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viernes, abril 19, 2024

No funcionan medidas para frenar violencia de género: académicas de la UG; sus pares varones justifican o eluden el tema

Con información de Melissa Esquivias y Alfonso Ochoa

https://youtu.be/Yoip7zU10T0

Guanajuato, Gto. La posible existencia de situaciones generalizadas de acoso sexual hacia alumnas y profesoras de la institución ha sacado a relucir una profunda división en las perspectivas de académicos y funcionarios varones con las de algunas profesoras expertas en temas de género y derechos humanos.

A tres años de la crisis provocada por el caso Kala y la creación, por primera vez, de un protocolo para atender violencia de género y una ventanilla universitaria para recibir denuncias de esa índole, académicas de la UG reconocen que las cosas no están funcionando, que “el cuidado de la imagen institucional” y “la lealtad malentendida entre profesores” han impedido que funcionen las políticas para establecer una cultura de denuncia y no tolerancia.

Por otra parte, investigadores reconocidos y funcionarios de gran trayectoria eludieron hablar sobre el tema o se enzarzaron en justificaciones sobre la existencia del acoso “en todas las sociedades” o la abierta descalificación a las versiones de las víctimas: “no hay que creer de entrada en la queja”, dijo uno de ellos.

Estas son las opiniones vertidas a través de redes sociales.

Dra. Abril Saldaña Tejeda (Profesora de la División de Ciencias Sociales y Humanidades)

“Hoy escucho con mucho dolor al grupo de alumnas de la Universidad de Guanajuato, Campus León, denunciar públicamente el acoso sexual del que han sido víctimas por parte de profesores. Al más puro estilo del movimiento #MeToo – el cual no ha logrado grandes cosas para las víctimas pero sí ha logrado visibilizar algo que por años se mantuvo silenciado- escribo para explicar por qué no me sorprende esta denuncia. Escribo a partir de mi experiencia personal ¿Por qué ahora? por las alumnas, no hay otra razón. Las conozco y las reconozco y merecen ser escuchadas.

Yo llegué a la UG hace seis años y han sido los años más fructíferos de mi carrera y he trabajado por lo general en un ambiente de respeto y de apoyo. Pero el inicio no fue fácil, el concurso por la plaza requería de la exposición de mi proyecto de investigación ante un panel. Al final de mi presentación sobre maternidad y feminismo, la entonces secretaria académica preguntó ‘’ ¿Eres mamá? ¿Vas a poder con este trabajo? No es que yo te esté discriminando pero ¿tus hijos son tu prioridad? Tuvimos hace poco a una maestra que era mamá y no pudo con el trabajo’’… Desde entonces me di cuenta que la UG representaría retos importantes pero me animó estar en un lugar en donde había mucho trabajo qué hacer en materia de género, una idea quizás mesiánica y narcisista, diría cualquier terapeuta.  Al poco tiempo me di cuenta de que mi aportación difícilmente rebasaría el ámbito académico, mientras que el género se quede en papel, en una revista académica de alto impacto, no representa peligro para nadie.

“El acoso sexual es algo que difícilmente se denuncia cuando hay protocolos efectivos para hacerlo, cuando no los hay es francamente imposible. El acoso sexual es siempre algo tremendamente complejo de denunciar en el espejo, es decir, es hasta difícil confesarse a sí misma que hay algo que te incomoda muchísimo pero es algo que no puedes mencionar sin temer el convertirte de la noche a la mañana en una loca total. La línea del coqueteo y el acoso es tan difusa, pero la que divide la denuncia y la amenaza de las represalias, esa sí es bien clara. Y es que uno siempre le quiere caer bien al mundo, agradar al mundo para poder sentir que estás en el mundo. Había un profesor que cada vez que me veía me abrazaba de la manera más incómoda. Como siempre en mi vida las cosas las intento arreglar con humor le llamé el ‘abrazo chichi’. Yo, como cuasimodo, me tenía que encorvar todo lo que podía cada vez que el profesor con ese acento encantador llegaba a cualquier junta a ‘saludarme’. Alguna vez lo conversé con otras mujeres del personal administrativo, su único comentario fue ‘es que en su país son muy cariñosos’. Todas coincidían que incomodaba su forma de saludar, pero nadie se atrevía a decirlo como era. Y ahí estaba yo, toda una profesora feminista aguantando ‘abrazos incómodos’ hasta que no pude más y comencé a alejarme de ese profesor, a negarle el saludo, por lo menos el saludo que exigía. Aquello terminó en una especie de diagnóstico no solicitado sobre mi salud mental (¡qué sorpresa!!) me lo encontré un día en un aeropuerto, yo con mis hijas y él sólo en la sala de espera. Me miró y enfrente de mis hijas me dijo (por tercera ocasión) ‘’¿Has ido a un psiquiatra? Yo te lo recomendaría mucho, eres una mujer muy ansiosa y necesitas medicamento.’’ Después de eso le escribí para exigirle que jamás volviera a atreverse a darme su opinión no solicitada sobre mi salud mental.

