Muy activo se ha visto en el terruño en las últimas dos semanas al ex gobernador y recientemente ex director general de Conacyt, Juan Carlos Romero Hicks, sobre todo en eventos de corte político.
El sábado 19 de marzo se apareció, inusitadamente, en el informe de los avances de su administración que ofreció Juan Manuel Oliva a los integrantes del PAN en el estado. Normalmente, Romero Hicks se mostraba desdeñoso de los actos políticos de quien fuera su secretario de gobierno y a quien pidió la renuncia a la mitad de su gestión.
Antes del informe se dio tiempo para invitar a desayunar al líder panista Fernando Torres Graciano, en lo que fue otra deferencia, pues normalmente le enviaba emisarios. Allí Romero planteó su proyecto de buscar una posición legislativa para el próximo año, de preferencia por la vía plurinominal.
La reunión de Romero con el saliente directivo partidista no dejó de ser un reconocimiento a lo que todo mundo espera ya, incluyendo el ex mandatario: que el relevo en la presidencia del PAN se resuelva a favor del coordinador camaral Gerardo Trujillo, con lo que la influencia de Torres Graciano permanecería.
Sin embargo, imbuido de un inoportuno, por lo menos para sus fines, afán de pluralidad, unos días después de buscar respaldos en las corrientes olivistas, acudió a una reunión del Instituto de Administración Pública que preside Gerardo Mosqueda, adversario declarado de Torres Graciano, donde salvo el ex rector, el resto eran cuadros mosquedistas: Baltazar Vilches, Gerardo Hernández, Luis Alberto Ramírez.
Allí se informó que las jornadas académicas para impulsar una reforma electoral en Guanajuato, una de los temas de agenda de la precampaña del ex secretario de gobierno, se llevarán a cabo, finalmente, en el Campus Guanajuato de la UG, con el patrocinio del rector Luis Felipe Guerrero Agripino.
No parece ser ajeno Romero Hicks a este feliz desenlace de las gestiones de Mosqueda para contar con un espacio donde llevar a cabo un foro del que quiere salir posicionado como el aspirante del perfil académico en la carrera panista, un logro del que mucho le deberá al ahora desempleado ex gobernador.
A Romero la coyuntura tampoco le viene mal, pues le permite reactivar una presencia en la Universidad de Guanajuato justo en el momento clave de la sucesión en la rectoría general, cuando sus posibilidades de influencia se habían diluido por su carácter de jubilado y la desintegración de su grupo.
En diversos escenarios, quien fuera el principal promotor de la autonomía universitaria ha declarado su convicción de que Juan Manuel Oliva no debería inmiscuirse en la sucesión universitaria, seguramente preocupado por la fluida relación entre su sucesor y el rector general Arturo Lara López, quien analiza la posibilidad de buscar una reelección bajo una de las interpretaciones de la nueva ley orgánica de la UG.
Parece una posición razonable y lo sería más si no proviniera de quien, como gobernador, metió la mano una y otra vez a la Universidad: primero para impulsar a Cuauhtémoc Ojeda; después, para retirarlo al hacerlo Secretario de Seguridad; posteriormente, al empujar abiertamente al propio Lara en contra de Sebastián Sanzberro. Y finalmente, al frenar la reforma elaborada por Lara López, que propuso la departamentalización.
Comparado con Juan Carlos Romero Hicks, el respeto a la autonomía de parte de Oliva parece modélico, por lo que la campaña de aquel para orientar las cosas en la institución académica se presenta como otro más de los yerros de un político que está dando la impresión de querer hacerse un lugar a codazos en el escenario local. Por cierto, con muy escasas posibilidades de éxito.
Como le gusta decir al propio Romero Hicks, parece que esta vez no tiene el perfil que requiere el momento de Guanajuato.
