Miguel Márquez tuvo todas las posibilidades para impulsar a alguien cercano a su gobierno como candidato del PAN a la alcaldía de León, sobre todo después de haber enfrentado el primer gobierno priista en la ciudad desde que se inició el dominio estatal panista en 1991, a cargo de una beligerante alcaldesa, Bárbara Botello.
Si bien a lo largo de la historia, el gobernador panista nunca pudo impulsar al candidato panista en León, debido sobre todo a la tradición de independencia y democracia del panismo de ese municipio, la coyuntura se abría por primera vez tras la desgastante confrontación entre el alcalde al que le tocó entregar la plaza, Ricardo Sheffield; y el primer candidato perdedor en 24 años, Miguel Salim.
La contienda de esos dos egos dejó exhausto al panismo leonés y mostró su descomposición, existente desde años antes pero evidente hasta la ignominia en esa última ocasión, con el olvido de la militancia desinteresada y la prevalecencia de la compra de votos y la corrupción de la militancia.
Márquez anunció a tiempo que la decisión se realizaría mediante una designación, no solo en León, sino en la principales ciudades del estado. Sin embargo, el mandatario guanajuatense fue madrugado por el nuevo dirigente nacional, Gustavo Madero, quien probablemente no le perdonó el triunfo de Ernesto Cordero y juan Manuel Oliva en Guanajuato.
La designación fue aprobada, pero con una salvedad: el CEN de Madero tomaría la última palabra, en los municipios donde se decidiera llevar adelante el método.
Así, mientras Miguel Márquez perdía dramáticamente el tiempo sugiriendo la instrumentación de un espacie de reality show a cargo de una empresa de relaciones públicas de la capital del país, para definir al candidato más carismático, equipado y conocedor, desde la ciudad de México y con grandes complicidades de parte del dirigente estatal Gerardo Trujillo, se fueron armando las trampas que definiría la elección.
El gran artífice de la estrategia para acotar el margen de decisión del gobernador de Guanajuato fue el entonces todavía poderoso coordinador legislativo Luis Alberto Villarreal García, quien no se jugaba poco: sencillamente, la construcción de una plataforma para su proyecto de ser candidato a gobernador en el 2018.
En ese momento, el plan de Villarreal sonaba imaginativo y viable: empujar la candidatura de Mayra Enríquez con pleno respaldo de Madero para obligar a Márquez a negociar y aceptar la postulación del empresario sin militancia abierta Juan Carlos Muñoz, en una reedición de lo ocurrido ya en Celaya con Ismael Pérez Ordaz. La rueda de molino no parecía demasiado grande de tragar, ni siquiera por Juan Manuel Oliva, el original promotor de Muñoz y responsable de su ingreso a la política.
El plan, sin embargo, se vino abajo por un imponderable: una fiesta en Puerto Vallarta en enero de este año, en ocasión de la plenaria del PAN previa a un nuevo periodo de sesiones, que terminó en una fiesta con sexoservidoras que fue grabada y exhibida en el mes de agosto, donde además de Villareal, aparecía el propio Juan Carlos Muñoz.
Allí cambiaron las cosas, Villarreal bajó drásticamente el perfil y Juan Carlos Muñoz perdió su potencial como candidato viable para una imposición. Fue entonces que surgió la inquietud de Ricardo Sheffield por registrarse a la contienda.
Gerardo Trujillo, dirigente del PAN que había recibido una ampliación de mandato por acuerdo de los órganos de dirección controlados por Madero, no tuvo empacho en registrar al exalcalde como aspirante, cuando en cambio si ejerció presiones para bajar a otros, como J. Guadalupe Vera. El plan bajo el que se inscribió Sheffield fue el de aparecer en la carrera por la alcaldía pero decantarse posteriormente por una candidatura a diputado federal.
Sin embargo, el hecho de que la evaluación multidisciplinaria y absolutamente naif , realizada bajo el método sugerido por Márquez, dejara a Ricardo Sheffield en buena posición, practicante por encima de todos sus contrincantes, así como la decisión de que no se evaluaran los aspectos negativos, le dieron cuerda al hábil político quien ya ha tocado todas las puertas y mandado todos los mensajes de que está listo para contender por la alcaldía.
La presión aumenta por la buenas relaciones de Sheffield en el CEN priista, donde lo ven como un activo no ya para los sueños guajiros de Villarreal que probablemente ya ni siquiera la alcancen para colocar a su hermano Ricardo en la candidatura de San Miguel Allende, sobre todo después de sus desafortunadas fotografías con Germán Goyeneche, sino por la intención de Madero de convertirse en coordinador parlamentario y después en candidato presidencial en 2018, para lo cual necesitara operadores en todos los estados y sobre todo en aquellos que hoy tiene perdidos, como Guanajuato.
Así, mientras Miguel Márquez jugaba a ganar tiempo, y más bien lo perdía en la ausencia de planes, Gerardo Trujillo completó el doble juego de atender requerimientos del grupo de La Loma al mismo tiempo que le hacía creer a Márquez que sus instrucciones estaban atendidas.
Mientras eso pasaba aquí, en México, los estrategas maderistas armaron perfectamente sus jugadas de presión y se lanzaron con todo.
Al día de hoy, Ricardo Sheffield tiene las más amplias posibilidades de ser elegido por el CEN panista como candidato a la alcaldía de Léon, pese a la resistencia del gobernador.
Para evitarlo y de paso acabar con el sufrimiento de no tener injerencia en el mayor municipio del estado, donde habita un cuarto de la población, Miguel Marquez tendrá que pagar un alto precio en otras posiciones: alcaldías como la de San Miguel, la de Celaya y la de Irapuato, además de diputaciones.
De una forma u otra, perdiendo León o rescatándolo a costa de dolorosas pérdidas, Márquez parece encaminarse a salir lastimado de la selección de candidatos de su partido, frente a la voracidad del grupo compacto maderista; pero, sobre todo, a causa de su propia impericia y la de su equipo, además de su incurable duda perpetua y temor al riesgo.
Márquez pensó que podía navegar en las aguas de la política local y nacional con operadores de bajo perfil y modestísima capacidad de maniobra. Pronto aprenderá, por la vía más dura de asimilar, que estaba en un error.
Y aunque se dice que en política no hay que dar por muerto a nadie, poco puede hacerse con quien tiene una incurable vocación por el suicidio.