisión, la emoción, la esperanza y el amor que nos dejó su presencia y sus palabras, nos animan a todos a seguir adelante en estos momentos difíciles para México.

Un Papa que pensábamos que no sonreía y que era duro, nos visitó con una sonrisa que reflejaba la paz de un corazón bondadoso. Al despedirse dijo que su visita había llegado a su fin, no así su afecto por el pueblo de México que lo recibió con alegría y júbilo. Nos pidió, en su despedida, ser fieles a nosotros mismos y no dejarnos amedrentar por las fuerzas del mal.

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