Francisco Javier Santillán Oseguera, El Negro, no sabe a que berenjenal lo ha enviado Humberto Moreira.
Viene de Campeche, donde era asesor del gobernador priista Fernando Ortega Bernés, el eufemismo con el que se denomina a las aviadurías que se otorgan a los cuates en desgracia. Campeche es un estado donde el PRI no conoce oposición. Ahora llega a Guanajuato, el estado más endurecidamente panista de la República.
Fue presidente del PRI en Jalisco, por lo que de alguna manera sabe lo que es amar a Dios en tierra de indios, aunque en sus tiempos el PAN no era lo que llegó a ser años después.
Llega, además, con la etiqueta de cenecista, lo que lo coloca de entrada como un potencial servidor de Gerardo Sánchez, su líder nacional, lo que tampoco abona a su nuetralidad.
Pero quizás la mayor desventaja del Negro Santillán, no sea nada de eso, sino su escasa estatura política, su fama de mapache en el CEN priista y sus limitados argumentos para propiciar que cesen las hostilidades entre los priistas guanajuatenses, demasiado silvestres después de tanto tiempo de navegar sin jefe político.
Así que, señor delegado, bienvenido a la pesadilla.