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viernes, marzo 29, 2024

San Miguel de Allende: Puerta de un Futuro para el Noreste

San Miguel de Allende es un conglomerado de mundos que coexisten pero apenas si se ven y se tocan. En primer lugar, está el mundo organizado y cerrado de los extranjeros, sobre todo americanos y canadienses, separado casi por completo, por obvias barreras culturales, del mundo caótico y heterogéneo de los mexicanos. A su vez éstos, los mexicanos de San Miguel, se subdividen entre los que nacieron y viven allí, los que llegaron de afuera para quedarse y los que arriban a la ciudad los fines de semana porque poseen casas o ranchos que les permiten dejar de lado sus negocios y profesiones para tomarla como sitio de recreación y descanso. Y luego, dentro de todo este conglomerado de mundos vecinos pero distantes, están el de los ricos muy ricos y el de los pobres muy pobres.

Podría decirse que, en este sentido, San Miguel de Allende es una ciudad colonial no sólo por su arquitectura y su estructura urbana, heredadas del virreinato, sino también por su división social en estamentos, en estratos más que en clases sociales. Quizás sólo falten los curas y las monjas, que por cierto, a pesar del origen colonial de la ciudad, no tienen presencia en ella, como sí la tienen, por ejemplo, en la muy cercana ciudad de Querétaro.

A partir de los años inmediatamente posteriores a la Segunda Guerra Mundial, San Miguel comenzó a desarrollarse como centro de actividad de artistas y bohemios mexicanos y extranjeros, que llegaron al lugar –y lo siguen haciendo- para crear un refugio alejado del ruido y el estrés. Fueron aquéllos los años de consolidación del célebre Instituto Allende, centro de enseñanza de las artes y los oficios, creado hacia 1938 por dos artistas visionarios, el peruano Felipe Pomar y el norteamericano Stirling Dickinson, al cual llegaron a impartir cursos maestros de la talla de David Alfaro Siqueiros y el escultor ruso Archipenko. Junto con la Escuela de Bellas Artes, establecida por el gobierno poco después, el Instituto Allende dio a San Miguel su particular carácter de ciudad creativa, de lugar de las artes y el diseño.

Pero si la imagen más visible de San Miguel son sus miles de visitantes que en los fines de semana y en las vacaciones inundan sus plazas y calles coloniales ahora repletas de bares y restaurantes, boutiques y galerías, lo cierto es que tras todo este maquillaje turístico la ciudad esconde un escenario de ruda pobreza, de crecimiento urbano sin servicios, de casas de cartón que nada tienen que ver con el San Miguel de los millonarios retirados, de los chilangos avecindados y de los turistas clase-medieros.

Detrás de su fachada a la vez cosmopolita y mexicana, intelectual y frívola, San Miguel también es bronco y contiene comunidades y colonias verdaderamente marginadas, sin luz ni agua, sin escuelas ni centros de salud. Y es en este desolado mundo de pobreza extrema que intervienen diversas organizaciones civiles integradas por residentes extranjeros, que de manera altruista lo mismo se encargan de construir casas dignas que sustituyan las barracas que de servir desayunos gratuitos a los niños, de brindar servicios de salud dental y análisis médicos que de regalar computadoras o enseñar oficios. Toda una pléyade de asociaciones y fundaciones organizadas y financiadas por extranjeros, con muy raros y muy escasos apoyos gubernamentales, que hacen por amplios sectores de mexicanos pobres lo que los mexicanos, que deberíamos hacerlo, no hacemos.

Muchos son los retos y las oportunidades de San Miguel de Allende. Tras el muy desastroso paso del gobierno municipal saliente, que por sus desatinos tuvo la dudosa virtud de unir a todo el mundo en su contra, surge el fuego nuevo de las entrantes administraciones gubernamentales con dos políticos jóvenes al parecer sensibles a toda esta problemática, uno al frente del Estado y otro encabezando el Municipio. Aunque de signos políticos contrarios, Miguel Márquez y Mauricio Trejo hablan de superar diferencias partidistas y unir esfuerzos para darle a San Miguel un futuro de prosperidad. Habrá que ver.

Por lo pronto, existen ya varios proyectos donde ambos personajes podrán probar que realmente quieren pasar de las palabras a los hechos. Se ha hablado, por ejemplo, de un nuevo Espacio de las Artes, dotado con talleres, galerías y auditorios, que vendría a revivir los impulsos del Instituto Allende, ahora venido a menos, y que insertaría con mayor fuerza a San Miguel no sólo en el turismo cultural sino también en las pujantes empresas creativas, tan desdeñadas hasta ahora en el estado y en el país.

Otro proyecto importante es el Centro de Convenciones, que se antoja sumamente necesario para consolidar la posición de San Miguel como sitio turístico internacional de primer orden en el país, permitiéndole ingresar cabalmente en el creciente mercado mundial del turismo convencionista que sin duda tiene un alto potencial para la ciudad, particularmente ahora con la llegada a los estados de Guanajuato y Querétaro de grandes empresas multinacionales.

Frente al fuerte desarrollo industrial y comercial de León, Celaya e Irapuato, San Miguel de Allende se dibuja nuevamente en el estado como la posible punta de lanza de otro tipo de desarrollo social y económico, centrado en el turismo, la cultura, la historia y la ecología, que eventualmente podrá jalar y subir a esta dinámica a las muy estancadas ciudades de Guanajuato y Dolores Hidalgo y después a buena parte de la región noreste del estado. Desde hace años se ha hablado de esto. Ojalá pronto comience a ser realidad.

 

 

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