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sábado, abril 27, 2024

Mamás del siglo XXI

“Los brazos de una madre están hechos de ternura y los niños viven a salvo en ellos, envueltos en un dulce abrazo” Víctor Hugo

Ser mujer y, además, ser madre, no solo es una bendición, sino también un don maravilloso que demanda el desarrollo de habilidades, actitudes, aptitudes y esfuerzos. Las madres dividen su tiempo en infinidad de actividades desde lo cotidiano y aparentemente intrascendente, hasta lo más intenso y profundo que deja huella en la vida de otras personas y en las historias familiares.

Con frecuencia escuchamos que nadie nos educó para ser mamás, o que no nos enseñaron a ser madres. Es verdad. No existe una escuela para ello, ni una asignatura para preparar a la mujer en la misión más importantes de su vida: la de ser madre y tener a su cargo una enorme responsabilidad por Dios conferida, de cuidar de la vida de otras seres humanos mientras crecen y se forman.

Se dice que el amor, tanto de una madre, como hacia una madre, es grande, incondicional e incomparable. Respecto al primero, Vicktor Frankl en su libro “El arte de amar”, señala que “por su carácter altruista y generoso, el amor materno ha sido considerado la forma más elevada de amor, y el más sagrado de todos los vínculos maternos. En cuanto al amor hacia nuestra madre los mexicanos tenemos un dicho que reza: “madre solo hay una”.

Las mamás ejercen múltiples oficios, “profesiones”, empleos y trabajos. Muchas veces no remunerados económicamente como lo sería un trabajo formal. A muchas mujeres que se dedican a ser amas de casa se les dificulta responder a las preguntas ¿en qué trabajas? ¿ a qué te dedicas?. Con mucha pena y timidez apenas contestan “al hogar” o “yo no trabajo, sólo soy ama de casa”, no sabiendo ni tomando conciencia de que son “mujeres-orquesta”, que son el eje de un hogar que significa el núcleo de la sociedad donde viven.

Hay mamás administradoras: Tienen que estirar el gasto, administrar la economía del hogar y hasta multiplicar los panes. Administran en tiempo en las actividades propias y de sus hijos; Reparten platillos preparados por ellas, abrazos y besos; administran su propia vida y el tiempo para las labores del hogar. Por si fuera poco, muchas de ellas salen a trabajar para lograr un desarrollo personal y un apoyo en la economía del hogar.

Las mamás tejedoras son aquellas que, puntada a puntada, tejen una bufanda, una chambrita o un sueter para cubrir a los suyos del frío. Recuerdo que a mi mamá le costó mucho trabajo decirnos con palabras que nos amaba, pero regalarnos algo tejido por ella, era una manera de decirlo. Las madres tejen también ilusiones y sueños. Alimentan la esperanza poniendo colores alegres a las situaciones difíciles. Son, por si fuera poco, piezas claves en el tejido social.

Las hay madres cargadoras. Tienen, por consiguiente, qué fortalecer los músculos del alma y el corazón. Cargan bebés en sus vientres, bolsas de mandado, pañales y libros. Cargan preocupaciones y penas. Llevan a cuestas responsabilidades propias y ajenas. Y, sobre todo, expertas en cargar culpas. Dan lo mejor de sí y aún se sienten insatisfechas y con la sensación de querer dar más.

Podemos hablar de mamás que en casa ejercen el papel de enfermeras, consejeras, educadoras y cocineras. Fuera de casa, madres que trabajan, profesionistas, empleadas, empresarias. Todas, haciendo un verdadero malabarismo entre el amor y la responsabilidad, el trabajo y los hijos, el esposo y la casa. Todo esto, como dice Jorge Bucay, sin renunciar a su esencia, intuición y sabiduría. Sin perder su capacidad de escucha, el aprecio por lo sencillo y lo bello y sobre todo, sin descuidar de su persona y su propia belleza.

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