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viernes, abril 19, 2024

Partidos, matrimonio por conveniencia

La exasperación desborda al líder nacional del PAN, Gustavo Madero, “los priistas ya nos tienen hasta la madre”, y al del PRD, Jesús Zambrano, quien los acusa de recurrir al “terrorismo político”.

En línea paralela, líderes priistas como Manlio Fabio Beltrones y Emilio Gamboa Patrón descalifican a Madero, “quienes posiblemente pueden estar hasta la madre de él son los del PAN”.

Parece violencia doméstica. Ninguno está satisfecho con la cohabitación en el Pacto por México, y una y otra vez reproducen el ciclo de la violencia (que reinicia cuando el PRI promete enmendarse), pero nadie se atreve a abandonar el hogar.

No tienen alternativa. Se trata de un pluralismo mal llevado, que hasta ahora no ha encontrado algo mejor que el Pacto… para compartir la carga del gobierno del país. La debilidad les es común.

El PRI, que tiene el mayor conflicto, por el encargo de la Presidencia de la República, también tiene más recursos de poder que el PAN y el PRD, pero éstos, con los que tienen, pueden obligarlo a hacer concesiones.

Ese es el juego entre ellos. Como todos se necesitan, nadie quiere romper el Pacto, pero buscan ceder lo menos y tratar de arrancar lo más. Por eso es su todo, aunque podría llegar a ser su nada.

El Pacto por México ha tenido la virtud de reunir a los partidos luego de que éstos llevaron su natural competencia a la confrontación, la parálisis y la posterior impotencia y desprestigio de la política.

Mientras ellos estuvieron así enfrascados, crecieron, e incluso ayudaron a crecer, tanto a los poderes fácticos como a los problemas sociales. Hoy los rebasan.

A pesar de todo, el Pacto aún no significa propósito de enmienda. Sigue como recurso de sobrevivencia de los políticos, y a pesar de los avances que lleva, socialmente todavía no trasciende.

La virtud que ha tenido de agruparlos, no obstante sus diferencias e intereses confrontados, podría convertirse en defecto.

Porque a la agenda común la define una visión partidizada, con temas y actores primeramente políticos, y sólo secundaria, subordinadamente, sociales. Eso impide la oxigenación de la alcoba pactista.

Semejante estrechez está por reproducirse en Guanajuato, pero incluso en una versión más disminuida.

El PAN, no obstante ser el más comprometido, por tener la gubernatura, rehuyó el intento de explorar las posibilidades de un acuerdo amplio con las oposiciones. El líder panista, Gerardo Trujillo, y el gobernador, Miguel Márquez, simplemente les dieron plantón.

Al revés del proceso del Pacto por México, que se construyó a partir de los líderes políticos, encajonarán su convenio dentro de los muros del Congreso. Con la entusiasta colaboración del PRI, el cual cedió a cambio de algunos puestos.

Se han propuesto acordar una suerte de agenda legislativa de todos los partidos, lo que ya ha ocurrido antes, sin mayores frutos. Siguen reñidos con la imaginación y el compromiso.

La negativa a abordar los problemas de la sociedad guanajuatense en su conjunto, lo cual incluiría cambios obligados en el actuar de los propios partidos y sus responsabilidades, ofrece una perspectiva estéril.

Luego de este casamiento, que parecen imaginar como coartada, la clase política local corre el riesgo de distanciarse más de la sociedad. O quizá es lo que quiere, como si fuera un avestruz.

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