Con tantas controversias alrededor de las nominaciones de este año, la actuación de Timothée Chalamet en Un completo desconocido (A Complete Unknown) se ha visto algo opacada. Sin embargo, es momento de darle el reconocimiento que merece.
Las biografías musicales suelen ser predecibles: un recorrido rutinario por la vida y carrera del músico, aderezado con interpretaciones de sus canciones icónicas. A lo largo de los años, algunos directores han intentado romper esta fórmula, como Todd Haynes con I’m Not There (2007), una representación abstracta del espíritu de Bob Dylan. Ahora, 17 años después, James Mangold nos ofrece una versión más convencional pero sorprendentemente cautivadora del mito.

Lejos de ser aburrida o superficial, Un completo desconocido combina análisis relajado con genuino asombro. La trama sigue a un joven Dylan que llega a Nueva York desde Minnesota y es acogido por Pete Seeger (interpretado con dulzura por Edward Norton). La película, más que un relato biográfico, es un homenaje a la música, con escenas que capturan la esencia del Dylan emergente y su revolución en el folk.
El casting de Chalamet como Dylan es una elección inteligente. Su atractivo juvenil se mezcla con destellos de arrogancia y una actitud voluble que humaniza al legendario músico. El actor logra una interpretación que va más allá de la imitación, aportando una energía genuina a cada escena.

Pero donde realmente brilla es en las interpretaciones musicales. Mangold y Chalamet dedicaron años a perfeccionar la voz y el estilo del cantautor, logrando momentos de magia en pantalla. Clásicos como A Hard Rain’s a-Gonna Fall y Like a Rolling Stone se redescubren en cada acorde, evocando la sensación de haber presenciado a Dylan en su apogeo.
La historia transcurre en la década de 1960, con una recreación vívida de Nueva York y paradas obligadas en eventos icónicos como el Festival de Newport. A diferencia de otras biopics, aquí no hay crisis exageradas ni dramatismo innecesario. Las tensiones radican en los conflictos internos del protagonista y su impacto en quienes lo rodean, especialmente en Joan Baez (Monica Barbaro) y Sylvie Rousseau (Elle Fanning).

Un completo desconocido no pretende resolver el enigma de Bob Dylan, sino capturar la fascinación que genera. Y, cuando Chalamet está en el escenario, la película logra precisamente eso: transmitir la esencia del artista que cambió la historia de la música.