“Así es el acoso sexual, funciona hasta que pones un alto, cuando lo haces llega otro tipo de acoso, ese que te acusa de loca y mentirosa. Me duelen las alumnas, me duelen mucho porque si yo, en mi posición de profesora que además es feminista, con un trabajo académico que me protege de un montón de cosas, no pude, en su momento, alejar a un profesor que me incomodaba profundamente sin tener que pagar la acusación de estar loca ¿qué pueden esperar las alumnas? ¿Qué pueden esperar de una institución que sigue sin escuchar estas demandas de forma seria y actuando en consecuencia? Hay a veces en las instituciones una lealtad malentendida entre profesores pero en estas cosas, en estos casos, la lealtad la merecen las alumnas.

“De otra forma no merecemos ser llamados profesores. Yo soy una académica que se pone la camiseta, llevo el nombre de la UG a donde voy y quien me conoce sabe que estoy feliz y orgullosa de trabajar aquí, pero este tema me avergüenza y me da rabia. Tira por la borda todo lo bueno que hay aquí, todo lo que nos tendría que hacer sentir realmente ese ‘”orgullo UG”. Hasta que esto no se resuelva, nadie puede decir esa frase y sentirla, desde el corazón ¿por qué nunca antes se había hablado sobre esto dentro de la institución? Porque no existen las instancias, porque no me han preguntado, porque no existen los espacios, los protocolos confidenciales para tratar estos asuntos, no existen para mí que tengo una posición infinitamente más ventajosa que las alumnas que hoy denuncian. No existen para mí  ni existen para nadie…

“Y antes de que me salgan con la idiotez de que ‘’¿cómo puede saber un hombre si algo es acoso?’’  les digo que es obvio, que es claro para ustedes, es siempre claro para todos los involucrados, si es claro para la víctima es claro para el acosador.  Esa es la excusa más cobarde y pueril de todas, esa que dice que no se dan cuenta. En lo único que no coincido es culpar a las profesoras por su silencio, el silencio es una cosa impuesta, una habla en todas partes, en los pasillos, en las juntas, en los medios, de ahí a que alguien te escuche es otra cosa. Y no existe peor cosa que hablar, no ser escuchada y luego ver cómo te acusan por tu silencio ante el abuso. Por otro lado UGénero hace lo que le permiten hacer, ni más ni menos, es un tema institucional, no de quienes trabajan en UGénero.”

Dra. Vanessa Góngora Cervantes (Profesora de la División de Derecho Política y Gobierno)

“Sin duda, la denuncia de las alumnas de la UG sobre el acoso sexual en la Universidad merece toda nuestra atención. Yo tengo dos comentarios al respecto. El primero es sobre el argumento de “cuidar la imagen institucional” que ha sido utilizado siempre para negar la atención de los casos. La lógica de que es mejor que nadie se entere, sugerir el silencio o no hacer nada para que no se haga más grande el asunto, es totalmente incongruente con nuestra labor docente o administrativa de formación y protección al alumnado, también está impregnada de esa doble moral que bien conocemos las feministas: el acoso sexual es malo, la violación es mala, la violencia contra las mujeres es mala, pero la culpa siempre recae en las denunciantes y se invisibiliza y protege al perpetrador. Son comunes las preguntas  sobre por qué no denunció la estudiante antes, hasta dónde lo permitió ella, cómo es posible que se dejara, qué estaría buscando, etcétera.

“Por otra parte, las preguntas que no son comunes tienen que ver con quién sabía la situación y no lo atendió, si el profesor tenía antecedentes de acoso y cómo se sancionó en su caso, que mecanismos se brindaron a las alumnas para atenderlas, etcétera. La protección de la supuesta imagen institucional disfraza la protección de las prácticas patriarcales. Eso me lleva al segundo comentario: la simulación. Más grave que “cuidar la imagen institucional” callando las voces de las víctimas, es “simular” que se atiende el problema. Hace algunos años ya, otro caso prendía la alarma en la UG. Lo que quedó claro, por lo menos para una importante parte de la comunidad universitaria y de la sociedad es que no había ningún tipo de lineamiento o protocolo que guiara la atención de las autoridades para atender el acoso sexual (tal vez derivado de que, al ocultarlo, el fenómeno como tal no existía). En ese entonces, para calmar los ánimos, se lanzó con bombo y platillo un programa de género, con una ventanilla única para atención de discriminación y violencia, un comité de igualdad de género integrado por representantes de la comunidad universitaria que marcaría los cambios necesarios para preparar a la institución ante semejantes retos. 

