Los dos representantes personales de Humberto Moreira en Guanajuato han iniciado una tarea de demolición del PRI, no se sabe si por encargo de su jefe o a espaldas de él.
El delegado del comité nacional, designación personalísima del líder priista, Francisco Javier Santillán; y la secretaria general adjunta del mismo CEN, Bárbara Botello, también un nombramiento de Moreira, llamaron ayer a una “comida de la unidad”, donde sólo estaban los allegados a la ex candidata leonesa.
El primer tema fue reivindicar a Santillán frente a las agresiones de que fue objeto de parte del senador Francisco Arroyo, naturalmente, sin Arroyo ni los arroyistas presentes. Lo segundo fue hacer el vacío a la dirigencia estatal que encabeza José Luis González Uribe, también ausente.
De esta manera, se recrudece la guerra de trincheras en la que se ha convertido el PRI de Guanajuato, a seis meses de elegir a su candidato a gobernador y a quince meses de la elección constitucional.
Antes el sectarismo entre las corrientes tomaba como pretexto la falta de presencia nacional en el estado. Hoy, una de las partes se ve avalada por la nueva dirigencia nacional y ha arreciado su activismo.
Así, el papel de árbitro que asumió Moreira en su pasada visita, ya deplorable de por sí, ha pasado rápidamente a convertirse en el de manager de uno de los contendientes.
Sin duda un dirigente nacional puede imponer condiciones en un estado como Guanajuato, donde no hay gobernador priista. Lo que ya no se puede es revertir el proceso y hacer surgir un esquema de unidad, como ya ocurrió en 2006 cuando el wintilismo se escindió, con las terribles consecuencias en votos y presencia para ese partido..
Son, sin duda, pésimas noticias para aquellos a quienes les gustaría ver una competencia más equilibrada en Guanajuato. En cambio, se trata de magníficas nuevas para los emproblemados panistas que pueden seguir ahondando sus conflictos sin preocuparse por las consecuencias.
