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domingo, mayo 25, 2025

¿Por qué somos tan pobres?

El día de hoy se conmemora el Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza, una fecha que pone el énfasis en la necesidad de cambiar, y rápidamente, el destino de millones de personas que claman todo, porque todo es lo que les hace falta y todo es lo que les ha sido negado como opción y posibilidad.

En el cuento Es que somos muy pobres Juan Rulfo escribe: “Aquí todo va de mal en peor. La semana pasada se murió mi tía Jacinta, y el sábado, cuando ya la habíamos enterrado y comenzaba a bajársenos la tristeza, comenzó a llover como nunca. A mi papá eso le dio coraje, porque toda la cosecha de cebada estaba asoleándose en el solar (…) Y apenas ayer, cuando mi hermana Tacha acababa de cumplir doce años, supimos que la vaca que mi papá le regaló para el día de su santo se la había llevado el río”.

Así era la vida de los pobres hace cincuenta años, y así sigue siendo la que les toca confrontar día con día. La escena de Rulfo, sin duda, no nos es ajena en pleno siglo XX. ¿Cuántas vacas se habrán llevado en estos meses los ríos en Guerrero, en Veracruz, en Oaxaca, y para terminar pronto, en todas partes?

Sería ingenuo creer que la preocupación de la gente está en la vaca perdida; no, lo que los ríos se llevan de las comunidades de los pobres es la vaga esperanza de que las cosas algún día van a cambiar; que las condiciones terribles de exclusión y abandono serán revertidas y que por primera vez, en mucho tiempo, quizá haya justicia.

Los ríos arrastran los sueños de los pueblos, sus anhelos, la escaza confianza en la capacidad de transformar su realidad trabajando todos los días; y eso es porque la corrupción sigue sangrando a localidades y pueblos, y porque la incapacidad sigue siendo la nota predominante de los gobiernos municipales y también de una enorme cantidad de gobiernos estatales.

Pero no nos confundamos; los ríos han estado siempre ahí, lo que los ha bordeado son caseríos de desplazados; de excluidos y de rechazados del desarrollo; de aquellos que el “sistema económico” deja al margen, y literalmente los orilla a vivir siempre en las franjas de los riesgos, tanto naturales como sociales.

Y es que para los pobres casi nunca ha habido opción de justicia; siempre han sido los relegados, en ocasiones hasta proscritos y vetados de los escenarios sociales, porque, además, seguimos siendo una sociedad que no asume a plenitud la responsabilidad histórica de transformar esta penosa realidad.

El día de ayer se conmemoró también el Día Mundial de la Alimentación, fecha que es aprovechada para llenar la boca de los políticos con palabrería hueca, pero cuyos efectos difícilmente llegan a los estómagos vacíos de quienes no tienen ingresos para consumir tres comidas al día, y que según la última medición de la pobreza, rebasan los 11 millones de seres humanos que viven con hambre.

De acuerdo con el CONEVAL, en el país hay más de 28 millones de personas que viven en vulnerabilidad por carencia de alimentación, quienes se debaten a diario por conseguir alimentos sanos e inocuos, cuestión elementalísima de dignidad humana, que el Estado mexicano todavía no ha logrado garantizar para todos.

Frente a la demencial cifra de más de 50 millones de personas en condiciones de pobreza, la pregunta central que debería estar todos los días, en todas las dependencias públicas, es la relativa a ¿cómo es que somos tan pobres?, y también: ¿cómo llegamos a ser esta nación tan injusta en donde sólo quien tiene recursos puede tener acceso a casi todo?

Hemos presumido siempre que somos un país solidario, y así es en momentos de pérdida y desastre; sin embargo, no hemos sido capaces de construir instituciones que promuevan la cohesión social de manera perdurable, que nos lleven a la construcción de procesos de solidaridad permanentes y de participación ciudadana no perecedera.

La consolidación de nuestras instituciones democráticas sólo va a lograrse en la medida en que tengamos la capacidad de garantizar plenamente el mandato de nuestra Constitución, más aún después de la reforma al Artículo 1º, el cual constituye, según los expertos, un verdadero nuevo paradigma en lo que a la amplitud y universalidad de derechos reconocidos por la Carta Magna se refiere.

La responsabilidad ciudadana en un país como el nuestro debe llevarnos a siempre estar alertas, a criticar y a exigir que los gobiernos, en todos sus órdenes y niveles, asuman como principal objetivo construir un país con equidad, justicia social y acceso universal al bienestar, porque de otro modo, vamos a seguir condenando a millones a vivir en la miseria.

No podemos permanecer impávidos y mucho menos indolentes ante tanta desesperación, frustración y malestar social, porque no podemos seguir siendo un país en el que a la gente no le quede más remedio que decir, como magistralmente lo narró Rulfo, “es que somos tan pobres”.

Por cierto, la vaca que se lleva el río se llamaba “la serpentina”; tenía una oreja blanca y otra colorada, y muy bonitos ojos.

 

Twitter: @saularellano
Facebook: saul.arellano

Saúl Arellano
Saúl Arellano
Filósofo y Sociólogo. Investigador de temas de la cuestión social. Director editorial de México Social y director general de Newsweek Guanajuato. Premio Estatal de Periodismo, Guanajuato 2009 y Premio Estatal al Mérito Ciudadano, Guanajuato 2012. ​​Twitter: @saularellano www.mexicosocial.org

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