“Sin embargo, como suele suceder con muchas políticas públicas, se trabajó más en publicidad que en acciones concretas y eficientes; se apostó al amiguismo y fortalecimiento de grupos políticos internos para integrar las áreas de género sin que tuvieran conocimientos, con poca o nula experiencia o lejanos a la realidad universitaria y claramente adversos al movimiento feminista; invitaron a consulta a organizaciones de la sociedad civil para avalar su proyecto pero desterraron a las académicas y personal administrativo que ya tenía investigación, experiencia y trabajo en la materia por ser políticamente incorrectas en su discurso y, nuevamente, por no cuidar la imagen institucional.  Apostaron a esa estrategia política de que una mentira repetida mil veces se vuelve realidad. Pero los casos siguieron. Aumentó la expectativa frente a la publicidad de la atención, pero las sesiones de terapia psicológica a la víctima de tres semanas no son suficientes para detener la práctica común de acoso docente y administrativo. Éste continuó y si se denunciaron casos, muchos se detuvieron en consejos de honor y justicia con escasa o nula perspectiva de género y con la lógica del encubrimiento. La simulación, como suele suceder, funciona para dar informes, pero no para contener el problema. Tarde o temprano explota.

“Lo que más me duele, personalmente, es que las estudiantes no confían en nosotr@s. Y no es gratuita la desconfianza. Como profesora reconozco que el activismo interuniversitario de colaboración alumnas profesoras ha sido esporádico y claramente insuficiente. Fuimos amedrentadas, humilladas y silenciadas dentro y fuera de la universidad (incluso por aquellas que considerábamos nuestras aliadas) y algunas nos refugiamos en los pocos espacios en los que aún teníamos injerencia, en mi caso, las aulas. No obstante, la valentía de este grupo de estudiantes nos da una importante lección: estudiar el movimiento feminista, las políticas de género y demás debe tener congruencia en nuestro espacio de trabajo. No podemos seguir con políticas de simulación e imagen institucional. Debemos ponernos del lado de la justicia y ello conlleva mecanismos claros de atención de los casos que protejan tanto a las víctimas como a los docentes. Debemos exigir participar en los espacios y si no nos lo permiten, crear nuevas alianzas para fortalecernos no como grupo político interno, sino una resistencia siempre presente frente a las prácticas patriarcales imperantes en la institución. Se trata de cambiar la percepción de que las profesoras también protegemos a los acosadores porque son nuestros colegas y difundir el discurso y puesta en práctica de la no tolerancia y denuncia.

“Finalmente, a pesar de reconocer mis debilidades y faltas, sostengo al igual que Abril Saldaña, que nunca permitiré que se me cuestione mi sincero interés en defender los derechos de las mujeres dentro y fuera de la universidad. Culpar a las pocas profesoras y administrativas que nos hemos dedicado a esto definitivamente no fortalece la causa; la formación de alianzas a pesar de nuestras diferencias es lo que verdaderamente da sentido a la palabra sororidad.”

Mtra. Sandra Estrada Maldonado (División de Ciencias Sociales y Humanidades)

“No sé si haya mejor manera de terminar el día que viendo a mujeres valientes y organizadas levantar la voz y alzar la cara frente al acoso, sobre todo si con ellas he compartido las aulas durante varios años. Yo lo único que puedo agregar es que YO LES CREO. Reconozco su valentía y decisión que nos abraza a todas. Soy docente y soy feminista, no de ayer ni de este año, lo soy de un camino largo; y los juicios sobre mi congruencia, voces o silencios los recibo sólo de ellas. Gracias chicas!!!”

Académicos varones dudan de los acosos

Académicos se mostraron renuentes a opinar sobre problema del acoso sexual a integrantes de la comunidad de la Universidad de Guanajuato, pues en varios casos a la gente que se le pidió opinión se negó a hacerlo; en otros casos se enfatizó en la necesidad de que se investigue a fondo antes de juzgar, como lo señaló el reconocido científico doctor Octavio Obregón Díaz.

Fotografías de Juan José Plascencia y Enrique García

Personas como el doctor en filosofía, coordinador de asesores del rector general de la UG, Benjamín Valdivia Magdaleno, fue uno de los que no quiso hacer ningún comentario sobre el problema denunciado por estudiantes del campus León; “no yo no tengo nada que decirte”, fue lo que dijo el coordinador de asesores del rector general al buscar entrevistarlo, perdiéndose entre la gente que acudió al informe del rector Guerrero Agripino.

El doctor Valdivia Magdaleno, es filósofo, escritor, poeta, dramaturgo, traductor y crítico literario; además de ser profesor en la UG., es miembros del Sistema Nacional de Investigación nivel dos, y ha sido profesor invitado en varias universidades mexicanas y de diferentes países como la Universidad de la Columbia Británica de Canadá, la Universidad de Arizona, la Universidad Estatal de California,  de los Estados Unidos de América; la Complutense de Madrid y la Universidad de Alcalá de Henares de España, por lo que habría sido interesante conocer su opinión sobre el problema del acoso sexual en las universidades, pues además como se señala, es el jefe de asesores del rector general de la UG. No fue posible.

