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viernes, abril 26, 2024

Nuestros sueños no caben en sus urnas

Hoy el nombre de esta colaboración proviene de una maravillosa frase escrita en un cartel que portaba uno de los miles de manifestantes españoles que tomaron la otrora Plaza del Sol, y que a partir de dicha protesta quedó rebautizada popularmente como Plaza 15 de mayo.
La consigna es contundente. No deja lugar a dudas sobre el enorme desencanto de esos manifestantes frente a las elecciones del pasado domingo 22, pero también frente al poder público.
España vivió una jornada electoral marcada por la crisis económica y sus enormes repercusiones, entre ellas el altísimo índice de desempleo. Cayeron en cuenta que para salir de ello, para lograr tener el gobierno que se quiere, votar no es suficiente.
El desencanto político es una reacción social, cuyos síntomas hemos visto recientemente en el mundo árabe y ahora también en España.
Para medir sus alcances habrá que esperar a que se vayan aproximando los procesos electorales en otras partes del mundo.
México no es ajeno a esta situación. A los problemas económicos se suma la enorme inseguridad en buena parte de nuestro territorio.
Cada vez es más evidente la toma de las calles y de las plazas por una sociedad que demanda mayor participación, mejores políticas públicas, mejores gobiernos; por una sociedad que las más de las veces no es atendida en sus reclamos que son descalificados y que sus argumentos son minimizados.
El gobierno frecuentemente, en sus diferentes niveles, ha demostrado ser mal escucha de su sociedad.
Jacobo Zabludovsky escribió en su columna “Bucareli” publicada en El Universal, que “no se trata de destruir el poder sino sus trampas y tramposos”
Desde el origen del voto, una parte del descontento social se ha visto reflejado en el abstencionismo. Hoy con más frecuencia, a ese fenómeno se agregan otros: el voto de castigo, el voto útil, o bien figuras tan interesantes como el voto nulo o el blanco. Estos últimos ejercidos por la gente que sale a votar, que hace la fila correspondiente, que llega a la urna y que decide no otorgar su voto a ninguno de los candidatos.
La anulación se traduce, como lo escribió Denise Dresser en “un instrumento válido para sacudir, presionar, exigir, y empujar a la profundización democrática que los partidos tanto resisten”. Porque es cierto, como lo afirma: “la política no puede ni debe depender exclusivamente de la votación o la participación en un partido (…) Las democracias funcionales se nutren de muchas fuentes de participación que buscan precisamente obligar a los partidos a hacer suyas demandas que de otra manera ignorarían (…) como escribe Milan Kundera, ´todo lo que es puede no ser´. Y ojalá lleguemos al momento en que lo que es deje de ser”.
Los votos blancos y nulos fueron, en España el pasado domingo 22, el cuarto porcentaje más alto en las urnas. La tendencia pues, no es menor. Ojalá se reconozcan como esa expresión de protesta y de hartazgo.
Es cierto, para muchos nuestros sueños no caben en las urnas, pero tampoco en los partidos políticos y menos aún en nuestros gobiernos.

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