Imagínate que tienes una máquina del tiempo y puedes viajar solamente una vez. ¿Qué sitio e instante elegirías? Posiblemente, presenciar una obra de Shakespeare en el Teatro el Globo. Tal vez, ver a Juan Escutia muriendo por la patria al momento de saltar desde lo alto del Castillo de Chapultepec. ¿Qué tal ver cómo se construyeron las pirámides de Teotihuacán o las de Egipto? ¡Las posibilidades son infinitas!
Lo cierto es que muchos elegirían un instante y una época en especial: el nacimiento o la Pasión de Cristo. Una idea que ha dado tantas veces vueltas en la cabeza de la gente que ha sido base para más de una historia de ciencia ficción. Algunas de ellas bastante polémicas y otras, usadas como mero elemento didáctico.
Viajar en el tiempo a la época del Nuevo Testamento es un tema con el que la ciencia ficción ha coqueteado varias veces. Desde simples menciones hasta novelas enteras y programas de televisión. Recordemos la película “Volver al futuro”, dirigida por Robert Zemeckis, cuando el doctor Emmett Brown explica a Marty el funcionamiento de la máquina del tiempo y propone viajar a “Dec 25 0000”, es decir, el momento del nacimiento de Jesús. Por otro lado, J.J. Benítez disfraza su charlatanería que es “Caballo de Troya” de supuestos hechos verídicos de viajes en el tiempo al momento de los cuatro evangelios, pero hoy en día ya nadie le cree. La serie animada “The greatest adventure”, que servía como base para enseñar sobre su fe a niños de escuelas católicas, trataba sobre tres jóvenes arqueólogos que se transportan a Medio Oriente en tiempos antes y durante Cristo.
Incluso, en una de las novelas de ciencia ficción más importantes de finales de los 60’s y los 70’s: “He aquí el hombre” de Michael Moorcock. Profundicemos un poco más en esta obra que marcó al género.
Michael Moorcock es referencia obligada para todos los aficionados a la literatura fantástica anglosajona. Ha creado a Elric de Melniboné, uno de los antihéroes de la fantasía de espada y brujería más atípicos, que rompe con esquemas tradicionales creados por Tolkien.
Además de ser un autor multipremiado, formó parte del movimiento conocido como “The New Wave of Science Fiction”, que buscaba sacar al género del estancamiento en el que se encontraba, inyectándole temas maduros, serios y polémicos, que en su momento, autores como Isaac Asimov no manejaron o lo hicieron de forma muy superficial. La Nueva Ola mezclaba ciencia ficción con religión, política, medios de comunicación, sociología, sexo o ecología. Otro de sus exponentes más importantes, John Brunner, lo abordamos la semana pasada.
Moorcock sabe diseñar como pocos autores del género tramas complejas y personajes por quienes el lector siente empatía, y aunque narre la historia más alocada, su habilidad hace que todo tenga sentido.
Ahora viajemos al año 33.
Juan 19:5
El título de la novela, como muchos ya habrán intuido, pertenece a la frase que Poncio Pilatos le dice al pueblo cuando presenta Jesús: “Ecce Homo” o bien, “He aquí el hombre”, y sigue los pasos de Karl Glogauer, un hombre que a lo largo de su vida ha sufrido bastante: desde víctima de bullying hasta haber pasado un fin de semana en un campamento con un profesor sádico, ha sufrido toda clase de rechazos, de modo que lleva a cabo un plan: aprenderá arameo y construirá una máquina del tiempo para viajar a tiempos bíblicos y conocer a Jesucristo.
Karl se teletransporta a un campamento de esenios, comandado por Juan El Bautista. En ese momento, él sabe que la historia que aprendió no cuadra. Cuando Juan le pregunta quién es él después de sacarlo de su máquina del tiempo, Karl habla en un arameo tan malo como castellano el gringo que viaja por primera vez a Guanajuato o inglés el inmigrante que llega a Los Ángeles. Dice: “Busco… a un nazareno… Jesús…” Pero el Bautista entenderá otra cosa, al responderle: “Por tu acento eres de Egipto. Eso es lo que pensamos. Y evidentemente eres un mago, con tus extrañas ropas y tu carro de hierro arrastrado por los espíritus. Bien. Tu nombre es Jesús, me han dicho, y eres el nazareno”.
Lo que empieza como una historia tradicional de ciencia ficción se convertirá en una comedia de errores similar a “La vida de Brian”, y se convertirá, finalmente, en una novela de introspección y autoconocimiento. Mientras Karl se adapta a vivir en el pasado, recuerda el futuro (o su pasado) y conocemos que “He aquí el hombre” es un reflejo de los sesentas, época en la que fue escrita, pues el personaje y su novia son claros ejemplos: ella es el anhelo de la liberación femenina, mientras él el hombre anclado en el pasado y obsesionado con el pensamiento de Jung, que estaba muy de moda en ese entonces. Cada uno de los personajes ofrece un punto de vista diferente de alguien tan complejo como Jesús: el de Karl es dogmático, el de Mónica, ateo. El de Juan, un líder político, etcétera. Moorcock ofrece un abanico de opiniones a través de quienes desfilan a lo largo de la novela.
Conocer en carne propia el mundo bíblico será un golpe muy duro para Karl Glogauer, quien descubrirá que nada es lo que parecía. De modo que se verá obligado a realizar ciertos cambios para que la historia sigue su curso… aunque todos sabemos que eso es un acto imperdonable en cualquier historia sobre viajes en el tiempo.
Porque El Nazareno es sin duda una personalidad tan polémica que además de los evangelios, canónicos y apócrifos, ha sido aprovechado por escritores como el Nobel Darío Fo en “Misterio Buffo”, best-sellers como Dan Brown en “El Código Da Vinci”, la inolvidable “La última tentación de Cristo” de Nikos Kazantzakis, “El evangelio Según Jesucristo” de José Saramago y directores de musicales como Andrew Lloyd Webber en “Jesucristo Superestrella”.
“He aquí el Hombre” es una novela memorable, para leerse este o cualquier domingo, porque como canta Judas Iscariote en “Jesucristo Superestrella”: “Israel en el siglo IV no tenía medios masivos de comunicación”.