La descomposición política que amenaza a Guanajuato, frente al relevo de poderes del año próximo, tiene su primer referente en los partidos políticos, cada uno de los cuales vive su propia crisis.
Hemos reseñado ampliamente la del PAN, en relación con el relevo de la actual dirigencia, que tiene enfrentados a dos de los liderazgos principales de la corriente tradicionalista del partido. No se escapa el PRD, sobre todo por la confusión palmaria que viven las alcaldías que gobiernan. El PRI, por su parte, presenta nuevos barruntos de tormenta.
La llegada del nuevo delegado priista se devela cada día más como el resultado de una exitosa maniobra del líder cenecista Gerardo Sánchez García para enfrentar internamente a quien hasta ahora aparecía como el puntero de la carrera por la candidatura, el senador Francisco Arroyo Vieyra.
Aunque Sánchez tiene una encomienda nacional delicada y hasta hace pocos meses había subrayado su intención de no competir por la gubernatura esta vez, sus actos parecen ir en sentido contrario de sus palabras.
Al empeño por lograr la designación de un delegado afín a sus intereses, su compañero de sector Francisco Santillán Oseguera, el diputado federal suma ahora la constitución de un fundación a la que ha incorporado liderazgos empresariales y políticos, a la que le seguirá la presentación de un informe multitudinario al que asistirá el líder nacional priista Humberto Moreira.
Contará, en todos los casos, con la infraestructura que le proporciona su cargo nacional al frente del organismo campesino priista, lo que redundará en movilizaciones al mejor estilo de la vieja época tricolor.
Después de este bombardeo de apariciones públicas, no quedará ninguna duda en el ánimo de la vieja clase política tricolor que ha aparecido un nuevo pretendiente para encabezar los esfuerzos de ese partido por lograr un regreso en Guanajuato, en 2012.
Parte del acicate que mueve a Sánchez debe provenir del hecho de que hasta ahora no ha sido tomado en cuenta de manera seria como postulante, lo que se refleja entre otras cosas, en su ausencia de las mediciones de opinión que se han hecho públicas en días recientes.
La aparición del cenecista como prospecto a la candidatura elimina, por lo pronto, a uno de los precandidatos más activos y exitosos, de basarse en esas mismas encuestas: el diputado local Miguel Ángel Chico Herrera, quien para todos los efectos mantiene una alianza con Gerardo Sánchez en la que ha asumido un papel de subordinación.
No sería sorpresivo que el ex candidato de 2006 optara por hacerse a un lado y ahorrarse el riesgo de una segunda humillación estatal en las urnas, la cuarta de su carrera política pues ya perdió la alcaldía de Celaya y una diputación federal. En cambio, podría concentrarse en buscar otro cargo legislativo al amparo del propio Sánchez.
Como, además, tampoco Juan Ignacio Torres Landa ha aparecido con decisión en la competencia y se sabe de su resistencia a participar en contiendas internas, menos si éstas se enconan, todo apunta a una confrontación radicalizada entre Arroyo Vieyra y Sánchez García, con saldos que puede sumir al PRI en una crisis mayor a la vivida todo este tiempo.
El líder cenecista ha contado hasta ahora con la complicidad de Humberto Moreira, como se vio en la decisión de colocar un delegado a su gusto, por ello no resulta descabellado pensar que al final la candidatura priista pudiera recaer en un aspirante que exhibe dos carencias básicas ante el electorado guanajuatense: un discurso perfectamente anacrónico y un relativo desarraigo de la entidad.
Así se preparan los priistas de Guanajuato para aprovechar las esperanzas que tienen depositadas en la ya mítica popularidad de Enrique Peña Nieto. Les invade tanto optimismo que no tiene empacho en cometer todos los errores que señala el manual. Sin duda, también en política se vale soñar.
