A partir del hoy, una nueva nación será parte del mundo. Sudán del Sur alcanzará su independencia, convirtiéndose en el Estado número 54 de África y en el país más joven del globo.
Su nacimiento parte en dos al hasta ahora mayor país del continente africano, Sudán.
Después de 20 años de guerra civil, hoy se concreta lo que el pueblo votó en el referéndum del 7 de febrero, cuando los partidarios de la independencia superaron el 98 por ciento de los votos.
Fue un largo, difícil y sangriento camino y, pese al optimismo de los sudaneses del sur, muchos temen que se produzcan nuevos brotes de violencia.
Hace apenas unas semanas, la ocupación de la región de Abyei, rica en petróleo y disputada tanto por el norte como por el sur, llevó a una de las crisis más graves desde el final, hace seis años, de la guerra civil.
El año 2011 podría ser decisivo en lo que fue el mayor país de África. El sur, de mayoría negra, comenzará a andar su propio camino, mientras que el norte, de mayoría árabe musulmán, lucha contra una desilusión y decepción crecientes, amenazado por los conflictos en los países vecinos.
El sangriento enfrentamiento de Darfur aún es un trauma difícil de olvidar y el trazado de la futura frontera estatal es todavía motivo de controversias en amplios tramos en una región que limita con la República Centroafricana, Chad y Libia.
Otro de los problemas sin resolver es el de la petrolera Abyei, de donde ya huyeron más de 100 mil personas, pero no es el único que amenaza con obstaculizar el proceso de paz.
En las regiones fronterizas con el norte luchan varias milicias y desde el referéndum se registraron muchos muertos.
Pero quizá una de las cuestiones más importantes y que sigue sin resolverse es cómo se repartirán los ingresos de los pozos de petróleo, situados sobre todo en el sur.
En relación al transporte de este combustible, el sur depende del norte, ya que el nuevo Estado carece tanto de oleoductos como de un puerto.
Pese a que en las provincias del sur hay algunas rutas que llevan a Uganda, Kenia o el Congo, por muy precarias que sean, algunas regiones norteñas de Sudán del Sur dependen de las vías de comercio que controlan los árabes del norte.
Pero nada de eso le quita el entusiasmo a los partidarios de la independencia.
Sólo optimismo
“Vamos a tener nuestro propio Estado. ¡Somos libres!”, afirmó David Akol, de 32 años, en una de las tantas entrevistas transmitida por la cadena panárabe de televisión Al Yazira.
Akol pasó su infancia en un campamento de refugiados ugandés, vive desde hace cuatro años en Juba y, para él, sólo hay motivos de alegría.
“Mis hijos no sabrán lo que significa ser un refugiado, crecerán en su propio país”, afirma el trabajador, quien percibe ingresos mínimos pero está contento de tener trabajo regular.
También Manasseh Jowakmo lo ve todo de color rosa. Con 18 años, es uno de los que regresó del norte y hace pocas semanas comenzó un curso como mecánico del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur).
“Algún día tendré mi propio taller, siempre habrá que reparar autos, todo irá bien cuando tengamos nuestro propio Estado”, afirma.
Los analistas extranjeros son más escépticos y temen que las cicatrices de dos décadas de guerra civil no desaparezcan tan fácilmente.
Todavía circulan muchas armas en el territorio del nuevo país y muchos jóvenes sólo conocen la fuerza como solución a los conflictos, mientras milicias incontrolables luchan por su parcela de poder.
Asimismo, grupos étnicos pelean por tierras y agua, mientras la policía y el sistema judicial están desbordados y faltos de material para poder hacer su trabajo y poner orden.
La situación social también es preocupante. Sólo 40 por ciento de los adultos varones sabe leer y escribir, mientras que en el caso de las mujeres sólo pueden hacerlo el 16 por ciento.
Hoy habrá celebraciones, pero a partir de mañana empezarán los esfuerzos y retos para el Estado más joven del mundo.
Con información de agencias.