El doctor Obregón Díaz, premio nacional de ciencias 1999, dijo: “habría que ver cada caso que razones tiene, qué de verdadero, qué de profundo, qué de serio es cada caso; es como la ley, si a usted lo acusan de que hizo algo tiene que probarse que así fue”.

“Seguramente que hay algunas pasiones reales, gente que ha sido pareja y de repente se enoja con el otro y lo acusa de cosas que no necesariamente son ciertas; yo conozco un caso, no voy a decir nombres, una pareja que ya tenía relaciones de tres años, salían a todos lados, cenaban, yo los encontré alguna vez en un restaurante y de repente se pelean y ella lo acusa de acoso sexual, por eso hay que ver cada caso, qué historia tienen”.

El doctor Obregón enfatizó que “no hay que creer de entrada en la queja hasta que no se haga una investigación; desde luego que es muy reprobable que se abuse, pero hay que probarlo, poner reglas muy claras y castigar si es cierto e igual castigar a quien denuncie mintiendo”.

Obregón Díaz, es un destacadísimo científico, incluso realizó trabajos en coautoría con Stephen Hawking, y es profesor emérito del Sistema Nacional de Investigación y miembro de la academia mexicana de la ciencia, premio estatal de ciencias Alfredo Dugés, y doctor honoris causa por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.

El doctor César Federico Macías Cervantes, director de la División de Ciencias Sociales y Humanidades, en la que se presentó un caso de acoso sexual denunciado por una estudiante extranjera, dijo que no podía hacer declaraciones y que al caso del que se hace referencia se le dio seguimiento puntual.

Macías Cervantes es doctor en historia, y es autor del libro “Genaro Vázquez, Lucio Cabañas y la Guerrilla en México entre 1960 y 1974”, editado por la Universidad de Puebla, y del libro “Ramón Alcázar, una aproximación a las élites del porfiriato”, entre otros.

El doctor José Luis Lucio Martínez, ex rector del campus León y ex secretario académico de la universidad, dijo que no estaba bien enterado del tema. “algo leí en los diarios, si es una situación que pudiera preocuparnos, la universidad siempre busca que profesores y alumnos estén en las mejores condiciones y no se presente ningún tipo de problema de este género”.

Lucio Martínez, es miembro del Sistema Nacional de Investigadores nivel tres, es doctor en ciencias por la Universidad Católica de Lovaina.

“Es una comunidad tan grande y tan diversa que pueden ocurrir problemas, pero en el contexto general podría decirse que son casos aislados, como rector de campus me tocó una experiencia en la que no se veían gran cantidad de problemas de este tipo, no era una situación que preocupara; los estudiantes y profesores se seleccionan de una manera muy rigurosa”, afirmó el doctor Lucio Martínez.

El abogado general de la UG., Mauricio Alejandro Murillo de la Rosa, dijo que no iba a dar declaraciones, y dio las gracias a quienes lo intentaron entrevistar.

El maestro en arquitectura e integrante de la Junta Directiva de la UG., Luis Fernando Michel Barbosa, dijo que “el problema del acoso sexual se da en cualquier sociedad y depende de la responsabilidad de cada persona, se respaldará a quien se tenga que respaldar, no puedo ir más allá porque no me corresponde”, apuntó.

Cabe señalar que la Junta Directiva de la UG está integrada por once miembros electos por el Consejo General Universitario. Ocho de ellos pertenecen a la Universidad y tres son externos. A la Junta Directiva le corresponde designar al rector general de entre los candidatos que le proponga el Consejo General Universitario; designar a los Rectores de Campus, al Director del Colegio del Nivel Medio Superior y a los Directores de División de entre los candidatos que le presente el Consejo Universitario de Campus respectivo, el Consejo Académico del Nivel Medio Superior o el Consejo Divisional, según corresponda

Otros de los distinguidos universitarios a los que se buscó entrevistar pero que se negaron a hacer comentario alguno fueron el ex rector general de la UG, maestro Marco Antonio Vergara Larios quien ha sido mencionado en columnas de medios locales como candidato a ser secretario de seguridad pública en la próxima administración estatal; y el ingeniero Carlos Arnold Ojeda, integrante de la Junta Directiva y a quien por cierto la UG le reconoció el pasado mes de febrero, su honorabilidad y excepcional labor académica, al develar una placa en el aula 303 del edifico de Belén, sede de la escuela de Ingeniería Civil, pasando a denominarse “Claustro Académico Ing. Carlos Arnold Ojeda”.

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