Hasta el tercer día comienzan a resucitar las versiones de lo que pasó en las largas horas del consejo estatal del PAN, las que transcurrieron desde que se supo el resultado de la votación hasta que finalmente emergió el nuevo comité estatal, con una escasa presencia de representantes olivistas.
la “falta de generosidad” expuesta en un twitter por Ricardo Torres Origel, la cual atribuía directamente a Miguel Márquez Márquez como gran elector de la nueva circunstancia panista, fue cierta sólo a medias.
En realidad, el secretario de Desarrollo Social hizo malabarismos para conciliar las posturas radicalmente contrapuestas de dos personajes a los que les guarda amistad y lealtad por igual: Juan Manuel Oliva y Fernando Torres Graciano.
El primero de ellos presionaba por ocupar ocho espacios en el nuevo comité; el segundo, junto con Gerardo Trujillo, bajaron esa petición hasta tres asientos. La gran discusión se dio por Jorge González Huerta, que finalmente quedó fuera.
Curiosamente Oliva ya no defendió a Román Cifuentes y dejó que fuera sustituido por Juana de la Cruz Martinez, su vocera, quien se mantuvo al margen de los enconos desatados en la contienda.
Tras los acuerdos, más bien forzados, el mandatario se fue con una sensación de haber sido chamaqueado por Trujillo y Torres Graciano; en tanto que éstos asumían que las conquistas se habían dado en una batalla que se ganó con votos y en la cual, Oliva se alió incluso con sus acérrimos adversarios de La Loma
En este escenario, quien ocupó el espacio de fiel de la balanza fue el precandidato Miguel Márquez, quien queda como la única vía de comunicación entre ambos grupos.
No es , de ninguna , manera, una mala posición de arranque. Todo estará en saberla capitalizar.
